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Sindicalismo (1997ko bertsioa)

Se suele definir el sindicalismo como el movimiento o la acción organizada en sindicatos, que tiene como objeto definir, defender y hacer triunfar las reivindicaciones económicas, políticas y sociales de sus miembros. Estos pueden ser, empresas (que forman sus sindicatos para lograr mejoras comerciales monopolistas, caso por ejemplo del Sindicato Metalúrgico creado en 1897 por las principales empresas siderúrgicas vizcaínas para aumentar el control sobre la producción y el mercado), patrones, empresarios, asociaciones, etc., aunque, sin duda, su máxima representación y su utilización más definitoria, es la de las asociaciones obreras creadas en defensa de sus reivindicaciones, ya sean laborales o políticas. Su nacimiento viene marcado, por tanto, por la aparición del Movimiento obrero (ver), a raíz del proceso de industrialización, y la formación de una conciencia de clase que anima a los obreros a formar asociaciones para luchar por sus reivindicaciones.

De acuerdo con su influencia ideológica suelen distinguirse tres tipos fundamentales de movimientos sindicales obreros: el revolucionario, que busca la toma del poder político y social por los trabajadores, el cristiano, interclasista y solidario, que defiende la doctrina social de la Iglesia y el "amarillo", influido o dirigido por los patronos con el objeto principal de frenar el avance del sindicalismo revolucionario. En el País Vasco, habría que añadir además un sindicalismo de carácter nacionalista, que puede, sin embargo, incluirse en alguno de los apartados anteriores.

En la primera etapa de desarrollo del movimiento obrero en el País Vasco, a partir de los años finales del siglo XIX, predominó, dentro del sindicalismo revolucionario, el sindicalismo socialista, partidario de una participación obrera en la vida política junto a la acción sindical encaminada a lograr mejoras en la vida laboral. Su sindicato, la Unión General de Trabajadores (UGT), logró una amplia implantación en las zonas más industrializadas -en torno a la zona minera y siderúrgica de Bilbao, sobre todo- del país.

La otra rama del sindicalismo revolucionario, la anarquista, apenas tuvo incidencia en el País Vasco en esos primeros años, limitándose a pequeñas agrupaciones casi testimoniales en algunos núcleos (Bilbao, Vitoria, Eibar...). Sus diferencias principales con los socialistas eran su convicción de que los problemas sociales de los obreros debían resolverse exclusivamente a través de la acción de los sindicatos, sin recurrir a la participación en la vida política. De ahí que su doctrina se denomine, a menudo como sindicalista, por lo que muchas veces, al hacer referencia a "sindicalismo", se alude doctrinariamente al anarquismo.

El sindicalismo católico fue más tardío y tuvo menor incidencia en las zonas más industriales, aunque logró una amplia presencia en zonas urbanas o semi-urbanas de dominio ideológico tradicional (Vitoria, Tolosa, Pamplona...), manteniendo un carácter abiertamente "amarillo". Sí tuvo mayor peso en las zonas rurales, donde fue prácticamente el único movimiento sindical existente entre los trabajadores agrícolas gracias a los Sindicatos Agrícolas, nacidos a partir de 1.906, bajo inspiración de la doctrina de la Rerum Novarum de León XIII, promovidos por párrocos y autoridades locales y que tuvieron una amplia difusión en todo el País Vasco, actuando con funciones de producción y comercialización, como cooperativas y no como sindicatos reivindicativos.

Unos años después, hacia 1911, nació un nuevo sindicalismo, también de inspiración católica, aunque no confesional, y cuya novedad más importante era su carácter nacionalista. Se trata del sindicato promovido por el Partido Nacionalista Vasco, Solidaridad de Obreros Vascos-Euskal-Langilleen Alkartasuna (STV-ELA), que logró cierta implantación en núcleos de Bizkaia y Gipuzkoa.

Los últimos años de la Restauración, a raíz de la coyuntura socio-económica provocada por la I Guerra Mundial, supusieron un auge espectacular del sindicalismo, tanto en su vertiente revolucionaria, con fuerte crecimiento de la UGT y de los sindicatos anarquistas -que adoptaron la fórmula de Sindicatos Únicos-, como del nacionalista y de los católicos -aumento de la afiliación y aparición de un nuevo sindicalismo católico, los Sindicatos Católicos Libres, que combatió el carácter "amarillo" de los ahora llamados católicos "puros", y buscó un sindicalismo más reivindicativo-.

