Vuelta del infante Carlos y revisión del Tratado de Briones, 1382-1383. Resentido física y moralmente quedó D. Carlos a partir de 1379, contando apenas con 47 años de edad. El desastre de Briones vino a ser algo así como el último desaire que le proporcionara una fortuna constantemente adversa. Yanguas expresa con decimonónica sencillez lo que debió ser un tremendo trauma psíquico: «parece ser que la desgracia que acompañó siempre a todas sus empresas, fue superior a la violencia de su carácter y que hasta su organización física participó del choque de los infortunios con la vehemencia de sus deseos de subordinarlo todo a su voluntad». Cayó, pues, enfermo de cierta gravedad. Mientras, era libertado el infante Carlos y el nuevo rey de Francia, Carlos VI, le devolvía los bienes confiscados por Juan «El Bueno». En diciembre de 1382 se hallaba ya con su padre -probablemente recuperado-, que ostentó el día de la llegada de su hijo un chapel de fierro guarnecido en otro de perlas y una flor de lis con piedras (Comptos). En su viaje a Castilla, el infante Carlos proporcionó otra alegría a su padre: logró la rectificación del Tratado de Briones mediante el llamado Tratado de El Espinal (19 de octubre 1383). Por él se acordó que Juan I de Castilla abandonara los castillos que tenía en prenda menos Tudela y San Vicente, que en éstos pudiera el navarro designar a los alcaides, que el infante ayudara personalmente y con gentes al castellano en su guerra por la sucesión de Portugal, y otros detalles. Meses después marchaba el infante Carlos a Portugal (enero de 1384).