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Historia y desarrollo de la Museística

La definición del término museo de forma regulada surge en el siglo XX y desde sus comienzos hasta la actualidad ha estado sujeta a sucesivos retoques y ampliaciones. Según el ICOM (Consejo Internacional de Museos), el museo se define como "Institución permanente, sin fines lucrativos, al servicio de la sociedad que adquiere, conserva, comunica y presenta, con fines de estudio, educación y deleite, testimonios materiales del hombre y su medio".

Desde un punto de vista etimológico, la palabra museo procede del vocablo griego mouseion, en latín museum, que significa casa de las musas, diosas inspiradoras de toda forma de pensamiento y de creación artística.

La historia y la evolución del museo están estrechamente ligadas a la evolución humana. Aunque fue la cultura griega la que sentó las bases de la creación de dicha institución, el atesoramiento de objetos y los hábitos de coleccionismo de piezas de valor existen desde los orígenes de la humanidad.

Durante la Prehistoria, el afán de acumular objetos estuvo ligado, entre otros muchos factores, al sentimiento religioso, a la curiosidad por lo misterioso y a la fascinación por lo bello.

En las civilizaciones de la Antigüedad, la propia existencia humana y la preocupación por la vida del más allá determinaron la actividad coleccionista. Por ejemplo, algunos monumentos funerarios del mundo egipcio atesoraron verdaderas colecciones de objetos y piezas de valor. Además, algunos botines de guerra, como el obtenido tras el saqueo de Babilonia, se expusieron públicamente para su contemplación, como testimonio sociocultural e histórico del pueblo.

La civilización griega, además de otorgar el origen etimológico al término, sentó las bases de la actual concepción de museo. El sistema democrático establecido en la Grecia clásica permitió que el disfrute de los objetos de arte y el coleccionismo de piezas de valor, restringido a las élites en las anteriores civilizaciones debido a su carácter autocrático, fuera más accesible e igualitario. Como ejemplo, se pueden citar los tesoros de algunos templos (el tesoro de los atenienses, en el santuario de Delfos, el tesoro del santuario de Olimpia, entre otros) constituidos por las donaciones o exvotos de los fieles, que se podían contemplar y visitar a cambio del pago de una entrada. Estas piezas, realizadas por los artistas con más renombre del momento, se catalogaban en un inventario general y se exponían en las diferentes dependencias del templo. Otro ejemplo a recordar es la pinacoteca ubicada en los Propileos de la Acrópolis de Atenas, donde se guardaban no sólo las pinturas, sino también objetos antiguos, estandartes, trofeos, etc. Ambos términos, tanto el de tesoro como el de pinacoteca, guardan estrecha relación con la concepción del museo actual.

Durante el periodo helenístico, el término museo adquiere una nueva dimensión, más científica, al referirse al mismo como casa de las musas y centro de la cultura y del saber. Uno de los ejemplos de mouseion más representativo de este periodo es la Biblioteca o centro del saber de Alejandría, lugar donde no sólo se recogían ejemplares literarios sino también multitud de obras de arte atesoradas por la dinastía de los Ptolomeos.

En el mundo romano, basándose en la herencia dejada por el pensamiento helenístico, el museo continuó desarrollando y ampliando su labor científica, como lugar de enseñanza, creación e investigación. Paralelamente, el coleccionismo fruto de expolios, botines de guerra, compras y adquisiciones de todo tipo, adquiere un gran desarrollo, así como su exhibición pública y sobre todo privada (en palacios y villas). Este auge del coleccionismo privado impulsó el comercio de obras de arte, las labores de conservación y los talleres de reproducciones artísticas.

En la Edad Media el coleccionismo es desarrollado de forma especial por la Iglesia. Durante la Alta Edad Media, los centros religiosos y culturales más representativos del momento, es decir, las iglesias y los monasterios, acumularon gran cantidad de obras de arte y objetos valiosos. En la Baja Edad Media, gracias al desarrollo de los centros urbanos, el coleccionismo pagano volvió a estar en auge. Los príncipes, señores feudales y las élites del momento fueron los responsables de este nuevo impulso. No obstante, tanto en el ámbito eclesiástico, como en el urbano, el carácter privado y el deseo de no mostrar los bienes artísticos fueron las notas predominantes de este periodo.

Durante el Renacimiento, se llevó a cabo una recuperación del espíritu coleccionista propio de la época romana. Hacia mediados del siglo XV, el término museo perdió su concepción de centro del saber y adquirió una concepción más cercana a la que tiene en la actualidad. Comenzó a aplicarse a las colecciones formadas por piezas artísticas y objetos raros o curiosos. También en este momento se produjo una síntesis entre los objetos de culto y los objetos de carácter pagano, es decir, entre el arte religioso y el arte profano. La pieza de arte alcanzó una nueva dimensión cultural, testimonial, surgiendo de este modo el concepto de patrimonio artístico que constituyó el germen de los museos.

Algunos fundamentos de la cultura renacentista como el humanismo, antropocentrismo y mecenazgo influyeron también en la nueva concepción del museo durante este periodo. La recuperación de la cultura grecorromana, la valoración de las creaciones humanas y la protección de los artistas por parte de las clases pudientes, impulsó un nuevo coleccionismo. El valor económico, la ostentación y el prestigio social para el propietario son elementos que están muy presentes en el coleccionista de este periodo.

