Concept

Juegos tradicionales infantiles

Los juegos tradicionales son abundantes y más numerosas aún las variantes existentes, que a su vez pueden estructurarse de formas muy diversas según diversos criterios: sexo, edad, estructura, funcionalidad del juego, uso o no de elementos o herramientas, asociadas a músicas o ritmos, etc. Como es de entender, en cada sociedad y contexto se desarrollan de forma particular y atendiendo a las posibilidades que proporciona el entorno.

Respecto al mundo infantil, podemos indicar que en el contexto que nos ocupa aparecen infinidad de juegos no musicados, algunos juegos musicados, las simpáticas danzas juego, un amplio ramillete de singulares danzas infantiles. También podemos encontrar otros aspectos propios del folklore infantil como la gran variedad de coleccionismos, recolecciones diversas, elaboración de juguetes lúdicos y juguetes sonoros o musicales. Una importante cantidad y variedad de cantos infantiles o dichos (acertijos, sin sentidos, trabalenguas, juegos de palabras, etc.) y abundantes formulas de sorteo, retahílas o burlas. Sin olvidar que en el mundo infantil los cuentos y narraciones mitológicas o legendarias poseen un importante papel en el desarrollo cognitivo personal o en la justificación social de valores consensuados. Además de una larga lista de participaciones puntuales y cíclicas de los miembros infantiles, en cantos festivos o de cuestación, rituales u otras actividades conmemorativas significativas para la sociedad de pertenencia.

Pero ahora nos ceñiremos e iremos desgranando, paulatinamente y de modo particular, el gran abanico de juegos tradicionales infantiles. Su presencia ha sido y es habitual en el mundo infantil, desde su nacimiento hasta su paso a la edad de la adolescencia y juventud, desarrollando sus potencialidades de forma paralela al crecimiento personal de los infantes.

En todo momento histórico y en cualquier ámbito sociocultural, el juego se encuentra en estrecha imbricación con el proceso de crecimiento de la persona humana en su desarrollo físico, mental y social.



Desde los primeros momentos, los infantes son sujetos receptores de la estimulación de sus progenitores cara a su movilidad básica (juegos de hacer reír, esconderse, uso de dedos y manos, propiciar el movimiento de mecer o trotar, interiorización de ritmos y melodías sencillas o imitación de los habituales seres animados del entorno).

Así, durante los primeros años de vida, los niños y niñas eran estimulados en su psicomotricidad básica por los miembros de las familias extensas (principalmente, componentes femeninos como madres, abuelas o tías). En dicho contexto relacional familiar los miembros menudos obtenían el alimento, vestido, protección y afecto necesarios para desarrollarse de forma adecuada su proceso integral de crecimiento educativo.

Después del nacimiento, los cantos maternos buscaban la habituación a los horarios infantiles (entretenimientos al comer o las canciones de cuna -lo kantak-), tranquilizar al retoño con un suave mecer (frente a miedos, lloros, etc.) o simplemente, entretener o divertir a los niños. Paulatinamente, también a través del juego de carácter motriz se iba desarrollando la psicomotricidad gruesa (movimiento de piernas, brazos y manos) o la fina (pies, dedos, ojos, gestos, etc.) y el fomento del equilibrio (juegos de balanceo y deslizamiento) hasta conseguir la diambulación o locomoción bípeda. Los juegos primarios de esconderse, la imitación y escenificación o el uso de la mímica trataban de que el bebé fuera tomando conciencia de su propia identidad individual y su relación con el medio que le rodea. Por otro lado, el aparato fono-motriz que va a posibilitar el habla y el conocimiento cognitivo se iban iniciando o desarrollando gracias a una serie de juegos sencillos de lenguaje, formulas nemotécnicas, trabalenguas y adivinanzas o acertijos que poco a poco, se iban complicando.

Además, eran iniciados en las canciones, ritmos y melodías tradicionales de su contexto social por medio de ser bailados y mecidos en los brazos maternos o el simple hecho socializador, de escuchar o ver, una y otra vez, músicas y coreografías. En definitiva, es evidente que en poco (salvando ciertas distancias generacionales y sin atender a los agentes socializadores) a cambiado la metodología de inmersión de los miembros más débiles de las comunidades humanas de pertenencia.

