Leyenda, es una narración situada en un tiempo y en un espacio concretos, verosímil y aceptada como verdadera tanto por el narrador como por la audiencia, y cuyo objeto es el de explicar y legitimar el mundo y la sociedad en las que se cuenta. Resulta sencillo distinguirla del cuento, porque éste último no se sitúa con precisión en el espacio-tiempo, no tiene pretensiones de verosimilitud, ni tampoco función explicativa o legitimadora del mundo y de la sociedad. Sin embargo, distinguir leyenda y mito no resulta tan fácil. Hay quien en tal empeño propone que el tiempo del mito es anterior al de la leyenda, o que el mito lo protagonizan los dioses mientras que la leyenda la protagonizan los héroes, pero es más común descartar este tipo de distinciones, más bien forzadas y bastante estériles, y considerar mitos y leyendas como una misma cosa.
Cuando tratamos de mitología, resulta necesario precisar que no se trata de una simple colección de narraciones fantásticas. Si nos hemos acostumbrado a verla de ese modo es porque no llamamos mitología más que a aquellas narraciones que ya han perdido su contexto original. La pérdida de su contexto contribuye a que la leyenda parezca aún más fantástica, porque aquello que se entiende peor resulta siempre más fantástico. No llamamos mito más que al mito ya fosilizado. Pero el mito, el mito que se encuentra en vigor y en su contexto, resulta absolutamente corriente y familiar, hasta el punto de no ser reconocido como tal por aquéllos a quienes influye.
Para empezar a hablar de mitología vasca, tenemos pues que precisar, en relación a lo anterior, que aunque correspondería entender por tal a la mitología que afecta a los vascos del presente, consideramos mitología, siguiendo la convención generalmente establecida, al conjunto de leyendas recogidas en ámbitos rurales de habla vasca entre 1870 y 1970 mayormente.
Hechas estas precisiones, podemos definir la mitología también como el conjunto de mensajes que realizan una labor inconsciente de servir de modelo. Cualquier mensaje que de modo inconsciente se esté constituyendo en modelo es un mito. Estos modelos pueden ser de dos tipos: modelos explicativos y modelos legitimadores. Cuando escuchamos la copla que dice que el sol se retira al seno de su madre (la tierra), nos hallamos ante un modelo explicativo que nos informa de que al final de cada día, el sol se adentra en el vientre de su madre, la tierra, y recorre de noche por el subsuelo el camino inverso que realiza de día en el firmamento, para de nuevo salir por el Este a la mañana siguiente. Cuando salimos de casa y nos encontramos con una enorme valla publicitaria en la que aparece la foto de un jugador de la NBA, estamos ante un modelo legitimador, que nos hace aceptar inconscientemente que se deba pagar 200 ¤ por un par de zapatillas como las que muestra el anuncio. Mensajes distintos, tiempos y soportes distintos, pero un mismo fin: constituirse en modelo. Modelo para entender el cosmos o modelo para entender y legitimar la sociedad y los comportamientos sociales.
Quizás no sea muy apropiado usar el verbo entender, porque no hay comprensión posible sin un previo cuestionamiento y una previa reflexión, y lo que el mito propicia es una comprensión inconsciente. El mito es la respuesta previa, la respuesta que precede a una pregunta que no llegará a surgir. El mito narcotiza a la pregunta. Es el nido acogedor del espíritu que nunca dejará de ser cría. Por ello sería más apropiado decir que el mito induce a la aceptación con ilusión de comprensión.
Llamamos mitología vasca, pues, al conjunto de mensajes destinados a facilitar la comprensión del cosmos y de los comportamientos sociales de los vascos referidos anteriormente.
Sin embargo, el cosmos y la sociedad de aquellos vascos no eran en absoluto monolíticos ni de un único origen. El País Vasco se encuentra expuesto a influencias exteriores desde antiguo, y su mitología muestra diversas capas atribuibles a las mismas. Además, dichas capas no están constituidas al modo de las membranas de una cebolla, que pueden ser fácil y limpiamente separadas las unas de las otras, sino más bien a modo de manchas de acuarelas de distintos colores en las que la capa superior altera el color de la inferior y es a su vez alterada por ésta, por lo que resulta necesario un trabajo de análisis que permita reconocer y separar cada una de dichas capas.