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VALDEJUNQUERA

La batalla. «Bajaron los cristianos de sus montes y atacaron a los muslimes, pero quedaron muy mal parados; pues una división compuesta de gente de la frontera y esclavos de la guardia que el Amir envió contra ellos, los acuchilló y alanceó de tal suerte, que muy pocos escaparon, y los demás se pusieron en desordenada fuga perseguidos de cerca por nuestra caballería. Como unos mil cristianos salvados de esta derrota se metieron en un castillo de aquellas cercanías llamado Muyas (Muez: Valdejunquera), en el cual trataron de hacerse fuertes; mas como fuesen al punto cercados por nuestras tropas, tuvieron que rendirse a discreción. Los prisioneros fueron conducidos al campamento y degollados en presencia de Abd al-Rahmán; son incalculables los despojos que dentro de ese castillo fueron hallados en ropas, armas, ricas joyas, y mujeres hermosas, sin contar más de mil trescientos caballos y el mucho botín que se hizo en los alrededores.» «En ese sitio permaneció el Amir cuatro días, al cabo de los cuales movió su campo hacia otro castillo que el rey Sancho había fortificado para que sirviese de baluarte y antemural contra la gente de Viguera; hallólo desierto, y dispuso lo destruyesen; mas no contento con esto, mandó a los habitantes de aquel distrito que llevasen a Viguera mil almudes de trigo, y no se movió de allí hasta ver exactamente cumplidas sus órdenes y haber avituallado la guarnición del castillo a expensas de los cristianos. La misma conducta observó durante toda la campaña; cuantos castillos halló en aquella tierra ocupados por los muslimes, otros tantos surtía de víveres, pertrechos de guerra y de todo cuanto necesitaban; si había en las cercanías alguna torre o fuerte desde donde los cristianos pudieran incomodar, al punto lo mandaba derribar, y hacía prender fuego a las mieses y plantíos; de tal manera, que el país incendiado ocupaba 80 millas en cuadro, y que fue tanta la cantidad de granos y mantenimientos que los muslimes acopiaron en esta expedición, que no podían llevarlos consigo ni podían venderse a ningún precio, para dar una idea de la baratura de las subsistencias y del trigo en el campamento, bastará decir que seis cahices de trigo se vendían por un dracma, y a pesar de esto no había quien lo tomase. Así, antes de emprender la retirada, fue necesario quemar lo que no se pudo transportar.»