Mediante estos simples juegos la psicomotricidad infantil se va desarrollando y a los sujetos de dichas actividades lúdicas, les va a posibilitar (de forma paralela al crecimiento integral) su paso al nivel de la interacción con el medio que les rodea (relación humana, conocimiento del espacio físico natural y sus peculiaridades o el acercamiento al sistema regulador de la vida en sociedad). Para ello, se recurre de forma casi inconsciente a las actividades desarrolladas en la naturaleza o en su hábitat (juegos relacionados con animales o vegetales, elaboración de juguetes con materiales a su alcance, uso de los espacios naturales, etc.) a la vez que se produce a través del juego, un establecimiento consensuado de las normas básicas que van a regir el juego (reflejo de los valores intrínsecos de la propia sociedad, sistemas de relación social y la búsqueda de la integridad personal o colectiva).

Conseguida la fortaleza física necesaria, una movilidad básica, cierto nivel de comprensión comunicativa e intelectual los individuos pequeños de las comunidades tradicionales se agrupaban en torno a las cuadrillas de iguales (principalmente, en la calle, escuela y doctrina). Era la etapa de edad, conocida popularmente, de los escolares.

El juego fortalece su eminente carácter lúdico en las etapas siguientes de la infancia. Haciendo hincapié en el desarrollo integral del ser humano (crecimiento físico e intelectual y relacional) e iniciando el camino a la inevitable competitividad grupal o individual. Dicho periodo se desarrolla, principalmente, durante la adolescencia y la juventud. Para dichos cometidos de rivalidad, tenemos los juegos de carreras o salto, juegos de balanceo, lanzamiento, habilidad e incluso, los juegos organizados en el marco de los festejos locales. Además, mediante la competición y la especialización nos aproximamos a las populares competiciones deportivas.

Estos grupos de edad basaban su relación en el juego social y la progresiva representación de los grupos de referencia comunitarios (jóvenes y adultos). En sus interrelaciones lúdicas el juego era el motor de toda actividad, los espacios de juego se amplían y se estrecha la relación con el entorno (social y natural). Siendo, sin duda, los agentes sociales que más variedad y riqueza de juegos tradicionales ofrecían (manteniéndolos, recreándolos o creando nuevos) y los practicaban de forma puntual o cíclicamente a lo largo del año. En la actualidad, el referente adulto esta en los deportes de elite y el juego tradicional, si surge, aparece de forma espontánea pero sobre todo dinamizado por grupos de animadores socioculturales.

Recogiendo el testigo o la propia inercia del periodo infantil, los niños y niñas mantienen juegos de su primera etapa (balanceo, juegos de manos y dedos, juegos de lenguaje, etc.) y van evolucionando hacia un largo elenco de diversiones lúdicas más elaboradas y complejas. De este modo, abundan las actividades físicas: juegos de esconderse (Al esconderite, A bote, San Juan de Matuté, etc. ), atrapar (La gallina ciega o "Itsu-itsuka"), juegos de carreras (Policías y ladrones, Al pañuelo, carreras de velocidad, etc.), diferentes modalidades de salto (Salto al "burro", saltos de cuerda y goma, salto de longitud, etc.), juegos de lanzar objetos con precisión (monedas, "iturri"s, cromos, piedras, palos, canicas, pelotas, etc.) o el uso de objetos con habilidad creciente (peonza, el hinque, yo-yo, diábolo, elaborar cunas, crear sombras chinescas, etc.), juegos de lucha o juegos de interacción o relación con el medio (nadar, caminar y orientarse, cazar u observar animales, curiosear o descubrir lugares, etc.) y un sinfín de juegos rítmicos.