Desde un punto de vista histórico, la Galería de los Uffizi (1564), encargada por la familia Médicis en Florencia, constituye el primer ejemplo de edificio pensado para museo. Este proyecto tuvo seguidores tanto dentro como fuera de Italia.

A lo largo del siglo XVI y sobre todo en el siglo XVII, durante el periodo Barroco, aristocracia, príncipes, reyes y papas acumularon un importante patrimonio en torno al cual se gestaron los grandes museos europeos. Entre las colecciones más importantes destacaron, la de los Papas de Roma, de los Médicis en Florencia, de los Habsburgo en Viena y Madrid, de Wittersbach en Munich, de Hohenzollern en Berlín, de Borbón -Parma en Nápoles, de Valois y Borbón en París, de Romanoff en San Petesburgo y de Carlos I en Inglaterra. Tampoco se pueden olvidar las colecciones particulares y gabinetes de curiosidades de la burguesía, clase social enriquecida durante este periodo por la intensa actividad comercial. De hecho, en la segunda mitad de esta centuria, concretamente en el año 1683, se creó en Oxford, Inglaterra, el primer museo concebido como institución pública, el Ashmolean Museum. El legado artístico y arqueológico del coleccionista particular Elias Ashmole constituyó el fondo inicial de dicho museo.

La revolución intelectual (Ilustración) que se produjo a lo largo del siglo XVIII trajo consigo la sustitución de los viejos conceptos tradicionales por el predominio de la razón. En el aspecto museológico, esta nueva concepción del mundo se materializó en una mayor especialización de los contenidos y en una nueva valoración del objeto o pieza artística. Perdidas sus anteriores funciones como elemento de ostentación y prestigio, el patrimonio artístico pasó a ser considerado objeto de exhibición y de estudio histórico, estético y sociológico. Las instituciones museísticas se convirtieron en lugares de aprendizaje y el patrimonio expuesto se utilizó para exaltar los valores históricos de cada país o nación. A pesar de que el acceso al museo todavía era restringido, ya que su disfrute continuaba siendo privilegio de unos pocos, puede decirse que el concepto moderno de museo se crea en esta centuria. El British Museum de Londres creado en 1753 y la Galería de Belvedere en Viena abierta al público en 1783 constituyen dos ejemplos del momento.

A finales de esta centuria y auspiciada por el espíritu de la Ilustración y de la Revolución Francesa (1789) se produjo la asociación de dos términos, colección e historia, proceso que determinó la concepción moderna del término museo. Partiendo de esta asociación, se extendió la idea de que el arte es el testimonio de la existencia de un pueblo a lo largo de su historia y, como tal, debe ser disfrutado por todo el público. Por tanto, el patrimonio artístico, hasta entonces privado, debe convertirse en patrimonio común. Esta teoría en la práctica se materializó en desamortizaciones, requisamientos de colecciones reales y privadas, y expolios arqueológicos que darán lugar a los museos públicos del siguiente siglo. El museo Louvre de París constituye uno de los ejemplos más representativos de este momento. Creado a partir del coleccionismo monárquico, del trabajo de los hombres de la Ilustración y de las desamortizaciones de la Revolución, se abrió definitivamente al público en 1793.

El carácter público y didáctico de la institución museística se consolida durante el siglo XIX. Durante este periodo, las elites políticas y económicas, integradas por la burguesía, se asientan en el poder y encuentran en los museos una forma de legitimar su condición y poder. Aunque al principio restringen el acceso a estas instituciones a los miembros de dichas élites, progresivamente el carácter público se irá afianzando. En cuanto al aspecto didáctico, se reconoce el valor sociocultural de los objetos creados en el pasado más reciente. Es por esto que la mayoría de las actividades humanas, no sólo artísticas sino también industriales, se verán reflejadas en los museos. Se produce en este momento una mayor especialización del museo en función de la colección que alberga. Surgen así los museos arqueológicos, antropológicos y etnográficos, de artes decorativas, de arte antiguo, de arte moderno y contemporáneo y otros de muy variados contenidos.

A lo largo del siglo XX, la institución museística se adapta a los nuevos acontecimientos. No solo se encarga de albergar y conservar el patrimonio sino también de divulgarlo y valorarlo. El concepto de museo como lugar donde se custodian, conservan y presentan las colecciones se ha superado. En su lugar, ha surgido una nueva museología que plantea el museo como una institución viva, que genera aprendizaje a partir de sus contenidos y exige una participación directa por parte del visitante-espectador.

En la actualidad, el concepto de museo continúa ajustándose a las nuevas circunstancias, lo que implica una nueva configuración y una redefinición de sus contenidos. Existe una tendencia a los museos cada vez más especializados y a una valoración de lo expuesto desde un punto de vista más social, como documento y reflejo de una mentalidad y de una cultura.

Además, en esta nueva reconceptualización, el aspecto económico cobra un papel sumamente importante. Su capacidad para atraer turismo e impulsar las economías locales está muy presente, llegando a convertirse en algunas ocasiones en verdaderas empresas culturales.