Udalak

ZURAIDE

Noticias antiguas. Souraïde fue un antiguo priorato-hospital unido, durante algún tiempo, al de Oxance. El barrio principal se llamó antiguamente Gostoro; otro tuvo el nombre de Parabis. Gostoro era un feudo dependiente del barón de Espelette: éste recibía el título de barón de Espelette, señor de Gostoro, de Amotz y otros lugares. Las colaciones de la diócesis dan al lugar el nombre de Sanctus Jacobus de Souraide en 1693.

Epoca revolucionaria. Al estallar la Revolución se hallaba al frente de la parroquia el abad Durruty con su coadjutor Dominique Deyheralde de Hasparren. Ambos se negaron a prestar el juramento constitucional. El abad Durruty tenía una gran amistad con el superior del seminario de Larressore y con su hermano Pietre Duhalde, propietario en Souraïde. El sirvió de guía, junto con este último, a Mgr. Villevielle, obispo de Bayona, para el paso de la frontera. También ayudó a diversos eclesiásticos de la diócesis hasta que al fin él mismo tuvo que exilarse. La llegada del nuevo cura constitucional, Diharassary, nombrado también párroco de Espelette, fue recibida con abierta hostilidad de parte de la población. La apelación que éste hizo al directorio del distrito para que le ayudara la guardia nacional no hizo más que soliviantar aún más los ánimos hasta que Diharassary se retractó. En 1793 los revolucionarios cambiaron el nombre de la localidad por el de Mendialde. Los atropellos a los habitantes se acrecentaron durante la guerra de la Convención por la ayuda prestada a los fugitivos. El decreto del 3 de marzo de 1794 dio rienda suelta al terror. A la vez que se decretaba «infames» a las comunas de Sare, Itxassou y Ascain, se ordenaba que todo ciudadano de Souraide sobre el que recayera la sospecha de espíritu antirrevolucionario o de ayuda al enemigo fuera deportado. 38 vecinos fueron deportados a las Landas donde presos de las enfermedades y de la miseria fueron pocos los que volvieron [-H].

Guerra napoleónica. En el verano de 1813, bandas de 20, 30 o 40 soldados se esparcían por la comuna y robaban todo lo que pillaban; el alcalde, impotente ante estos soldados franceses, veía cómo estos hechos ocurrían delante suyo.

Inventarios de 1906. El agente fiscal, encargado de hacer el inventario de los bienes de la Iglesia, tiene que abandonar la localidad tras la negativa del párroco a abrirle las puertas de la parroquia.