Tampoco faltaban los juegos de destreza intelectual, memorística o expresión verbal que tan habituales eran época de lluvia o frío, siendo momentos donde se daba un predominio de las actividades sedentarias. Papel primordial y visible en los juegos de escenificación o declamación, en los abundantes juegos de adivinar (Ikusi-makusi, A la porra, etc.), en los acertijos o adivinanzas, canciones y retahílas, los afamados juegos de mesa (cartas, La oca, lotería, artzain-jokoa, etc.), las habituales colecciones infantiles (cromos, monedas, postales, piedras, etc.) y sin olvidar la pericia necesaria para crear, diseñar y fabricar de forma artesanal el extenso imaginario de sus propios juguetes (tiragomas, muñecas, arcos, goitiberas, pelotas, yo-yos, juguetes sonoros, aviones o barcos de papel, cometas, jaulas, etc.).

En dicho nivel de edad la relación grupal y entre iguales se acentuaba, propiciando la interacción social y con el medio, sobre la base de la forma de entender éstas por parte de la comunidad de referencia. Así, aparecen los comunes procedimientos de selección previos a los juegos; la elaboración y consenso de los tratos, normas y formulas que van a regir los juegos y las relaciones cotidianas infantiles (reflejo de las vigentes en la sociedad adulta) y la propia relación con el medio físico que alberga a la comunidad (animales, vegetales, arena, agua, etc.).

A medida que iban entrando en la adolescencia y posterior juventud, los juegos se manifestaban más competitivos, con una mayor carga de exhibición o incluso con ciertos grados de agresividad. Sus juegos se manifestaban en lugares públicos (plazas, campas, fiestas patronales, ermitas, etc.) o recintos privados (caseríos, tabernas, posadas, etc.) y en ocasiones, se derivaba a la realización de los llamados deportes rurales (juegos de pelota o bolos, carreras o saltos, apuestas de hachas o traineras, levantamiento o arrastre de piedras, etc.) y sus correspondientes apuestas de dinero. Debido a la espectacularidad de las pruebas y a las características de sus protagonistas, estos juegos aglutinaban al conjunto de la sociedad y a su vez, actuaban como modelo o referente para la chiquillería.

Sin embargo, este grupo de referencia para buena parte de la colectividad no abandonaba algunos juegos no musicados (saltar a la cuerda, juego de la rana, carreras pedestres o con animales, juegos en fiestas, etc.) o los singulares juegos musicados tan propios de esta categoría de edad (toros ensogados, juegos de gansos o gallos, etc.). Pero su presencia era relevante a la hora de realizar las espectaculares danzas juego (evoluciones frente a un objeto, imitaciones sancionadas, movimientos coordinados o rítmicos, creciente acumulación de pasajes coreográficos, etc.) y la gran amalgama de danzas tradicionales, encaminadas a divertir o a ritualizar al conjunto de la comunidad de pertenecía.

El mundo adulto poseía sus propios juegos, diversiones o deportes y con ellos, se manifestaban ante la sociedad. En buena medida, se asemejan a los practicados por los jóvenes pero con una menor virulencia y una mayor tendencia al uso de la astucia, la experiencia o la adecuación al sedentarismo.

Éste ultimo aspecto, se erige en seña de identidad en los juegos realizados o protagonizados por los ancianos.

Ciñéndonos al colectivo infantil, podemos decir que el juego ha sido y es, la herramienta principal en el proceso de socialización o paulatina adaptación a la estructuración, los sistemas de regulación social (mediante la aplicación de las normas o el control social) y a la propia interrelación del individuo con la colectividad de pertenencia y su entorno. Su modo de actuar desde lo lúdico, permite que el mundo infantil de forma casi inconsciente se desarrolle en su capacidad física, psíquica y relacional.

En la sociedad actual, los juegos tradicionales se ven limitados por la falta de espacios físicos adecuados para el esparcimiento e incluso, por la falta de tiempo material para su ejecución y el mismo desconocimiento de los progenitores o de los propios niños. La cadena de transmisión del juego tradicional (al igual que otros aspectos del acervo cultural de pertenencia) esta seriamente dañada y ha habido un claro trasvase de los agentes socializadores clásicos (familia, grupo de edad o grupos de referencia) hacía unos agentes más focalizados y especializados (educadores, animadores o dinamizadores socioculturales, medios de comunicación, etc.) que sobre la base de unos objetivos lúdicos y la relación interpersonal, usan los juegos como herramienta de aprendizaje global e inserción de los individuos en la sociedad que les ha tocado vivir.