Pintoreak

Zarrabeitia Miñaur, Lourdes

Pintora vizcaína, nacida en Bilbao en 1938. Madre del escritor Asel Luzarraga Zarrabeitia y hermana del destacado fotógrafo bilbaíno Pedro Zarrabeitia Miñaur.

Pionera en una época dominada por un mundo del arte masculino, Lourdes Zarrabeitia comenzó, desde su primera participación en una exposición colectiva en 1972, en la bilbaína galería Windsor, a ensanchar las puertas para otras pintoras de su generación y de las siguientes. Tempranamente lograría diversos premios y galardones, como los otorgados por la Peña Artística Barrueta los años 1975 y 1976, en cuyas exposiciones venía participando desde 1973.

Así, en 1976 se convierte en una de las primeras pintoras para las que la galería Windsor ofrece una exposición individual, algo que repetiría sucesivamente en 1979 y 1981. Durante 1982 sus cuadros viajarían a exposiciones colectivas en Hondarribia, Baiona y Donostia, y en esta ciudad, la galería Echeberría le dedicaría sendas exposiciones individuales en 1983 y 1986, en una relación que se extendería hasta sus últimos años en activo.

Durante esos primeros años la crítica fue haciéndose eco de su andadura, y en 1979 La Gran Enciclopedia Vasca le dedicó el fascículo 222(bis) del volumen XXI de su Biblioteca: Pintores y escultores vascos de ayer, hoy y mañana. Así, diversas plumas reflejarían de esta manera sus impresiones sobre la artista que se iba abriendo camino:

“Y sí; en los lienzos palpitaban unos paisajes como sorprendidos “in fraganti” en toda su intimidad y plenitud, en toda su esencialidad, con su tono de luz y su capacidad de sugerencia. Cada cuadro era una ventana por la que entraban ramalazos de intemperie hechos belleza, eternizados y transfigurados por la magia pictórica de la artista.

(…)

Pocas veces he visto pintura que sea al mismo tiempo tan grata y de tanta calidad. Creo que tienes un trozo de la historia de la actual Pintura Vasca dentro de casa.”

Luis de Castresana, 1976

“La libertad de la pincelada, la limpieza del color unida a lo que me parece lo más gratificante de su obra, a mi juicio, la sensación de luminosidad espacial, queda ratificado por una calidad real de las luces y unos buenos logros en los campos del semitono que enriquecen el tránsito de las necesidades lumínicas de la atmósfera”

Javier Franco, 1978

“Diversidad temática vertida por la pintora en cuadros sensibles, espontáneos, intuitivos y de halo poético, taraceados de limpias justezas de color en definiciones cromáticas que van más allá de pasividades visuales meramente receptivas. Gradaciones tonales que, sin brusquedades, dan en la diana de planos y modulaciones en profundidad, paleta sugestiva de generoso teclado, ternura y lirismo de marchamo personal a la hora de hacerse con sus temas, son la tónica positiva y explicativa de una pintura justamente acreedora al éxito ya confirmado por la afluencia de visitantes y excelente acogida por parte de contempladores y público en general”

Juicio crítico de Sirimiron, 1979

“Por lo que a gamas y lenguaje plástico se refiere, notorio enriquecimiento de una pintura que transpone encorsetadas definiciones del color en pro de transiciones y semitonos de un registro cromático cada vez más envolvente, mórbido y gradual, favorecedor de más amplias escalas y valores integrados, sin violentos contrapuntos, en armonías bien concertadas y definidoras del cuadro.”

Luis de Lázaro Uriarte, 1979

“Cuando en un la pintura -en un cuadro- la luz se hace atmósfera la convierte en respirable, en algo vivo, capaz de continuar la verdad del modelo que traduce en obra plástica. Tal ocurre en las realizaciones que la artista vasca Lourdes Zarrabeitia cumple dentro -como es natural- de una figuración realista que ensancha los límites de la fidelidad en favor de una interpretación felizmente sensibilizada.”

Francesc Galí, 1981

“Lourdes Zarrabeitia, mujer sensible, conoce el modo de dirigir el pincel, haciendo de ello un divertimento. Sus cuadros están bien planeados.”

