Compositeurs

Larrañaga, Fr. Joseph

Compositor, organista y maestro de capilla. Azkoitia, 1728 - Santuario de Arantzazu, Oñati, 1806. Autor representativo y prominente de la Ilustración musical en el País Vasco. Fue fraile franciscano y miembro de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País.

Probablemente, ingresó en Arantzazu de niño, como donado cantor. Allí, pudo formarse musicalmente bajo la tutela de los maestros Francisco Ibarzabal o Francisco de Belderrain. Según deduce Jon Bagües (2007), a los once años ya tocaba el órgano en dicho convento. Sus primeras obras con fecha conocida datan de 1746 (salmo Beatus Vir y Villancico al Nacimiento, "Antón que se ha vuelto loco..."). Un año más tarde aparece ya como "maestro" en las partituras de sus dos Magníficats, aunque hasta 1766 no se le menciona inequívocamente como maestro de capilla de Arantzazu.

En 1758 asiste a la reinauguración de la iglesia parroquial de Irún para dirigir a una capilla formada por músicos franciscanos de Arantzazu y Donostia. También colaboró en las fiestas extraordinarias celebradas en Bergara en honor de San Martín de la Ascensión, en febrero y septiembre de 1764. Fue allí donde se fraguó la inminente constitución de una Sociedad Bascongada de Amigos del País, pionera entre sus homólogas peninsulares. Músicos de las capillas de Arantzazu y Bilbao solemnizaron estos actos, y el propio Larrañaga compuso para la ocasión cuatro arias y un salmo, Laudate Dominum omnes gentes. Éste último tenía una rica instrumentación de cuerdas, flautas, oboes, clarines, trompas y timbales, y fue aplaudido "con voces de victores", según el cronista Pedro de Ascagorta. Asimismo, consta su presencia al frente de la capilla de Arantzazu en las Juntas Generales de Gipuzkoa de 1767, reunidas en la misma Bergara.

En 1766 ingresó formalmente en la RSBAP como profesor adscrito a la Comisión de Ciencias y Artes útiles, y en calidad de "socio agregado". Ese mismo año presentó ante dicha sociedad un breve informe sobre el Code de musique pratique de Jean Philippe Rameau, cuya primera edición francesa había aparecido en 1761. Además, está documentada su asistencia esporádica a reuniones de la misma institución entre 1767-1781. Es probable que su relación con la RSBAP proviniera en origen de su amistad con Xavier Munibe, Conde de Peñaflorida. Azkoitiarra como Larrañaga, y sólo un año más joven que él, Munibe había cantado en Arantzazu como solista al menos en una ocasión (1756), y quizá por mediación suya llegaron al convento algunas partituras foráneas. Con todo, la participación de Larrañaga en la RSBAP debió de verse limitada y condicionada por las obligaciones de su cargo y de su propia profesión religiosa. Estas razones ya habían obstaculizado su asistencia a las novedosas representaciones operísticas promovidas por Munibe en las fiestas de Bergara de septiembre de 1764.

En su madurez, Larrañaga fue reconocido como experto organista y autoridad en ese campo. En virtud de ello, fue solicitado para realizar peritaciones e informes sobre órganos parroquiales de Gipuzkoa, Bizkaia y Navarra: así, en Ataun (1762), Bergara (1774), Etxarri-Aranatz (1779, junto a José Ferrer), Durango (1781), Tolosa (1789), Zegama (1788) y Legazpi (1791). Además, fue juez en oposiciones para organista de la Capilla de Bilbao (1779, con Manuel Gamarra como examinador segundo), de Ondarroa, (1782), Legazpi (1786) y Zegama (1789).

Su prolongado período de actividad en Arantzazu coincidió con el mayor auge histórico de la capilla musical de esa institución. Al magisterio de Larrañaga cabe atribuir, al menos en parte, el surgimiento de una generación más joven de frailes compositores de relieve, como Agustín de Echeverría, Fernando Eguiguren o Manuel Sostoa. En esta época, además, se copiaron en el convento partituras de algunos de los más importantes músicos europeos del momento, con escaso retraso con respecto a su fecha de composición. Tal es el caso de la misa de Domenico Scarlatti llamada "de Arantzazu" (1754), los dos Conciertos para clave u órgano de Händel (1758), o las seis Sinfonías (1785) y tres Cuartetos de Joseph Haydn que atesora su archivo.

De su producción como compositor se ha conservado en Arantzazu una cantidad significativa de música sacra en latín, para coro o voces solistas, continuo y plantilla instrumental variable. Este repertorio destaca por la modernidad de su lenguaje orquestal y la efectividad general de su escritura, que asimila características del Barroco tardío europeo. Un grupo aparte de composiciones lo constituyen sus villancicos, arias y dúos en castellano, de temática también religiosa pero con música de carácter profano. En ellas, Larrañaga alterna y compagina elementos de raigambre popular -seguidillas, coplas, tonadas- con otros de procedencia culta -recitativo, aria da capo-, propios de la cantata italiana.

Sin embargo, es su obra para tecla la que ha alcanzado mayor repercusión póstuma. Integran este repertorio tres minués, cuatro sonatas y un "tañido de órgano". Todos ellos fueron publicados por vez primera en 1953, junto a otras piezas vascas coetáneas, en edición del Padre Donostia. Estas composiciones reflejan el peculiar estilo galante de la escuela ibérica de tecla del momento, con alguna huella incipiente del clasicismo vienés. En sus sonatas, se aprecia el tránsito entre el modelo bipartito que Domenico Scarlatti había desarrollado en la corte madrileña y la forma clásica de "allegro de sonata", que ya se perfila con claridad en las fechadas en 1770 y 1778. La presencia de elementos de procedencia popular es en general poco acusada, pero se hace patente en su "tañido de órgano" La valenciana y en la Sonata para órgano o clave, sobre un ritmo de seguidilla.

La relativa extensión de su obra conservada y la madurez de su estilo convierten a Larrañaga en uno de los compositores vascos más relevantes de su tiempo. Su legado resulta fundamental para comprender la introducción y asimilación del lenguaje musical del Clasicismo en el País Vasco. Sin embargo, fue en el terreno organístico donde Larrañaga obtuvo mayor notoriedad y reconocimiento en vida. A su actividad como músico práctico se sumó, además, un cierto interés por el estudio teórico y científico de la Música, en línea con el pensamiento ilustrado de la RSBAP. Por todo ello, puede ser tomado como personificación y máximo exponente del papel decisivo que desempeñó la orden franciscana en el desarrollo musical del País Vasco durante el s. XVIII. Aun así, las composiciones de Larrañaga no trascendieron mucho más allá de un entorno inmediato, y tras su muerte permanecieron olvidadas hasta bien entrado el s. XX.