Concept

La Octubrada

Nombre que recibió en Vasconia el levantamiento moderado de 1841. La "Octubrada" representa el primer jalón importante de lo que acertadamente el historiador británico R. Carr ha denominado "parlamentarismo pretoriano", cuya raíces se hunden en la larga guerra civil de 1833-1839. En medio del caos político-administrativo que la guerra supone, el Ejército se erige en la única fuerza real palpable de la Monarquía.

"La política militar en tiempo de guerra es siempre consecuencia de necesidades mutuas; los generales buscan apoyo político para sus propias estrategias, y los políticos buscan la victoria para reforzar su posición de partido".

Siguiendo con el análisis de Carr:

"en España la intervención militar se convirtió en un fenómeno crónico debido a que el deseo de los políticos de contar con el apoyo militar se extendió más allá de su necesidad primaria en tiempo de guerra, conjugándose con la ambición militar de producir una estirpe de militares políticos. No se trataba simplemente de que el Ejército fuera el refugio del liberalismo y la defensa de éste contra el carlismo: era también la única institución sólida del Estado liberal"

España 1808-1939, Ariel, 1969, pp. 215-216.

Dentro de esta tesitura es, pues, lógico que los moderados busquen también la protección de laureados espadones: Córdova, Narváez, O'Donnell, Montes de Oca, Diego de León, Borso, Concha, Pavía, Pezuela, etc. La conspiración moderada proclama a la desterrada María Cristina reina regente de España denunciando la usurpación de tal dignidad por el duque de la Victoria. Alrededor de esta conjunción de estrellas militares, la oposición civil constituye también su propio aparato. En el País Vasco, dado que el interés del carlismo difícilmente puede conciliarse con el de la dinastía reinante -el conflicto entre moderados y progresistas es una pugna interna al isabelismo- es sólo el esfuerzo moderado el que se vuelca a favor del próximo pronunciamiento, en especial en Bizkaia y Álava.

Repasando el elenco de colaboradores de El Vascongado, periódico trisemanal fundado por los moderados fueristas en agosto de 1840, podemos configurar, empezando por su director, Nicolás Delmás, la plana mayor de la oposición civil vizcaína en la que destacan Manuel Urioste de la Herrán, Pascual Uhagón y Máximo Aguirre, amén de Antonio Alcalá Galiano, Benavides, Escosura y Pacheco, refugiados en Bilbao durante la represión esparterista. Los dos diputados en Cortes, Manuel María de Aldecoa y Francisco de Hormaeche, completan el núcleo. En Álava son don Pedro de Egaña, futuro ministro de Isabel II, y el marqués de la Alameda las figuras más conspicuas del liberalismo foral; en Gipuzkoa, el diputado general foral, Francisco Palacios, y el conde de Monterrón; en Navarra, Joaquín Ignacio Mencos, conde de Guendulain, en cuyas frescas memorias puede hallarse la relación personal de las vicisitudes del alzamiento en Navarra.

Nunca podremos saber hasta qué punto fueron sinceras las encendidas manifestaciones foralistas del levantamiento moderado; tanto militares como autoridades forales no se cansaron de invocar las viejas leyes acusando al regente de haberlas conculcado. Pero como ocurre que éste, efectivamente, lo había hecho y sus intenciones al respecto, y pese a la promesa de Bergara y a la ley del 25 de agosto, eran inequívocamente hostiles, valga, para nosotros, la intención ya que no los hechos, puesto que el levantamiento, tras fracasar en Madrid el día 8 de octubre, fue abortado de forma estrepitosa.

