Gracias a la amabilidad del poeta don Gabriel de Manterola, podemos incluir aquí, completa, esa especie de testamento político, que dicho buen amigo ha entresacado de un folleto que tuvo la suerte de encontrar en una librería de viejo en Londres. El citado folleto se titula «Album de la Caridad» - Conferencia literaria, donde se recogen trabajos literarios en castellano, gallego y vasco. Aparece publicado en Buenos Aires con fecha 29 de julio de 1877. El poema de Iparraguirre es éste que sigue:
Jaungoikoa eta arbola
I
Fueristac gera eta izango,
Mundua mundu dan artean;
sentimentu au bizirik dago
Betico Euscal errian.
Naiz eri izan gure anima,
Gauden soseguz baquean,
Icusico da gure arbola
Zutic egunen batean.
II
Mendietaco raza noblea
Gaur buru macur beguira:
Beti izan da fueroen leguea
Euscaldunen anima.
Arguitasunic ez da agueri;
Cerua dago illuna;
Libertadea esan cantari
Il arte maite degula.
III
Zuaz D. Carlos zazpigarrena,
Urrun bai gure lurretic;
Ez dezu utzi guretzat pena
eta tristura besteric;
Lutoz negarrez ama gaisoac
¡Ay! ezin consolaturic;
Ez degu nai ez gueyago ikusi
Zori gaiztoco guerraric.
IV
Euscaldun onac bear du eriotza
Billa bere sor lecuan;
Lurra da ama; maitatzen bada,
Sartuco guera zeroan;
Sinistu, maite, izan fedea
Gure libro santuan
Eta arbola viva orain eta
Eriotzaco orduan.
V
Amoriosco legue santuequin
Gorroto gabe biotzean,
Iberiaco gure anayaquin
Bizi nai degu baquean.
Gure izatea ondasunac
Dira arbola maitean;
Libertadea maite dutenac
Betoz gurequin baquean.
VI
Egunen batez aguertuco da
Gure goizeco izarra
Bere odeietan inguru dela
Jaun Zuriaren itzala.
Eta orduan zainetan bada
Libru zarraren odola.
Biziac eman esanez viva
Jaungoicoa ta arbola.
VII
Arren! ez bada galdu esperantza
Gertatutzen da eguna
Nacioen liga edo alianza
Da icusico deguna.
Orduan gora Cristo'n leguea
Errespetatzen degula,
Bai Euscaldunen borondatea
Da errien anaitasuna.
Dios y el árbol
I
Somos y seremos fueristas,
mientras el mundo es mundo;
este sentimiento está vivo
Para siempre en Euskalerría.
Aunque se halle enferma nuestra alma,
permanezcamos con sosiego en paz,
Ya se verá algún día
De pie a nuestro árbol.
II
Hoy la noble raza montañesa
Mira con la cabeza inclinada:
La ley de los fueros ha sido siempre
El alma de los vascos.
No se descubre claridad alguna;
El cielo está oscuro;
Decid cantando que amamos
La libertad hasta la muerte.
III
Vete, D. Carlos VII,
lejos sí de nuestra tierra;
no nos has dejado
más que pena y tristeza;
Las pobres madres llorando enlutadas,
¡Ay!, sin poder consolarse;
No queremos, no, presenciar
más infaustas guerras.
IV
El buen vasco debe buscar la muerte
En su lugar nativo;
La tierra es madre; si la amamos,
Entraremos en el cielo;
Creed, amad, tened fe
en nuestro santo libro,
Y viva el árbol ahora y
en la hora de la muerte.
V
Con las santas leyes dignas de amor,
Sin odio en el corazón,
Queremos vivir en paz
Con nuestros hermanos de Iberia.
Nuestro ser y bienes
Se hallan en el amado árbol;
Los que aman la libertad
Vengan con nosotros en paz.
VI
Algún día aparecerá
Nuestra estrella matutina,
Rodeada entre sus nubes
Por la sombra de Jaun Zuria;
Y entonces, si hay en las venas
La sangre del viejo libro,
Dad las vidas diciendo
«¡viva Dios y el Arbol!».
VII
¡Por Dios! no perdáis la esperanza
Llega el día
En que veremos
La liga o alianza de las naciones.
Arriba entonces
respetando la ley de Cristo:
sí, la voluntad de los vascos
es la fraternidad de los pueblos.