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EUSKARA OBJETIVO (LENGUAJE: HIZKUNTZA)

Hablar, decir y expresar. No es lo mismo hablar que decir, ya que hay personas que hablan mucho y no dicen nada o casi nada y, al revés, que hablan poco y dicen mucho. El hablar es mecánico; el decir, intelectual. Así itz egin, ele erran, es en euskara "hablar", "hacer o decir palabra", pero esan o erran, según los dialectos, es ya "decir". Cuando se habla, se habla sin más, pero cuando se dice, se dice "algo". El hablar lo registra el oído o un magnetófono. El hablar se "oye", el decir se "escucha". 01 que hablabas; escuché lo que decías. Entzun es "oír", aditu es escuchar. En un caso funciona el sentido del oído; en el segundo se presta atención. El decir, el saber decir, es un don y, sobre todo, el saber decir a tiempo. Es indudablemente parte del habla, pero la parte semántica del habla, aquella que interpreta el que oye en su propia mente. Lo que le llega es la emisión sonora, la cadena fonética del habla, pero portadora de un signo o clave que se interpreta a la llegada. Esa interpretación es lo supuestamente dicho por el hablante.

El vasco, por lo general, es conciso cuando habla, y no se pierde en recobecos y filigranas, aunque no faltan también los habladores pero en su lengua. Enfrentado al erdarahablante el euskaldun tradicional se suele mostrar retraído y en segundo término. A cambio de la filigrana, el vasco hablante prefiere el "dicho" oportuno o la frase ingeniosa en tono menor, que no es lo mismo que el ser "dicharachero".

Sobre la cortedad de los vascos (vizcaínos los llaman los textos clásicos castellanos) hay un autor, Lujan de Saavedra (en "La Vida de Guzmán de Alfarache") que da en el clavo. Dice así: "Y porque la lengua vizcaína no se puede trocar fácilmente, por ser intrincada, y suelen tropezar y hablar cortamente en la castellana, paréceles que no alcanzan más que lo que dicen; y engáñanse, porque más ingenio arguye el darse a entender, aun en la lengua ajena, con menos palabras; y en sabiéndola, no hay vizcaíno que no pruebe muy bien en toda cosa" (III, 395 a).

El hecho de desconocer el castellano hace que ya en el s. XV, Fernán Pérez de Guzmán, hable de "vascongados medio mudos". Lujan de Saavedra, siempre más certero, vuelve a insistir: "Viendo los vizcaínos lo mucho que se significa con pocos vocablos en su lengua, pensando que es así en la castellana, quieren hablar tan conciso y abreviado, que los llaman cortos como vizcaínos, y se ha tomado en proverbio".

Lo que no cuenta ninguno es cómo se expresan en su propia lengua y si no le fluyen las palabras, ligeras y ágiles, al bertsolari y al público que las comenta o corea sus finales adivinándolos. Sin la novedad de la noticia, sin la sequedad de la lección, el narrador de un cuento, el comentarista de radio, el actor de teatro, el orador, lucen ya el arte del idioma. Pero aquí aparece ya la literatura que, en cuanto preparada y elaborada, se diferencia por ejemplo del narrador de cuentos o del improvisador de poesías.

El improvisador, en prosa o en verso, personaje muy importante en el habla vasca, pertenece, de lleno, a la vida del idioma como tal. Interviene la sátira, el ingenio y el humor. Su obra no es ya ni informativa, ni pedagógica, ni siquiera de simple relación social: es festiva.

Estas muestras orales que vamos enumerando no agotan, ni con mucho, el repertorio: No sabemos si existen más tipos especiales que abarquen variedades menores. Quizá quede fuera el capítulo de rezos, donde la comunidad trata de comunicarse, individual o colectivamente, con el Ser Supremo. Ya su diferencia es profunda desde el momento en que todo el grupo es el que habla, simultáneamente u organizado, por lo menos, sin dirigirse a otra persona, sino a seres exteriores y sobrenaturales.