La crisis de postguerra, a partir de 1921 y la posterior proclamación de la Dictadura de Primo de Rivera supusieron un duro golpe para el sindicalismo. El porcentaje de afiliación descendió notablemente y los sindicatos tuvieron que actuar en situación precaria. La creación de un sistema de Organización Corporativa para las relaciones laborales, a partir de 1926, bajo tutela del Estado permitió, sin embargo, una cierta recuperación y mantenimiento. El sindicalismo católico perdió su confesionalidad y se transformó en Sindicatos Profesionales, conservando el Sindicalismo Agrario su estructura y nombre. UGT y SOV también mantuvieron su organización, siendo el anarquismo, por contra, el movimiento más perseguido.

En los años de la II República se vivió un fuerte impulso del sindicalismo, en todas sus vertientes, pero especialmente del más reivindicativo. La CNT anarquista amplió su militancia y actividad, apareció un nuevo sindicalismo revolucionario, promovido por los comunistas -que desde 1921 se habían escindido del socialismo-, la C.G.T.U.. (Confederación General del Trabajo Unitario) o Sindicatos Rojos, que durante unos años mantuvieron una vida autónoma, atacando el carácter reformista que, según ellos, mantenía el sindicalismo socialista, al que, sin embargo, acabaron integrándose en 1935. También el sindicalismo nacionalista tuvo un fuerte incremento, multiplicando su militancia, y acogiendo en sus filas a muchos de los antiguos afiliados al sindicalismo católico, que, en estos años, entró en claro declive.

El estallido de la guerra civil de 1936 y la instauración del régimen franquista trastocaron toda la estructura sindical del País Vasco, obligando a los sindicatos "históricos" a pasar a la clandestinidad. A semejanza de lo ocurrido durante la Dictadura de Primo de Rivera, el régimen de Franco estableció un sistema de relaciones laborales obligatorio, mediante un sindicalismo oficial tutelado por el Estado, los llamados Sindicatos Verticales. Sin embargo, tanto socialistas, como anarquistas y nacionalistas, siguieron actuando en la clandestinidad, aunque sin demasiada fuerza.

Mayor importancia tuvo un nuevo sindicalismo nacido a partir de los años 60, a impulsos de los grandes cambios sociales experimentados en el país. Cabe destacar el nacimiento de las Comisiones Obreras (CCOO), organizaciones espontáneas nacidas en las fábricas para la discusión de los convenios colectivos que acabaron, con influencia primero de grupos de obreros católicos (las JOC y la HOAC) y más tarde del Partido Comunista, y otros partidos de izquierda, haciéndose permanentes y organizándose como sindicato estable, sin duda el más importante en los años finales del franquismo. De origen similar, con mayor peso de la influencia católica, es otro de los nuevos movimientos sindicales de los años 60, el promovido por la Unión Sindical Obrera (USO), de carácter socialista y democrático.

Con la vuelta a un régimen democrático, a partir de 1975, se normaliza la actuación sindical -desapareciendo el sindicalismo "oficial"- y se refuerza la presencia de los principales sindicatos de clase. Comisiones Obreras, tras superar una importante división interna (CONE = Comisiones Obreras Nacionales de Euskadi, de orientación comunista y CECO = Coordinación de E. de C.O., bajo influencia del M.C. LKI y ORT) consiguió reagruparse. El sindicalismo socialista USO y sobre todo la UGT que reapareció con fuerza, mantuvo su vigencia. Otro movimiento "histórico", la CNT -recientemente escindido en dos, CNT y CGT, Confederación General del Trabajo- tuvo una menor implantación. Aparecieron también otros sindicatos, de carácter unitario, como SU (Sindicato Unitario) o CSUT (Confederación Sindical Unitaria de Trabajadores) que no lograron gran implantación. Sin duda los mayores avances en el número de afiliados, los consiguió el sindicalismo nacionalista, representado por la antigua STV/ELA que cambió su nombre por el de ELA con el que consiguió la primacía en las Provincias Vascongadas en las elecciones sindicales. Dentro del campo nacionalista destaca la aparición de un nuevo movimiento sindical, de carácter revolucionario e independentista, nacido bajo los impulsos del Frente Obrero de ETA V, en los primeros años 70, y que cristalizó en 1.974, tras varias vicisitudes, en la formación de LAB Langile Abertzale Batasuna. Otros grupos nacidos por influencia del Frente Obrero de ETA como LAK (Langile Abertzale Komiteak) y otras fracciones de LAB, acabaron ingresando en CCOO, ELA o el propio LAB.