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Historia del Arte. Escultura

Con la invasión romana durante el siglo II a.C. el País Vasco entró en contacto con la tradición artística mediterránea. La atención hacia el volumen de tradición griega llegó al País Vasco para fundirse con tradiciones indígenas anteriores y con las culturas del metal que dominaban el País en ese momento.

En contraste con lo que ocurre con la pintura, de difícil conservación, tenemos muchos ejemplos de escultura por todo el País Vasco, sobre todo en las ciudades y lugares más romanizados, por ejemplo Pompaelo (actual Pamplona), Civitas Cara (Santacara), Andelos (cerca de Mendigorria), etc. donde se han encontrado esculturas de mármol de gran tamaño, a pesar de estar fragmentadas o en mal estado de conservación. Es probable que fueran esculturas importadas, aunque, poco a poco, se establecerían talleres locales. Se pueden destacar el fragmento de una cara de lo que probablemente fuera una diosa hallada en Santacara y el torso de Sangüesa, que pudo ser parte de un retrato; ambas del siglo I d.C.

Quizá la escultura romana más importante y mejor conservada del País Vasco sea la llamada Dama de Iruña-Veleia; está datada entre el siglo I y II d.C. y aunque hoy en día le faltan la cabeza y los brazos, es una escultura de gran calidad.

Por otra parte, han aparecido esculturas más pequeñas relacionadas con el culto o algunas creencias religiosas en muchos lugares en los que se asentaron los romanos. Suelen estar relacionadas con el culto al hogar o la protección personal y generalmente solían ser de bronce. Entre ellas mencionaremos la Isis-Fortunae hallada en Forua (Bizkaia) que mide 6,5 cm. y las esculturas halladas en el mar frente al cabo de Higer en Fuenterrabía, quizá piezas de bronce que adornaban un mueble de madera.

Como ejemplo de la continuidad de los ritos y las costumbres indígenas se pueden poner las estelas discoidales utilizadas en contextos funerarios. Los grabados y los relieves aluden muchas veces a las personas a las que recuerdan y aportan una información inestimable de la colonización romana, sobre todo las halladas en Aquitania, en relación con el conocimiento del euskera, y las de Álava y Navarra con decoraciones vegetales y antropomorfas más o menos esquemáticas.