Ordres Religieux

CISTERCIENSES

El Císter en Euskalerria. Los primeros cistercienses se establecieron en Leire al expulsar a los benedictinos el rey Sancho el Fuerte en 1230. Otros monasterios benedictinos como los de La Oliva, Iranzu, Fitero, Marcilla y Tulebras, parecen del Císter desde el s. XII o antes. Según Moret, el Císter entró en Iranzu en 1176. El monasterio de Santa María de Barria, en Álava, se cita ya en un documento de 1237.

El convento de Saint-Etienne d'Arribe-Labourd. Fundado hacia el año 1168 bajo el episcopado del obispo Fortaner, tomó en 1245 el nombre de Saint-Bernard, al ser ocupado por religiosas que, según bula del papa Inocencio IV, observaban la regla de San Benito, de la institución del Císter. Hacia 1358 se introdujo la Regla de los Premostratenses. Posteriormente observó la del Císter no reformado. Antes se habían establecido en la orilla izquierda del Adur en el barrio llamado Amuphaleon de Balíchon, lugar llamado Montory, y después, al trasladarse a la orilla derecha, quedaron bajo la jurisdicción del obispo de Dax; en el s. XVIII abrieron un pensionado para niños pudientes de Bayona y alrededores que subsistió hasta la Revolución, que les confiscó todos sus bienes cuando tenía el convento solamente seis religiosas y una hermana conversa. Del convento de cistercienses varones no quedan apenas vestigios en el barrio de Saint-Bernard, de Bayona. El Císter se estableció quizá en 1245 o en 1268, ya que una bula del papa Inocencio IV les titula bajo esa regla.

Congregación de la Corona de Aragón y Navarra. Entraron en ella todos los monasterios navarros menos lo de Iratxe y Urdax, que no eran cistercienses. Imitaban lo sucedido en Italia, Castilla y Portugal. A la convocatoria que Felipe III había hecho en 1613 no estaban invitados los monasterios navarros por el momento. La Bula Pastoralis Officii (19-IV-1616) establecía la Congregación en la Corona de Aragón.

La entrada de los monasterios navarros no se realizó hasta 1634. Felipe II, bajo el manto de los intereses religiosos "ocultaba el propósito de unir y someter Navarra a Castilla en lo eclesiástico como lo había hecho en lo político" (cfr. Moral, T., en "Príncipe de Viana", núms. 110-III, p. II). Según informe del Virrey (8-I-1569) había en Navarra cinco casas de Bernardos: Leire, La Oliva, Fitero (diócesis de Tarazona), Iranzu y Marcilla. Las cuatro primeras eran abadías; la quinta, priorato filial de La Oliva. Sus rentas aproximadas eran: Leire, 3.000 ducados al año; La Oliva, 4.000; Fitero, 4.000; Iranzu, 3.000 y Marcilla, 1.000. Sus abades usaban mitra y báculo y tenían asiento en las Cortes de Navarra hasta 1829. El número de religiosos oscilaba entre 6 (Marcilla) y 10 (Leire). Todos ellos estaban sujetos a la abadía francesa del Císter. El Rector del Colegio de San Bernardo de Alcalá aconsejaba a Felipe II: "Su Magestad tiene Breves particulares y generales para desmembrar estas casas de la jurisdicción de Francia y adjudicarlas a Castilla (como lo habían ya hecho con Galicia y Asturias) y todo esto sin que sucedan peligros ni escándalo".

Reyes y emperadores interferían los asuntos internos de las Abadías proveyéndoles abades profanos que disfrutasen de sus rentas faltando gravemente a las reglas de propiedad común de la orden y a los cánones conciliares que obligaban a un noviciado de doce meses cumplidos. Así el licenciado Pobladura, abad de La Oliva, no se decidía a tomar el hábito pero sí a disfrutar de las rentas de la Abadía. Presionado por el emperador Carlos V dejó la abadía por no tomar el hábito. Hábiles consejeros, como el citado rector (Fray Luis de Estrada) inducían al emperador a una política particularista castellana camuflada de servicio a la Corona. Incluso le llama la atención de que las casas religiosas son verdaderas fortalezas en el Reino de Navarra, que sería mejor las "poseyesen castellanos que no navarros para cualquier fidelidad". Y por si fuera poco le advierte que "ya los navarros tienen medio tragada esta purga".

Las diligencias oficiales en Roma y en los propios monasterios navarros para que rompieran sus lazos con la casa francesa fueron ineficaces durante los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV. Los abades navarros venían oponiéndose tenazmente. Ya en 1572 los cinco abades vascos se habían esforzado por anular la visita del visitador Solis, prior de Calatrava. En 1609 el abad de La Oliva intentó formar una "Congregación de Navarra" con los cinco monasterios. Fracasado el intento no quedó más remedio que entrar en la de Aragón y no en la de Castilla, unión confirmada por bula de Urbano VIII, de 1634. Hecha la unión, las Cortes de Tudela, de 1583, proponían al rey que cada uno de los monasterios cistercienses enviaran dos monjes a alguna Universidad para la propia habilitación de los religiosos, de las letras y beneficio de este Reino de Navarra. Desde entonces salieron estudiantes a las universidades de Salamanca, Alcalá y Lérida para aprender Artes y Teología. En 1730 tenía ya el de Fitero veinte maestros de Teología.