Efectivamente, los días 2-3 de octubre de 1841 el general O'Donnell, de servicio en Pamplona, se alza en armas. Siguiendo el organigrama de la conspiración, en Madrid le sucederán Diego de León, Concha, Pavía y Pezuela; Piquero y Montes de Oca, en Vitoria; Santos de la Hera, en Bilbao; Urbiztondo, en Gipuzkoa; Narváez, en Cádiz, y Borso, en Zaragoza. San Sebastián, punto negro de la geografía foral, habría de ser tomada de no mediar imprevistos favorables. Entre el 3 y el 4 sigue la consigna el resto de las capitales vascas comprometidas. San Sebastián, por una parte, el general Alcalá, comandante militar de Gipuzkoa, por otra, se niegan a secundar el golpe. Un escuadrón de caballería se pronuncia en Tolosa proclamando los Fueros y la Constitución de 1837, mientras el general Urbiztondo lo hace en Bergara secundado por la diputación foral. En Navarra ni la diputación provincial ni el ayuntamiento de Pamplona son favorables al golpe; es más, la primera lanza diversas alocuciones exhortando a los navarros a sofocar la rebelión militar desatada en Pamplona. Por ello, es en Munárriz (valle de Goñi) y bajo la presidencia de Mencos, donde se constituye la primera diputación foral navarra desde la disolución de 1836. En Álava, sin embargo, es el diputado general, marqués de la Alameda (Iñigo Ortiz de Velasco), quien moviliza a los miñones secundando el alzamiento de Manuel Montes de Oca, que lanza una vibrante proclama en pro de los Fueros. El "Gobierno Provisional del Reino durante la ausencia de la reina gobernadora" que se constituye en Vitoria bajo la presidencia de este militar, cuenta, asimismo, entre sus componentes con destacados fueristas. En Bizkaia también se alzan las tropas en la persona del coronel La Rocha y del jefe de los miqueletes Erezuma, pero el alma de la sedición es Manuel Urioste, el santurzano ex progresista, factotum de la diputación foral vizcaína, autodesignado ahora "comisario regio" del Señorío. El día 5 se celebró en Bilbao el "triunfo" del alzamiento; el Gobierno provisional restableció en toda su plenitud el régimen foral. Las tres diputaciones provinciales apelan a las armas y al alistamiento general destacando el ardor bélico de las proclamas vizcaína y alavesa. Al día siguiente queda restablecido "el beneficio de bandera de la noble e invicta villa de Bilbao", beneficio indispensable a la vida comercial de la villa del que ésta disfrutaba desde antiguo y había sido desposeída por Espartero.

Pero el resto del organigrama falla. En Madrid el intento de Concha y León queda reducido a un episodio romántico en el que un puñado de guardas de corps basta para repeler el ataque al palacio de la reina. Borso di Carminati es apresado al querer efectuar la junción con Pamplona sobre la que avanzará, desde Burgos, el general Rodil, fiel al regente. En Gipuzkoa, Simón de la Torre e Iturbe contienen a Urbiztondo; San Sebastián, Irún y Eibar se erizan, en defensa del progresismo -es decir, las aduanas-. La misma Álava está amenazada por las tropas del feroz Zurbano que, apoderándose de Miranda, se dispone a tomar Vitoria y Bilbao. En este momento culminante llega al país el mensaje del pretendiente Carlos María Isidro de Borbón por el que ordena a sus numerosos seguidores que se mantengan "tranquilos y resignados". Aislado, el movimiento comienza a perder aliento al no contar con el menor apoyo de un pueblo desengañado y esquilmado tanto por la guerra como por la ocupación militar aún permanente. La primera señal de alarma la dan las Juntas de Guernica que, reunidas el 12 de octubre, deciden enviar delegados a Madrid para tratar "el modo de llevar a efecto el arreglo por el cual ha de quedar resuelta nuestra suerte futura", comisión que apenas es escuchada en la capital del reino. La segunda, el ayuntamiento de Vitoria (17 de octubre) que quiere prevenir los horrores de un asedio y acuerda "que no se hiciera resistencia en la ciudad ni en toda la provincia a las tropas que se reunían cerca del Ebro". Las Juntas de Álava aprueban la decisión, lo cual provoca la dimisión del diputado general Ortiz de Velasco, al que pocas esperanzas quedan ya de un honroso desenlace. Montes de Oca decide entonces emprender la huida junto con la diputación foral de Álava y cien miñones, Egaña, Piquero y otros implicados, amén del regimiento de ligeros y algunos carabineros. Parte de la comitiva se dirige hacia Pamplona, parte hacia Lekeitio y Montes de Oca hacia Bergara donde, apresado por los ochos miñones de su escolta, es entregado y pasado por las armas en Vitoria el día 19.

