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Historia del Arte. Renacimiento

 

En esta primera parte de la Edad Moderna, el territorio de Euskal Herria quedó definitivamente fragmentado entre dos poderosas monarquías -España y Francia- que articularon durante esta etapa de la historia sus respectivos estados. El poder de la nobleza y de la Iglesia quedó de este modo relegado a un segundo plano, y se vio sustituido por el de los reyes y el de las ciudades, que se convirtieron en los auténticos protagonistas de este período. Además, la Iglesia, aunque mantuvo gran parte de su dominio moral y económico, quedó debilitada por la crisis religiosa, y sólo tras el Concilio de Trento volvió a tomar la iniciativa. De ahí que la iniciativa en el ámbito artístico comenzase a ser cuestionada por la monarquía y la propia burguesía que, apoyándose en la próspera coyuntura económica y demográfica del siglo XVI en Euskal Herria, fomentaron y crearon la necesidad de nuevas creaciones artísticas. Así, aunque primero la epidemia de peste de finales del siglo XVI y, posteriormente, las crisis políticas y económicas del siglo XVII, incidieron en la disminución de la creación artística, la pujanza de la sociedad vasca, apoyada en el enriquecimiento que disfrutó gracias a la actividad naval con el norte de Europa y de América, y en la participación de los miembros de la nobleza vasca en el ejército y la administración estatal, consiguió que el florecimiento artístico continuase siendo muy importante.

El nuevo estilo artístico que se desarrolló durante este período recibió el nombre de renacimiento, ya que el principal objetivo no fue sólo hacer renacer los modelos clásicos de la antigüedad griega y romana, sino cambiar el eje de la cultura sustituyendo la dimensión divina por la humana.

Esta importante transformación estuvo impulsada por las ciudades y su principal clase social, la burguesía, que requería un nuevo estilo artístico en sintonía con sus gustos más terrenales. Así, nació el renacimiento, un estilo que buscó la inspiración en los modelos clásicos, ya que se suponía que entonces se intentó crear un arte a la medida del ser humano y no de las divinidades. Además, las monarquías se dieron cuenta de que apoyando este nuevo tipo de arte conseguían debilitar a la nobleza y la Iglesia en la disputa que mantenían por el control del poder y la representación social del mismo. En cuanto a la Iglesia, una vez se adecuó a la nueva situación, acabó promoviendo también este estilo e intentando que los temas profanos, cada vez más representados, no arrinconasen a los religiosos. De ahí que el renacimiento se convirtió, finalmente, en un estilo propagandístico para todos, vehículo formidable para las aspiraciones de poder ya no sólo celestial sino, sobre todo, terrenal.

Como no podía ser de otra manera, los modelos renacentistas llegaron de Italia, aunque a diferencia del románico y del gótico, el estilo renacentista no fue tan homogéneo y conoció una mayor variedad de modelos y diversidad en su plasmación artística. Sin embargo, todas las directrices que se siguieron tuvieron en común la recuperación de la tradición artística clásica, desterrando el estilo gótico. En este nuevo lenguaje, la principal referencia fue el ser humano, por lo que conceptos como la proporción, la simetría y la armonía se convirtieron en los elementos esenciales de la nueva sintaxis, mientras que el léxico se nutrió de elementos de la antigüedad clásica.

El renacimiento se implantó tarde en Euskal Herria. Y es que hasta el siglo XVI en las provincias vascas se mantuvo el estilo gótico, por lo que el renacimiento sólo pudo incidir al final del siglo y de un modo superficial, meramente decorativo y simbólico. En el siglo XVII el renacimiento comenzó a desarrollarse, aunque finalmente también tuvo que convivir con el barroco. Sin embargo, pese al corto período de tiempo que duró el renacimiento, en este estilo se crearon importantes manifestaciones artísticas destacando no sólo la arquitectura, sino también la escultura, en una corriente que denominaremos romanismo, y que tuvo especial incidencia en Navarra y en Gipuzkoa. En cuanto al estilo, el renacimiento es un compendio de influencias tanto europeas -Italia, Países Bajos y principados alemanes- como castellanas y aragonesas. De este modo, Euskal Herria volvió a desarrollar un renacimiento no autóctono pero sí particular, con unas artes plásticas dependientes de la influencia exterior y una arquitectura, una vez más, sobria y sencilla -huyendo del decorativismo-, pero monumental, a través de la combinación de volúmenes y espacios.