Entrepreneurs

Goitia y Ostolaza, Francisco

Industrial guipuzcoano. Ordizia, 1851 - Ordizia, 1914.

La fábrica de vagones CAF de Beasain fue -y es- una gran empresa, la líder estatal del sector en el periodo 1884-1936. Llegó, además, a tener una reputación industrial enorme; no en vano, fabricó el 52% de la producción estatal de vagones, el 29% de coches y el 9% de furgones en ese periodo. Su prestigio sigue, aún hoy, intacto incluso para aquellos -probablemente la mayoría- que desconocen cómo inició su andadura.

Hijo de Domingo Goitia (uno de los fundadores de la Fábrica de Hierros de San Martín que instaló, en 1861, el primer alto horno en Gipuzkoa), Francisco parecía destinado a seguir y, acaso, ampliar la tradición ferretera familiar. Se inclinó, sin embargo, por la economía, realizando estudios en Inglaterra, el país del que fue entusiasta a lo largo de su vida. De su juventud "británica" le quedaron relaciones con el célebre político William E. Gladstone (1809-1898), con quien mantendría más tarde correspondencia.

La primera opción que le sugirió su padre fue tomar las riendas del negocio familiar en Beasain. Aunque la empresa disponía de materias primas y energía hidroeléctrica, se encontró con obstáculos; de un lado, la fábrica sufrió, como consecuencia de la guerra carlista (1873-1876), importantes daños, que obligaron a paralizar la producción. Además, la siderurgia vizcaína venía utilizando el horno alto de cock y el convertidor Bessemer -tecnología más avanzada que los hornos de carbón vegetal-, con los que produciría sus primeros aceros, en 1885. Goitia pronto se dio cuenta que para competir con ellos era esencial la modernización tecnológica: fijó sus ojos en el extranjero, y en especial en Inglaterra, a donde se trasladó para estudiar la fabricación de la hojalata.

Hacia comienzos de los ochenta, Goitia conoció in situ los avances técnicos que se estaban dando en el sector de la siderometalurgia, con vistas a adaptarlos en Beasain. En las Islas, adquirió maquinaria y una patente de producción exclusiva (para cinco años), a la empresa Siemens, pero también pudo contratar a técnicos galeses, que vinieron al Goierri a enseñar su oficio. El resultado fue la inauguración, en 1882, de la primera planta de hojalata en el Estado: la Sociedad "Goitia y Compañía".

En 1886, Goitia trasladó la fábrica a Sestao, iniciando la operación empresarial que desembocaría en la fundación de "La Iberia" (1890), una de las antecesoras de Altos Hornos de Vizcaya. Las razones eran puramente comerciales: el elevado coste del acero en Beasain, en comparación con el vizcaíno, junto con el temor de que, una vez expirada su patente, surgiese alguna fábrica rival, le persuadieron a acercarse a la siderurgia vizcaína. Para ponerla en funcionamiento, tenía que apoyarse en lo más granado de la burguesía bilbaína; se asoció con Echevarría Hermanos (importadores de hojalata). En Sestao comenzaron a producir hojalata, laterío y sartenes, además de acero, y para ello recurrieron a técnicos y obreros beasaindarras. La hojalata, ese invento inglés, había pasado de ser un producto secundario a uno básico, demandado por la construcción naval, la fumistería y los ferrocarriles.

La siguiente decisión audaz que tomó Goitia fue convertir la fábrica de Beasain en empresa metalúrgica. Para asegurar el respaldo financiero, logró convencer a Juan Manuel Urquijo Urrutia, miembro de la casa de crédito Urquijo y Cía. En abril de 1892 constituyeron "La Maquinista Guipuzcoana"; el objetivo: explotar las industrias de maquinaria, la forja y construcción de material móvil de Ferrocarril; las construcciones metálicas para edificios, puentes y obras; la fabricación de hierro y acero, y otras industrias metalúrgicas. En el tránsito finisecular, se diseñan máquinas, que luego son modeladas y almacenadas, de modo que 'si a una máquina fabricada en la casa se le rompiera una pieza, bastaría indicar su número para reproducirla'. Vagones y piezas de ferrocarril constituían la producción principal.

Aunque no inmediatamente, el empresariado metalúrgico vasco comenzó a estudiar métodos para evitar la competencia. En 1901, Urquijo fundó la Sociedad Española de Construcciones Metálicas, una concentración de firmas minero-metalúrgicas. La conformaron, entre otros, Talleres de Zorroza (Bilbao), Cifuentes, Stoldtz y Cía (Gijón), Cano Hnos. (Linares) y la fábrica de Beasain, cada una especializada en una línea determinada. El ingreso de la firma beasaindarra, por cierto, tendría una doble consecuencia de gran trascendencia sobre su futuro: por una parte, la consagró en el sector de material móvil ferroviario, superando a cuantas integraban la sociedad; y por otra, selló una relación duradera entre la factoría y los Urquijo, quienes se harían con el control administrativo y financiero.

Sería imposible, no obstante, glosar en los estrechos límites de esta entrada la otra cara (política, ideológica, pública) de este fuerista, republicano y economista beasaindarra [semejante tarea ha sido en parte acometida por Castells (1980)]. En cualquier caso, la campaña que impulsó, a finales de los años ochenta, contra los privilegios arancelarios de que gozaba el sector ferroviario [resumida en su libro, Cuestión arancelaria (1892)], me parece que servirían bien, de punto de partida. De aquí vendría, luego, su participación en la Liga Nacional de Productores, la Asociación Siderúrgica Nacional y la Liga Guipuzcoana de Productores (de la que fue presidente).