Prosopografía de la emigración vasca . Eclesiástico, una de las figuras señeras de la presencia religiosa vasca en el Río de la Plata, llegando a ser nombrado primer obispo de Melo (Uruguay). Nacido en Tolosa (Gipuzkoa) el 25 de junio de 1862, emigrado junto con toda su familia en Uruguay debido a la derrota carlista en la última guerra, siguiendo los pasos de su hermano Faustino Arróspide ingresó en el seminario de Montevideo. Allí fue seleccionado en 1883 por el obispo Mons. Inocencio Yéregui para ingresar en el Colegio Pío Latino Americano de Roma, donde completó su carrera seminarista y fue ordenado sacerdote, el 21 de diciembre de 1890, realizando además estudios complementarios en la Universidad Gregoriana.
Tras su ordenación regresó a Uruguay donde fue nombrado para trabajar, sucesivamente, como teniente en los curatos de Mercedes (junto con su hermano) y Pando (Canelones).
El 27 de junio de 1895 recibió su nombramiento como párroco de la iglesia matriz de San Pedro, de Durazno, en el interior del país. Sería párroco de Durazno durante un cuarto de siglo, hasta ser elegido para el cargo episcopal. Como señala O. Padrón Favre, «ejerció su cargo en momentos de crucial significación para la Iglesia (..) uruguaya», cuando se produjo la separación entre Iglesia y Estado y se implantó una decidida laicización de la vida pública del país. Debido a su formación romana, siguiendo fielmente los principios de la encíclica Rerum Novarum de León XIII, orientó a la Iglesia de Durazno hacia la ocupación de un nuevo papel en la sociedad. Joaquín Arróspide, como párroco, daría inicio a numerosas iniciativas sociales en Durazno: creación de la Caja Popular -más tarde convertida en el «Banco de Durazno»-, de la editorial «Librería Católica» -de gran repercusión en su tiempo-, de la Biblioteca pública de la Iglesia de San Pedro, así como de diversas asociaciones laicas católicas (especialmente el Círculo Católico de Obreros y el Centro San Luis Gonzaga).
Sin duda toda esta actividad, que le hizo ser especialmente conocido en los círculos católicos uruguayos, influyó en que, cuando la Santa Sede se decidiera a promover los titulares que debían ocupar las sedes episcopales de Salto y Melo (vacantes desde su creación), pensara en el guipuzcoano de Durazno. Elegido obispo de Melo en julio de 1922, fue consagrado en Durazno, de manos del arzobispo de Montevideo, Juan Aragone, en febrero de 1923. La noticia, como era de esperar, también tuvo amplia difusión en la colonia vasca, no sólo de Uruguay, sino también de la vecina Argentina.
Durante cinco años regentaría la extensísima diócesis de Melo, que abarcaba todo el oriente uruguayo. Durante esos años, dedicó gran parte de su actividad a recorrer su obispado; precisamente estando de visita en el pueblo de Carmen, se sintió indispuesto; de regreso en Melo, fallecería un mes después, el 18 de abril de 1928. Fue enterrado en Durazno.
Óscar ÁLVAREZ GILA
Profesor de Historia de América. U.P.V.-E.H.Unibertsitatea
Tras su ordenación regresó a Uruguay donde fue nombrado para trabajar, sucesivamente, como teniente en los curatos de Mercedes (junto con su hermano) y Pando (Canelones).
El 27 de junio de 1895 recibió su nombramiento como párroco de la iglesia matriz de San Pedro, de Durazno, en el interior del país. Sería párroco de Durazno durante un cuarto de siglo, hasta ser elegido para el cargo episcopal. Como señala O. Padrón Favre, «ejerció su cargo en momentos de crucial significación para la Iglesia (..) uruguaya», cuando se produjo la separación entre Iglesia y Estado y se implantó una decidida laicización de la vida pública del país. Debido a su formación romana, siguiendo fielmente los principios de la encíclica Rerum Novarum de León XIII, orientó a la Iglesia de Durazno hacia la ocupación de un nuevo papel en la sociedad. Joaquín Arróspide, como párroco, daría inicio a numerosas iniciativas sociales en Durazno: creación de la Caja Popular -más tarde convertida en el «Banco de Durazno»-, de la editorial «Librería Católica» -de gran repercusión en su tiempo-, de la Biblioteca pública de la Iglesia de San Pedro, así como de diversas asociaciones laicas católicas (especialmente el Círculo Católico de Obreros y el Centro San Luis Gonzaga).
Sin duda toda esta actividad, que le hizo ser especialmente conocido en los círculos católicos uruguayos, influyó en que, cuando la Santa Sede se decidiera a promover los titulares que debían ocupar las sedes episcopales de Salto y Melo (vacantes desde su creación), pensara en el guipuzcoano de Durazno. Elegido obispo de Melo en julio de 1922, fue consagrado en Durazno, de manos del arzobispo de Montevideo, Juan Aragone, en febrero de 1923. La noticia, como era de esperar, también tuvo amplia difusión en la colonia vasca, no sólo de Uruguay, sino también de la vecina Argentina.
Durante cinco años regentaría la extensísima diócesis de Melo, que abarcaba todo el oriente uruguayo. Durante esos años, dedicó gran parte de su actividad a recorrer su obispado; precisamente estando de visita en el pueblo de Carmen, se sintió indispuesto; de regreso en Melo, fallecería un mes después, el 18 de abril de 1928. Fue enterrado en Durazno.
Óscar ÁLVAREZ GILA
Profesor de Historia de América. U.P.V.-E.H.Unibertsitatea