Vétérinaires

Fernández de Larrea Ortiz de Elguea, Gregorio

Veterinario. Nacido en Vitoria (Álava), el 10 de diciembre de 1838 y fallecido en Valladolid, en junio de 1890.

El hijo del veterinario Silvestre Fernández de Larrea, se matriculó en la Escuela de Madrid en 1854, con 17 años. Obtuvo el título un lustro después. A partir de este momento ejerció como veterinario en todos los cargos en los que su padre era titular: profesor de la Escuela práctica de Agricultura, inspector de carnes del ayuntamiento de Vitoria y responsable de la cría caballar de la Diputación.

Tuvo que hacer frente a numerosos episodios de viruela ovina en la ciudad, como los de los años 1863, 1876 y 1879, teniendo que prohibir la venta de leche y corderos.

En 1878, dos días después de fallecer su padre solicitó la plaza de Veedor Veterinario del ayuntamiento de Vitoria, que llevaba desempeñando como suplente desde el 1 de enero de 1860. Los problemas más habituales eran la cisticercosis y triquinosis porcinas y el pescado en malas condiciones.

Se ha documentado un caso de anisakiosis en Vitoria en 1884, que en aquella época llamaban "filaria": "esos pequeños gusanos son producidos por una enfermedad que padecen los pescados... un principio morboso que hace que la carne no se encuentre en todas las condiciones de sanidad necesarias". Como parece ser que todo el género estaba afectado y con el fin de no desabastecer el mercado, Gregorio Larrea autorizó la venta siempre que se advirtiese al cliente que tomara las precauciones oportunas para matar los parásitos, siendo decomisado en caso de infestación masiva. Al poco tiempo el Ayuntamiento acordó concentrar todas las pescaderías en un local que reuniera buenas condiciones, debido a las dificultades que se le presentaban al inspector para efectuar su trabajo. Los pescaderos criticaron la intervención municipal por un artículo publicado en la prensa. Reclamaron que si "la merluza" no era apta para el consumo, se abstendrían de traerla, ya que no podían, "por ahora", adquirir "el pescado sin filaria". Su petición fue desestimada y durante todo el verano continuó la concentración de pescaderías.

En 1886 tuvo que atender una grave epizootia de durina o "mal del coito", una enfermedad venérea de los caballos que comenzaba a causar estragos, hoy casi erradicada. En el informe que remitió a las autoridades afirmó que la ganadería equina se encontraba "en decadencia" y su ruina era inevitable si no se adoptaban medidas eficaces para mejorarla.

Sus últimos años estuvieron marcados por una enfermedad mental, ¿mal de Alzheimer?, teniendo que ser encerrado en el manicomio de Valladolid, donde falleció en 1890.

  • CAMARERO RIOJA, F. Historias de la veterinaria alavesa, Vitoria-Gasteiz, Círculo Vitoriano, 2006.