Espartero en persona marcha al Norte a reprimir la insurrección moderada, al mando de un ejército de operaciones constituido con todas las tropas de Madrid y aledaños. En la alocución preliminar incita a cubrir "de confusión y de ignominia a los que encienden esta tea de discordia invocando Fueros que hasta ahora sólo han servido de pretexto para cubrir de horrores vuestro suelo". Tanto el ayuntamiento de Vitoria como las Juntas han decidido no ofrecer la menor resistencia y entregar 1.600 raciones de carne, pan y vino. EL mismo día 19 entra Alesón en Vitoria. Los caminos de Gipuzkoa y costa vizcaína conocen entonces la huida de militares y autoridades civiles vascas que tratan de conseguir alguna embarcación o de llegar a la frontera: Urbiztondo, La Rocha, Alcalá Galiano, el conde de Monterrón, Clavería, Palacios, Izaguirre, La Torre, Hormaeche, Uhagón, Urioste, marqués de Santa Cruz y Valmediano, Ortiz de Velasco, jefe y oficiales del convenio que estaban con los rebeldes, oficiales y paisanos.

"Abandonada la ciudad de Bilbao por las autoridades y la fuerza -relata la Revista de Madrid - quisieron algunos enarbolar la bandera absolutista y pusieron al efecto, según tenemos entendido, en libertad a algunos presos de la cárcel; pero el brigadier Zurbano entró en aquélla el día 21 y fusiló a algunos de los que mandados por Castor le habían hecho fuego. Con esto pudo ya considerarse como totalmente acabada la insurrección de Bizkaia".

Respecto a Navarra, el 23, el general Rodil se dirige hacia Pamplona donde los batallones de Extremadura y Zaragoza se entregan. O'Donnell, el brigadier Ortigosa y varios jefes y oficiales atraviesan la frontera por Urdax. Llegado el 24 de octubre a Bilbao, inicia entonces Zurbano una cruel represión sobre la villa. Por mandato suyo es constituida nueva diputación con todas las personalidades progresistas de las que puede echar mano, encabezadas por Víctor Luis de Gaminde. Cierra El Vascongado, pasa por las armas a diversas personalidades entre las cuales Erezuma, Leguina y el presbítero Zavala, cesa al ayuntamiento y a los empleados forales, aterroriza a la población por medio de bandos en los que amenaza de muerte a los posibles contraventores, incluso a "todo el que no siendo militar use boina o se deje bigote".

Bizkaia tuvo que soportar los desafueros del ex guerrillero constitucional hasta el 11 de diciembre en que, por orden de Espartero, vuelven las autoridades civiles a tomar el mando de la provincia. El escribano Muñagorri fue asesinado en Erasun durante el levantamiento.

El 29 de octubre de 1841 se cierra en Euskal Herria peninsular el primer jalón abolitorio de los Fueros vascos iniciado con la invasión francesa de 1808. En el decreto firmado por Espartero se establecen ya, de forma definitiva, las nuevas bases sobre las que va a descansar la nivelación de las provincias vascongadas con las del resto del Estado. No creo que la redacción del mismo diera mucho trabajo a su autor -don Pedro Gómez de la Serna, jurista de renombre y a la sazón jefe político de Bizkaia-, puesto que, en lo esencial, apenas difiere de la ley Paccionada de Navarra aprobada meses antes. La parte dispositiva establece la supresión de los corregidores, la normalización de los ayuntamientos y sistema judicial, la supresión de las Juntas, pase y diputaciones forales, el traslado de las aduanas y un cupo militar obligatorio. La diferencia sustancial con Navarra consistió en el sistema de tributación que, siendo un cupo fijo de 1.800.000 reales en el ex reino, pasaba a descansar en una Comisión Económica provincial compuesta por cuatro personas designadas por el jefe político, comisión presidida por tal autoridad con derecho a voto. Como es de imaginar y lo testimonian los diversos autores, el decreto abolitorio causó consternación. Espartero faltaba, de forma flagrante, a la palabra otorgada en 1839 a los carlistas (y a los liberales) que, salvo casos aislados, se habían negado rotundamente a secundar el alzamiento moderado. Las Comisiones Económicas creadas por el "invicto" militar no sólo se dedicaron a recaudar los fondos públicos sino que, de hecho, constituyeron el organismo ejecutorio de la política nivelatoria enunciada en el decreto susodicho.

En Álava, su primera disposición fue, por ejemplo, la supresión de 100 miñones de infantería y 60 de caballería, convirtiendo a otros 42 en peones camineros. Otro de sus cometidos fue preparar el proyecto de nivelación de los Fueros en lo tocante a la administración, trabajo que les ocupó hasta el 16 de julio de 1842 en que, constituidas las diputaciones provinciales, las comisiones fueron disueltas. La labor progresista quedaba así rematada. Sustituido el pretexto del alzamiento carlista por el que prorporcionó el pronunciamiento moderado, el proceso abolitorio alcanzaba el primer jalón importante.