Udalak

SANTURCE-SANTURTZI

Palacio de Casa-Torre, barroco, de mediados del s. XVIII. Casas rurales, del siglo XVIII en el n.° 62-64 de Mamariga. Casa consistorial, de E. Pagazaurtundua (1903-1905). Chalets del s. XIX. Monumento a los Murrieta, de M. García Salazar (1923). Monum. a la Sardinera, de Joaquín Lucarini Macazaga (1964). Monum. a la Virgen del Carmen (1950). Respecto al arte religioso, destaca la iglesia parroquial de San Jorge. Data del s. XI, reconstruida en el s. XV. El estilo primitivo es el románico. Rehecha en el s. XVII. Recientes excavaciones atestiguan estructuras anteriores. Hoy día perdura de la iglesia románica el tímpano, que se encuentra en el Museo Arqueológico y Etnográfico de Vizcaya. Este tímpano, de finales del s. XII, nos presenta el Pantocrator, rodeado de los cuatro Evangelistas. En él aparecen inscripciones en letra monacal, con los nombres de San Marcos y San Lucas. Tiene más calidad la ornamentación de la arquivolta, que se cree de época anterior. Ejemplar único en Vizcaya, transcribimos por su interés algunos fragmentos del estudio que de él hace Angel de Apraiz (Homenaje a D. Julio de Urquijo e Ybarra, vol. II, S. S., 1949):