Antes de finalizar estas consideraciones consignemos que en materia de hablar nada hay estático. Todo es acaecer y en marcha pero que se repite y se repite obstinadamente. La expresión es la más personal de las especificaciones del hablar real ya que en ella pone el sujeto toda su gracia o desgracia, su poder cautivador o convincente, su capacidad expresiva. Las posibilidades expresivas del euskara, en sí, se conjugan con la facultad expresiva del hablante, que son dos cosas distintas aunque complementarias. Y de ahí que el hablar, en estilística, sea eminentemente "personal". Así como la semántica de la lengua se ciñe a la significación objetiva, a los conceptos de la misma, no así la del hablar, donde, además del mensaje, mejor o peor dicho, interviene una carga anímica que da eficacia intencional a lo que se dice. La lengua contiene algunos resquicios como la interrogación pero no va mucho más allá. Ahora, lo estilístico es algo así como una corriente anímica que da vida al hablar. Hay conversación animada y conversación lánguida, hay frases insustanciales y frases agresivas, amables u odiosas, palabras fuertes y expresiones enérgicas. Quizá aquí cabría tener en cuenta el taco y la palabra malsonante.

Aun en este aspecto, el euskaldun habla en tono menor y, a veces, con una fina y disimulada ironía. El taco y la palabra malsonante, no encajan bien en el tono comedido del hablar euskaldun tradicional. La blasfemia, desconocida en euskara, entra con el castellano, instalándose como una incrustación puerca y malsonante en el habla de algunos euskaldunes de poca personalidad.
La palabra fuerte, en ese sentido, puede ser también una locución. Se ha supuesto que no existían juramentos en euskara pero sí que los hay. Uno de los más conocidos, aquel que invoca a Dios como testigo de algo, ¡Ala Jainkoa! o ¡Ala Xinkoa!, no suena por igual en todo el país. En Erron kari cuando un suletino decía ¡Ala Xinkoa! sonaba muy mal, como blasfemia en castellano. Algo muy mi tigado e inofensivo es el ¡Alajaña! guipuzcoano. Además, los mismos suletinos, p. ej., usan en el habla expresiones atenuadas de Ala Xinkoa, como ¡Ala sinxo!, ¡Ala jinhoua!, ¡Ala jixpua!, ¡Ala jinkotzia!, etc., y, aún, ¡Ala goihena! La clásica interjección ¡Arrayua! no es sino una imitación del castellano ¡Rayos! ¡que te parta un rayo! Existen otras como ¡Arrano pola! de significación literal desconocida, !Debri pola!, en la que se alude al diablo, como en ¡Milla demoniyua! y siempre de alcance muy atenuado con respecto al castellano. El mal hablado por tacos y juramentos, puede ser también mal hablado por el uso de otras palabras como alu, "verenda mulieris", según Azkue, y que es voz malsonante y de origen sexual. En Guipúzcoa, cuando uno llama a otro ¡Aluba!, el insultado responde, ¡Nesketan galduba! Pero estas expresiones no son sino algo que dota al hablar normal y corriente en casos de enfado o de cólera. La estilística del hablar no la estilística literaria, es espontánea y eminentemente personal. Pero el taco y la palabra fuerte impresionan sin añadir gran cosa al significado. En el hablar real hemos de estar incesantemente exagerando, achicando, buscando expresiones llamativas, para atraer la atención y situarla en su justo límite: irakiten du gezurrez, "hierve en mentiras"; su ta gar dago, "está que echa fuego" (enfadado); kixkaltzen nauka, "me tiene frito"; arrapatzen bazaitut, zatituko zaitut, "si te cojo, te voy a despedazar". Todo el hablar está lleno de expresiones: egitan? "¿de veras?"; ala dirudi, "asi parece"; Al, bai, jakin dut, "Ah, sí, lo he sabido"; Gizajoa!, "pobrecito"; bai, pozik, "sí, gustosamente"; pozez zoratzen nago, "estoy loco de contento"; bai, enetxoa, "sí, hijito mío"; arren! zuaz lenbailen!, por favor! vaya cuanto antes". La expresividad, pues, es variadísima y obedece indudablemente a un esquema de posibilidades realizado hasta un cierto punto y que habría que aquilatar.