Ruiz de Eguino, 1983

“Sus motivos tienen mucho del mejor impresionismo, pero también poseen el trazo firme de la geometría y del trabajo minucioso”

Javier García Sánchez, 1983

En 1984 debía realizar su primera exposición individual en la sala bilbaína Bay - Sala, pero la conmoción de la muerte de su hijo mayor, Gorka, esa primavera, retrasó este evento al año siguiente. De esta manera, en 1985 se convirtió en la primera pintora en realizar una exposición individual en la conocida sala, relación que se mantendría firme hasta el final de su carrera artística, siendo una de las firmas más asiduas y representativas de la galería.

Al hilo de una de esas exposiciones individuales en Bay - Sala, en 1992, la propia pintora se expresaba así sobre su forma de entender el arte:

“Pienso que, salvada la premisa de la obra bien hecha, debería servir como criterio propio el ser capaz de escucharse y atenderse a sí mismo, antes que a los demás. A fin de cuentas uno es su propio compañero inseparable y los sentimientos brotan de su mundo interior único. Esto implica que una determinada expresión estética llega a calar, o no, en sus estratos profundos. Es entonces cuando la obra que contemplamos se vuelve intemporal y nos provoca esa emoción, ese placer espiritual de encontrarse uno mismo en el universo del otro. Se produce la comunicación de soledad a soledad, sea consciente, o inconscientemente. Porque también la obra, concebida con una buena parte de consciencia razonada, en una búsqueda, a menudo penosa, del fondo y de la forma, hunde sus raíces en el oscuro inconsciente.

Cómo expresar si no la atracción irresistible que ejercen sobre mí el agua y su movilidad, la luz con sus sombras… ¿Traro de aprehender lo inasible, de eternizar el instante, como lo hicieron ya de forma insuperable los impresionistas, o intento ir más allá, buscando el simbolismo, el agua como fuente de vida, la luz como anhelo final? No es fácil descubrir las motivaciones últimas, pero sí la necesidad apremiante de su expresión desde sus posibilidades plásticas”

Lourdes Zarrabeitia, 1992

1995 marcaría la salida de Lourdes fuera de tierras vascas. Ese año, junto con otra exposición individual en Bay - Sala, sus cuadros viajarían a su primera exposición individual en Madrid, en la galería Zenhid, así como a las colectivas “Batik International Art” en Barcelona y “Delecea Fine Art” en Lauderdale (Florida, EE.UU.). No en vano, varias obras suyas viajaron a colecciones privadas de ultramar, a países como EE.UU. o Venezuela.

La crítica especializada en Madrid y Barcelona se hacía eco de la presencia de la pintora vasca con comentarios como los siguientes:

“Lourdes Zarrabeitia es pintora de exteriores y de intimidades. En su temática asentamientos humanos e infraestructuras industriales con aspectos de la cultura urbana, pero esta temática de amplitudes tienen siempre la medida que impone los sentidos hasta acabar siendo causa de valoraciones personales que acompaña al ánimo. Es cuando el dibujo de esta pintora, a modo de agrimensura, afirma esquejes y señala zonas, distribuye y conjunta para que el texto descubra la intención y guíe de alguna manera la fluencia que en orden tonal impondrá el ritmo, o la tensión hasta que la obra sea una consideración con el soplo vivificador que proporciona autonomía.

Se trata de una paleta plena, utilizada de extremo a extremo, con apliques puros y mestizajes oportunos que conseguirán el apunte cromático cabal para que nada desafine a tenor del concierto que Lourdes siente en sus adentros y trata de transmitir sin que se le pierda una sola nota.”

El punto de las artes, Madrid, 1995

“Posee esta artista una innata valoración del color en sus pinturas, paisajes, marinas, barriadas parisinas, interiores, etc. Todos tienen una sutil atmósfera que logra impresionarnos y con misterio nos seduce.

(…)

Armonía cromática en que las tonalidades se interpretan, matizan, exaltan y sin disonancia alguna alcanza una luz que parece manar de la propia alma de artista.”

M. Rufi-Gibert, fundador y director de la revista de arte Batik, 1995

Igualmente, la crítica vasca elogiaba su obra ese año con palabras como estas:

“Lourdes Zarrabeitia es una personalidad asidua en las galerías de arte bilbaínas. Su dominio del paisaje, especialmente vasco, hacen de su obra una pieza fundamental de cualquier colección. Sus composiciones tienen todo el color de la paleta, distribuido en pequeñas pinceladas. A través de sus pigmentos se aprecia la trama de la tela, otorgando al conjunto un arte de levedad, de casi provisionalidad. Practica un impresionismo muy en la línea de Monet. Del Monet final.”

