Lexique

FUNERAL

Antropología e Historia, II.
Funerales en Navarra en el siglo XIV.
Recoge también Yanguas en su Diccionario de Fueros la disposición de que en los funerales de las mujeres de villanos no se gaste más que siete robos de trigo y siete arinzadas de vino; y dos robos de trigo en la novena. Los villanos realengos y abadengos pueden gastar en el entierro seis robos de trigo, y seis arinzadas de vino; y dos robos de trigo para la ofrenda. Los pobres deben ser enterrados á cualquiera hora en que murieren; pero los ricos deben ser velados de noche por el Echaun ó la Echandra, y sino lo hicieren estando sanos, paguen la pena. El Echaun puede ir á sacar los ganados a pacer entretanto que la Echandra vela. Al salir el sol debe acudir el mayoral á la iglesia, y tocar tres veces la campana: entonces se presentará un hombre de cada casa, para abrir la sepultura los unos, y cuidar los otros de que al pasar hombres ó ganado no caigan en ella y reciban daño, al cual son responsables. Si ocurriera pasar el Ricohombre, Mesnadero, Prestamero, ó Merino, y no les advirtieren del peligro, aunque no reciban daño, podrán exigir 60 sueldos de multa. Si el difunto dejare el lugar del entierro á disposición de sus parientes, y estos despues de abierta la sepultura quisieren llevarlo á otra parte, podrán hacerlo llenando la misma sepultura de trigo, y cubriéndola con una losa, como si en ella estuviera el cadáver. Puede embargarse un cadáver por deudas estando fuera de su casa, y de la iglesia. Dice el Amejoramiento (cap. 21) que "en los entierros no se hagan gastos en comidas, ni coma ninguno que no sea vasallo ó pariente cercano del muerto hasta primo hermano, pena de diez libras al que lo diere, y 10 sueldos los que comieren. Si el que diere de comer fuere labrador pagará 20 libras de multa, y los que comieren 20 sueldos; pero esto no. se entiende con los clérigos del pueblo, ni religiosos".

Funerales en Bayona bajo el antiguo régimen. Relata Duceré que bajo el antiguo régimen existía la costumbre de celebrar ceremonias fúnebres, por los reyes, reinas y grandes personajes cuando morían. Por eso, las relaciones de este género son numerosas en los archivos de Bayona. Entre las principales citaremos alguna. En 1582, la ciudad envía una representación de 4 regidores y 4 jurados para llevar sus escudos de armas y sus antorchas a los funerales de M. de Gramont. El 31 de julio de 1610, tuvo lugar en la catedral una ceremonia fúnebre en honor del rey Enrique IV. Los alcaldes y regidores tenían todos un ceremonial especial para sus funerales. Y por esto podemos señalar el proceso verbal del entierro en 1660 de Pierre de Lahet, primer regidor, que lleva esta curiosa nota final: "Es lo que se observó a la muerte del dicho Pierre Lahet, primer regidor, y que los dichos señores de la Corporación juzgaron debían hacer oír para servir de recuerdo a la posteridad y remediar por este medio en un encuentro semejante una pena que podía traerles preocupaciones y que el descuido de su predecesor les ha procurado". Señalemos también, en 1677 la muerte del mariscal de Gramont, en Bayona, y orden seguido en la ceremonia fúnebre. En 1722, el entierro de Mme. Bruix, mujer del primer regidor. Y pocos días después el servicio celebrado en la iglesia catedral de Bayona, en honor de la princesa Sobieski, hermana de la reina viuda de España, María Ana de Neubourg. En 1762, el ceremonial observado en los funerales del conde de Gramont, mariscal de campo de los ejércitos del rey y comandante de Bayona. Finalmente, en 1787, el ceremonial observado en el entierro del marqués de Amou, lugarteniente del rey en Bayona. Estas menciones son suficientes para mostrar con qué cuidados la ciudad conservaba el recuerdo de los hechos que se producían en la vida comunal. En Bayona existía un ceremonial para las exequias de los alcaldes y regidores que era cumplido con toda escrupulosidad. El primer regidor, Lafont, el único fallecido en el ejercicio de sus funciones bajo el ancien régime, fue enterrado el 7 de enero de 1661, y los registros de deliberaciones de la ciudad han conservado la relación de la ceremonia. El cuerpo fue llevado por seis guardias y los restantes, precedidos de su capitán, rodeaban el ataúd, con los mosquetes al brazo. Se había pedido a la milicia armada que escoltase el cortejo. Dos tambores cubiertos de negro resonaban tristemente y un trompeta que precedía el cuerpo tocaba una melodía triste y lúgubre; además dos fornidos soldados, armados completamente, marchaban lentamente delante del ataúd arrastrando las picas, "dichos soldados se quedaron al lado del cuerpo hasta que finalizaron las oraciones de costumbre". Encima del ataúd se habían colocado el vestido rojo, el bonete y la espada del difunto. Cuando bajaron el féretro a la fosa, se disparó una salva de mosquetería. Después de la ceremonia la Corporación municipal volvió al Ayuntamiento y se hizo por escrito la relación de la ceremonia fúnebre para poder recurrir a ella en caso de necesidad. Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.

Referencias.
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