Durante el mandato de Ignacio Herrero (presidente del Banco Herrero y Banco Hispano-Americano) se continuó con el proceso de concentración de activos (se liquidó la Sdad Española de la Dinamita). El negocio de los fertilizantes (potasas, fosfatos y los nitrogenados) fue adquiriendo cada vez mayor peso económico en la actividad de la compañía. A finales de 1949 se reorganizó la compañía creándose una dirección general y seis direcciones de negocio correspondientes a seis divisiones: abonos, productos químicos, explosivos industriales, explosivos militares, minas, y estudios y proyectos. A lo largo de los años cuarenta y cincuenta la fabricación de explosivos continuó siendo la principal actividad y las instalaciones de Galdácano el principal centro productivo y mayor fábrica de explosivos de España.
En 1940, 1950 y 1951 el capital social se fue elevando a 300, 312 y 416 millones de pesetas. En los años cincuenta se encontraba entre las cuatro mayores empresas químicas de España y la decimoséptima por su volumen de activos netos. En los años siguientes el negocio de los superfosfatos se convirtió en una actividad a la baja, mientras que las potasas ganaron terreno sobre todo teniendo en cuenta que el mercado español estaba en manos de un duopolio controlado por UEE y el INI. En cuanto a los fertizantes nitrogenados su presencia se concreto con la participación en la Sociedad Iberica del Nitrogeno y la creación de un complejo electroquímico en Guardo (Palencia). En 1961 fue nombrado presidente Ignacio Herrero Garralda (hijo del anterior presidente). En 1963 se designó a Leopoldo Calvo Sotelo para ocupar la dirección general. La presidencia de Ignacio Herrero se caracterizó por la absorción en 1970 de la Compañía Española de Minas de Río Tinto, empresa minera y petroquímica adquirida a los ingleses en 1954 por un grupo de bancos españoles (Bilbao, Vizcaya, Hispano-Americano, Urquijo, Banesto, Central y Exterior). Como resultado de la fusión-absorción nació Unión Explosivos Río Tinto (ERT). La mayor empresa química de España, con treinta filiales y un volumen consolidado de ventas de 15.000 millones, un capital social de 2.600 millones de pesetas y una plantilla compuesta por 9.114 trabajadores propios y 5.000 pertenecientes a las filiales. La presidencia continuó en manos de Ignacio Herrero. A finales de los años setenta la larga marcha ascendente en los resultados se truncó. En 1978 los beneficios descendieron de 2.500 a 237 millones de pesetas. En 1980, Ignacio Herrero reconoció como los principales problemas a los que se enfrentaba la compañía no eran de índole industrial sino de naturaleza financiera. La política expansiva de adquisición de empresas y diversificación de actividades había sido realizada merced a un excesivo sobreendeudamiento. En 1982 la depreciación de la peseta y la elevación en el precio del dólar provocaron un desequilibrio drástico en la estructura financiera de ERT. El 30 de mayo de 1982 dimitió el presidente. Para eludir la suspensión de pagos se solicitó una moratoria a los acreedores.