José M.ª Arenaza Urrutia, 1995

“La dicción estética de Lourdes se apoya en la fluidez para la consecución de los logros positivos de su actividad creativa. Las resonancias postimpresionistas quedan ponderadas por la soltura del trazo fauvista, tocado con sordina, que, a modo de pincelada pastosa y gruesa, formula intensamente para bien de la solidez expresiva de la autora plástica bilbaína.

Recalco que sus cuadros contienen un valor plástico evidente, dado por la escrupulosidad de la ejecución, sin faltarles el halo gratificante de la mujer que pinta.”

Mario Angel Marrodán, 1995

De nuevo, la pintora explicaba así el sentido de su pintura:

“Cada lienzo en blanco está abierto a múltiples técnicas, a motivaciones y significaciones ocultas, a realidades diversas que exigen distintas resoluciones y fuerzan al pintor a una constante elección: a seleccionar insistente y casi misteriosamente los objetos y los colores, combinarlos, establecer su relación, en una lucha continua con la materia, para conseguir finalmente crear un lenguaje plástico en el que los colores, ritmos y texturas se conjuguen en un todo armonioso que supere las dudas y contradicciones de su mundo interior. Lenguaje propio que surgirá a través de un intenso trabajo, fruto del estudio, conocimientos y experiencia.”

Lourdes Zarrabeitia, 1995

Su presencia en Madrid se prolongó los dos años siguientes, culminando con la exposición “Artistas Vascos” organizada por el Antiguo Museo Español de Arte Contemporáneo, que se recogería en un libro monográfico del mismo título. Así, años más tarde la crítica madrileña volvería a destacar la obra de la artista vasca:

“También hay muchas moradas en los ámbitos de Lourdes Zarrabeitia; y cuando pinta, confluyen en su horizonte sensible lugares del alma y territorios de alrededores que nunca sabe dónde empiezan ni terminan. Por eso el paisaje se universaliza y los motivos de las composiciones, libros, flores, cristal, son mucho más que referencias objetuales. Lourdes Zarrabeitia supera al cronista de situación al hacer de su obra un ejercicio intelectual que implica sentimientos.

(…)

Lo suyo es un oficio de destreza que eleva a categoría cuando convierte la materia en un acorde; señala cuestiones, pone sustancia cromática y los procedimientos propician la reacción para que los elementos, abiertos en esplendoroso arco iris, sean química de resultados en esa operación íntima que acaba latiendo. Para ello ha aprendido técnicas y planteado un discurso que integra flujos de la cultura con las circunstancias sociales y ambientales de su espacio y su tiempo.

(…)

Lourdes Zarrabeitia hace que sus cuadros sean aperturas, indicativos y, a la vez, asunto y trasunto bellos.”

El punto de las artes, Madrid, 2000

Durante los siguientes años, entre 1998 y 2002, los lienzos de Lourdes continuarían viajando a exposiciones en Donostia, Hossegor (Francia), Barcelona, Frankfurt (Alemania) y Gasteiz, hasta que en noviembre de 2002 realizaba su última exposición individual en la que ya era su casa, la galería bilbaína Bay - Sala, y se despedía así de la actividad pública tras 30 años consagrados a su vocación artística. Esa exposición sería considerada la cima de su carrera, y sobre ella el crítico de arte Javier Urquijo escribiría lo siguiente:

“En su obra cada vez encontramos densidades de lenguaje más solidas. (…) Es por eso mismo que algunas panorámicas alcanzan sublime ambiente, densidad, especialmente en Bajamar en Laida donde la lejanía de la arquitectura hace del paisaje una sublime reunión de abstracciones naturales, mecidas entre la orilla y el cielo inmerso. Magnífico el entreverado de azules, violetas y ocres. Los bodegones se extienden hacia la ambientalidad escénica. Los paisajes urbanos reclaman la quietud y belleza romántica del instante. Viñedo en Otoño vuelve a aquel juego del enfrentamiento de las dos masas de color...”

Javier Urquijo, 2002