Ingénieurs

Olazabal y Altuna, Lucas de

Ingeniero de montes y forestalista vizcaíno. Begoña, 18-10-1829 - Madrid, 27-11-1899.

Personalidad ligada a la dasonomía -o la ciencia que trata de la cría, cultivo y aprovechamiento de montes-, que se desarrolló durante el siglo XIX y comienzos del XX. Su influencia se hizo sentir en campos tan, sobre el papel, abstrusos como la selvicultura -la ciencia que estudia el cultivo de los montes- o la geología agrícola.

En una historia del País Vasco, Lucas Olazabal reúne muchas cualidades para ser recordado, aunque sólo sea porque prolongó -con sus estudios sobre el suelo, clima, agricultura y montes de Bizkaia- la tradición de los estudios regionales, estudios que compendiaban el saber físico, geográfico y científico del País Vasco decimonónico. Y ello, aunque no fuesen originales.

Natural de Begoña, realizó sus estudios en la Escuela de Ingenieros de Montes de Madrid, el centro al que estuvo ligada parte de su actividad profesional, y del que fue profesor auxiliar de 1854 a 1856. Tras desempeñar diversos cargos, se reincorporó en 1876, esta vez como profesor de ordenación, una materia que enseñaría hasta 1882 y de la que sería, posteriormente, experto legislador.

En una época en que la geología agrícola comenzaba a ser apreciada, en la que la Real Academia de Ciencias de Madrid empezaba a fomentar los estudios de terrenos de cultivo, concediendo premios para las mejores memorias geognóstico-geológicas, y, en el mejor de los casos, llegando a publicar tales trabajos (hasta cuatro lo fueron), la primera obra de Olazabal es, más que ninguna otra, fruto de las circunstancias. Apurado por su situación laboral -o, lo que era lo mismo- la falta de trabajo, el joven Olazabal decidió tomar parte en el concurso público convocado por la Academia de Ciencias en 1856. Fue aquí, en un concurso abierto a los estudios regionales, en donde Olazabal escribió la más "vizcaína" de todas sus obras. Defensor del pensamiento forestal de tipo naturalista -aunque teñido ya de tonos productivistas-, su memoria Suelo, clima, cultivo agrario y forestal de la provincia de Vizcaya (1857) fue el texto más importante publicado a favor de la nueva geología agrícola. Fue premiada e impresa por la Academia. De las tres partes que contiene, la primera está dedicada a la exposición de la geognosia (o naturaleza de las rocas) de Bizkaia propuesta por el ingeniero belga Carlos Collette -su Reconocimiento geológico del Señorío de Vizcaya (1848) era la descripción más completa hasta la fecha. La segunda, dedicada al clima y la tierra vegetal, contiene una discusión sobre la agrología en la que rebate algunos argumentos de tipo socio-económico esgrimidos por Pedro Novia de Salcedo. La tercera, dedicada al cultivo agrario y forestal, es una "mixtura" de dasonomía naturalista y productivista. Olazabal aboga no sólo por la necesidad de designar las especies arbóreas y de fomentar la repoblación, sino también por aumentar la producción maderera para la construcción naval. Su vocación naturalista, reafirmada en la memoria en numerosas ocasiones, va dejando paso a un forestalismo de orientación más productivista, que pasaría de la timidez a la rotundidad en obras ulteriores.

El efecto de la Memoria de Olazabal fue inmediato. Fernando Mieg (1823-1906), el catedrático de Historia Natural del Instituto Vizcaíno, además de encargado del observatorio meteorológico (junto con Clemente García Retamero), que de hecho había mantenido contactos con Collette y conocía de primera mano las fuentes geológicas y meteorológicas existentes, publicó inmediatamente, en la Imprenta de Juan E. Delmas de Bilbao (en 1858), un opúsculo contra la obra de Olazabal, acusándole de presentar como original lo que en realidad era mera compilación. El folleto abrió, en el mismo año y en la misma imprenta, un turno de réplica y contrarréplica.

Acaso menos estridente, pero sin duda de mayor fondo conceptual, supone la importante inflexión que sufrió el forestalismo español. A lo largo del último tercio del siglo XIX, tuvo lugar un progresivo movimiento entre dos planteamientos que trataban de acaparar el carácter de las funciones forestales: "naturalismo" y "tecnicismo". Un movimiento desde la posición que defendía que era prioritaria la influencia física de los montes sobre su función productiva, al que denominaban naturalismo de inspiración germana (partidario del carácter público de los montes), hacia la postura que abogaba por buscar la productividad y el progreso económico, sin que por ello llegase a perder su dimensión naturalista (partidaria de la privatización forestal). Olazabal personifica, quizá mejor que nadie, esta última tendencia más técnica y ordenancista y, por tanto, menos naturalista. "Los montes -afirmaba en su Proyecto de Ley de montes de 1871- son necesarios: ante todo como productores de madera y leña, y aparte, por consiguiente, de la influencia que bajo otro punto de vista ejercen [...]. El arbolado entra, por lo menos, en el régimen hidrológico, factor tanto más decisivo cuanto más accidentada sea la estructura orográfica".

La ordenación forestal, que encontró en el tratado de Olazabal de 1883 (Ordenación y valoración de los montes) la reglamentación oficial, supone un importante paso hacia ese tecnicismo. A partir de entonces, los ingenieros acometían la ordenación basándose en tres supuestos introducidos por Olazabal que entrañaban una clara confrontación con planteamientos anteriores: primero, la producción forestal era claramente incompatible con la práctica de pastoreo en los montes, como sostenían Olazabal y el Ministro de Fomento José Echegaray en su Proyecto de ley de 1871; segundo, las leyes sobre rentabilidad económica y productividad forestal eran compatibles; y tercero, era absolutamente necesaria la intervención de la iniciativa privada, una cuestión ésta que fue debatida y rebatida en posteriores ocasiones.

Es preciso señalar que, de las cualidades más destacables de Olazabal como forestalista, una fue la de haber expuesto de forma pionera en el Estado varias de las teorías y métodos dasonómicos que comenzaban a ser conocidos en el extranjero, principalmente en Alemania (véase su obra Ordenación y valoración de montes); otra, la de saber aplicar y adaptar un método a los montes españoles (no en vano, su técnica de ordenación se empleó hasta hace poco, con ligeras modificaciones). Prueba de la influencia de Olazabal es que la conocida Revista de Montes, de la que fue inspirador, decidiese, en 1898, recopilar todos sus informes, memorias y artículos, bajo el título: Cuarenta años de propaganda forestal.