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COMPAÑÍA ARRENDATARIA DE TABACOS

Los gobernantes descubrieron muy pronto que el consumo de tabaco podía constituir una importante fuente de ingresos, abriendo camino la monarquía española que, en torno a 1610, gravó su importación con una regalía variable, según procedencia del producto (derecho de tipo económico que correspondía a la Corona). Poco después, en 1636, monopolizó la comercialización, prácticas que, en distintas épocas y con variadas formas, fueron aplicándose en buena parte de los países más desarrollados y que con las adaptaciones que se han creído oportunas, se han mantenido hasta nuestros días, si bien se encuentran en claro retroceso.

El País Vasco, al amparo de los Fueros, no estaba sujeto al monopolio estatal, que de hecho suponía la renta del tabaco, ostentando el derecho a la libre elaboración, circulación y venta, que tenían entidad importante sobre todo, por las actividades de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, fundada en 1728. A mediados del siglo XIX funcionaban siete tabaquerías o cigarrerías en San Sebastián, una en Tolosa y otra en Vitoria (que empleaban a unos setenta trabajadores), además de las de Bilbao.

La abolición de los Fueros por la Ley de 21 de Julio de 1876, supuso la supresión de los derechos tradicionales, obligando a las Corporaciones Administrativas, a impulsar la instalación de fábricas en Bilbao (1 de Julio de 1878) y San Sebastián (12 del mismo mes y año).

La fábrica de tabacos de Bilbao se ubicó en la Anteiglesia de Begoña, a dos kilómetros de la capital, en Santutxu, junto a la ermita de San Francisco. Antiguo refugio y cuartel durante las guerras carlistas, constituía un amplio recinto amurallado de cinco hectáreas. Se especializó en la elaboración de cigarros Farias y Chica, así como cigarrillos Pinos. En 1898 contaba con 488 operarias. Heraclito Farias, del que tomó nombre el conocido puro, visitó la empresa. Tras algo más de sesenta años de actividad, dejó de funcionar poco después de terminada la guerra civil española.

La tabacalera donostiarra de instaló en la calle Garibay, dentro del llamado primer ensanche Cortazar, en el antiguo edificio de la alhóndiga, donde se almacenaba tabaco, sobre todo el destinado a la exportación. A finales de 1878 la fábrica ocupaba un espacio que durante seis años compartió con la Diputación Foral, hasta que en 1885 las instalaciones fabriles llenaron todo el edificio. Se dedicó fundamentalmente a la elaboración de cigarros (Chica y cigarrillos fuertes y suaves), así como a la picadura de manojos de Virginia.

La insuficiencia de las instalaciones se puso de manifiesto muy pronto y a pesar de que la Compañía Arrendataria de Tabacos constituida en 1887, y titular de la empresa puso en marcha una drástica política de modernización (1888), se iniciaron conversaciones para la construcción de una nueva planta que diera respuesta a la demanda.

Tras numerosas incidencias en una construcción que afectaba a varios organismos e instituciones, que hicieron que la obra durara casi veinticinco años, después de más de tres décadas en la Calle Garibay, la Tabacalera pudo trasladarse a las nuevas instalaciones en el barrio de Eguía, junto al Ferrocarril del Norte, el 25 de Junio de 1912.

La nueva fábrica, asentada en un solar propiedad del Ayuntamiento de San Sebastián, de más de 13.200 m², es un edificio singular que recuerda a un palacio, se inauguró el 18 de Julio de 1913, continuando básicamente con la producción de las mismas labores.

Su incidencia en el empleo industrial de San Sebastián fue muy importante, pues en 1897 contaba con 693 trabajadores, de los que únicamente 30 eran hombres. Aunque en el proyecto de la nueva empresa se preveía una plantilla de 2.284 empleados, a los dos años de su puesta en marcha su número ascendía a 328, casi la mitad de los que había veinte años antes. En 1920 la plantilla llegaba a 465, de los que 445 eran mujeres y el 9 de Mayo de 1925 a 1.030 (913 mujeres y 117 hombres). Tras la guerra civil en 1944 el empleo total fue de 644, iniciándose un ininterrumpido declive.

La Compañía Arrendataria de Tabacos, que llegó a tener catorce plantas productivas en el conjunto español, al menos ocho anteriores a la donostiarra San Pedro de Sevilla (1620) Alicante (1801), La Coruña (1808), Madrid (1809), Gijón (1823), Valencia (1828), Santander (1835) y Logroño (1901), a medida que desaparecían las medidas proteccionistas y aumentaba la competencia, aceleró la aplicación de tecnologías de fabricación avanzadas y la racionalización de sus centros productivos, en lo que también influyó la mejora de las comunicaciones.

Unido a lo anterior la fusión de Tabacalera con la francesa Seita, dando vida a Altadis, hicieron que la tradicional fábrica donostiarra dejara de funcionar el 2002.

Actualmente el Ayuntamiento de San Sebastián, Diputación Foral y Gobierno Vasco, tratan de implantar en sus instalaciones el Centro Internacional de Cultura Contemporánea (CICC).

Carmelo URDANGARIN ALTUNA (2006)