«Este tímpano, que tuvo que pertenecer a una portada de reducidas dimensiones, pues su máxima longitud, o sea la del dintel no llega a los dos metros, constituye una representación de la conocida teofanía del Apocalipsis (principalmente en su capítulo IV, 4-8), interpretada como visión de la Majestad de Cristo, sentado en su trono y rodeado del Tetramorfos, o sean, cuatro animales en que se simboliza a los cuatro Evangelistas. La representación de Santurce tiene un marcado carácter del principio de la Baja Edad Media, aunque la obra se labrase después, lo que quisiéramos poder discernir. Destaca sobre todo artísticamente la deformación expresionista con que está tratado el asunto, especialmente en la Figura del llamado Pantocrator, encaramado más bien que sentado sobre el enorme trono del que dice también el señor Gaya Nuño que «verosímilmente es representación de una ciudad, como en algún ejemplo oriental» y a nosotros nos recuerda una del Beato de Madrid y otra del tímpano de La Lande de Cubzac, aunque en ambas los arcos que aquí indican tal carácter de ciudad, no son de medio punto sino de herradura. La exagerada dimensión de la cabeza, pies y manos de tal figura, resulta sobre todo expresiva en la mano derecha que bendice, con lo que la intencionalidad amorosa y profiláctica se ostentaba magníficamente en la portada de la iglesia. No es fácil citar otro ejemplo tan acentuado de tales deformaciones como el de Santurce, pero la de la mano desmesurada bendiciendo la encontramos hacia el año 1000 en el Beato de Gerona; en el libro del Apocalipsis de Bamberg, donde todavía ostenta en la mano izquierda un rollo en vez del libro de forma más moderna; en el dintel de la iglesia de Saint Genis les Font (Rosellon), de 1020, donde ya muestra el tal libro en la mano correspondiente, igual que en las fachadas de Ripoll y Sahagún; en el Libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo; y también otro Señor con ambas manos grandes, en la diferente escena apocalíptica representada en el mencionado tímpano de La Lande de Cubrac. El siglo XII representa, en cambio, con la aparición de un nuevo humanismo, el apogeo de la escultura antropomorfa y más equilibrada. En él los grandes tímpanos de Moissac, San Trófimo de Arlés y el de la Puerta Real de Chartres, nos muestran el Cristo en Majestad rodeado del Tetramorfos, con un mayor naturalismo en todas las figuras: así son también las de los esmaltes limosines y la del llamado frontal de Silos, hoy en el Museo de Burgos. Y para hallar figuraciones de los cuatro animales apocalípticos tan deformadas y esquematizadas como las de Santurce, que en nada se parecen por tales motivos a las del Tetramorfos de Armentia (Alava), tendríamos que llegar acaso a las del tímpano de la catedral de Lund (Suecia), obra de escuela renana y construida ya en la primera mitad del siglo XII. ¿Hemos por todo esto de decidir que el tímpano de Santurce pertenece a los tiempos de formación del románico? Pudiera tal antigüedad apoyarse también en el dato histórico de la escritura que en 1054 hace el obispo Munio (de Armentia según algunos historiadores y de Valpuesta según Balparda), permutando con el abad de Oña que le daba el monasterio de San Torcuato, el «monasterium Sancti Georgis, quod est in insula maris, in Summo rostro cum suis decanüs et cum suis parrochiis et cum omnibus pertinenciis suis», por lo que está clara la existencia anterior de un edificio religioso en el mismo lugar y con la misma advocación de San Jorge, de la que no es sino forma especialmente fonetizada la de Santurce. Alude también el señor Gaya a este documento, pero después a otro de 1249 en el que, según la transcripción que conocemos del señor Balparda, se trata de la adquisición por el Señor de Vizcaya, don Diego López de Haro, del que allí se llama «monasterio de Somo Rostro»; y el señor Gaya dice que a esta iglesia existente en 1259 y no a la que había en 1075 debía de pertenecer el tímpano que nos ocupa. Explica la aparente contradicción entre esta época y la rudeza de dicha escultura, atribuyéndola a «idéntica basta formación rural que otros tímpanos semejantes gallegos y portugueses» y dice que «bastaría para colocar el tímpano en las más avanzadas fechas del siglo XII» la decoración de lo que llama «el trasdós de la arquivolta, más fina y cuidada que las figuras..., trasunto degenerado de temas ricos del románico alavés». Efectivamente, esa decoración de cintas perladas que serpean entre follaje en todo el arco superior del tímpano de Santurce y que hoy se halla más destacada y limpia que cuando obtuve la fotografía, puedo comprobar que es análoga a la de una imposta situada en el pórtico de Armentia, debajo del grupo del Apostolado, el cual es notable también por la desproporción de dimensiones entre la figura de Cristo y las demás, aunque la talla sea más elegante que en las de Santurce; igualmente la imposta sobre los capiteles y la Anunciación de la portada de Estibaliz y más aún su archivolta central, son semejantes a aquella decoración; como también lo es muchísimo la de algunas archivoltas de las ventanas absidales de Lasarte, también en Alava. La diferencia entre estos ejemplos de Alava y el de Santurce reside sobre todo en el mayor relieve de los primeros, por lo que estoy de acuerdo con el señor Gaya en que han debido preceder a la orla de Santurce. Pero pudiera pensarse hasta que esa decoración, que no debe por tanto de ser anterior a los finales del siglo XII, haya sido hecha en tal reborde del tímpano de Santurce más de un siglo después de haber sido talladas sus figuras; o, por lo menos el modelo de éstas tuvo que preceder en mucho a la época últimamente mencionada y su reproducción constituir una singularidad, aun dentro del espíritu tradicional y arcaizante que encontramos en las manifestaciones estéticas vascas, como en la principal de ellas, la de su lengua. La Hagiografía de San Jorge, confusa en su aspecto histórico, dió por lo mismo pretexto para una abundante vegetación literaria y artística. Tanto el San Jorge que hoy se cree histórico como el legendario, se asientan entre los siglos III y IV: su nacimiento y martirio se colocan entre la Alejandría egipcia, Palestina y la Capadocia de Asia Menor. Su culto se extiende por todos estos países, dándose desde el siglo VI en Palestina y Siria y teniendo su centro principal en Lydda, hacia el centro de un triángulo en el que se coloca la escena de su combate con el dragón y cuyo lado mayor es la orilla del Mediterráneo al norte y sur de Jaffa. Anotemos la semejanza de tal escena con las representaciones del caballero sasánida, las de los tejidos coptos y del combate de Horus. Como también en la trasmisión de la leyenda de San Jorge he de consignar que de modo parecido al que he hecho notar al tratar del culto de San Miguel y del de San Nicolás, cuyos primeros Santuarios orientales repercuten en Occidente y primeramente en Italia, es también en Italia, en Spoleto, donde se forja un San Jorge italiano que sustituye a San Gregorio de Spoleto, dándose a aquél su fiesta en 23 de abril. Tenemos ya con ello a las vías marítimas como trasmisoras de una leyenda, en la que el aspecto guerrero hace que Ricardo I de Inglaterra -por cuyo país se suponía había viajado San Jorge enviado por Diocleciano y dado el nombre de Canal de San Jorge a la parte sur del Mar de Irlanda-, lo convierta en protector de sus ejércitos en la Cruzada. Como Pedro II de Aragón, agradecido a la intervención de su espada en las batallas da a San Jorge el castillo de Alfama cerca de Tortosa y funda una orden militar de San Jorge, semejante a otra que se estableció en Baviera. Y Jaime el Conquistador lucha también bajo su amparo. Con lo que la leyenda llega en el siglo XIII al punto álgido de su concreción en la Legenda Aurea. En este ambiente se encuentran la fundación de la iglesia de Santurce, que ya estaba hecha según sabemos en el siglo XI, y la labra de nuestro tímpano que halla obstáculo para ser situada en la misma centuria, pero no en las corrientes anglosajonas que fácilmente podían venir por la vía del mar. Es tal ambiente el de las peregrinaciones, que antes de ahora hemos señalado cómo se hacían por vía marítima y por la costa, tanto más en los primeros siglos de la de Santiago en que el paso por el interior hallaba tropiezos en los infieles. Respecto a las rotas del mar, tenemos publicadas noticias de cómo de los países del norte de Europa y particularmente de la Gran Bretaña llegaron a venir verdaderas escuadras de navíos; de que muchos peregrinos ingleses desembarcaban y algunos volvían a embarcar en la región de Burdeos; de que desde Bayona y el Bidasoa partían barcos para todos los puertos del litoral cantábrico hasta Galicia. Y así también de peregrinos desembarcados en los puertos de Guipúzcoa y Vizcaya. Advocaciones como la de San Miguel, de las más antiguas y difundidas también por el interior, pero de las que San Miguel de Arrechinaga, existente ya hacia el siglo XII, cerca de Marquina, muestra hasta documentalmente su dependencia del centro de peregrinación de Monte Gargano: como San Miguel de Ereñozar o Ereñozarre (sobre la Ría de Guernica), por sus leyendas sobre peregrinaciones de los muertos, ligada con otras de la peregrinación a Santiago; la advocación de San Juan Bautista, de tanta divulgación como la anterior, pero que en Gaztelugache se repite con la tradición de haber llegado allí sobre las olas la cabeza del Bautista, lo mismo que al Monasterio de Saint Jean d'Angely, visitado ya por los peregrinos en el siglo XII; y otras advocaciones que tengo señaladas como características de las vías, de peregrinación y así, aparte de las de Santiago, las de San Pelayo, Santa Marioa y San Nicolás, como pudiéramos añadir las de San Telmo y San Mamés y entre aquéllas he mencionado también siempre la de San Jorge; son confirmación, al hallarse en varias iglesias y ermitas y dando nombre a lugares cercanos a las costas vascas o sobre el mismo mar, de dicha tesis del camino del litoral y de las influencias ejercidas por las peregrinaciones en los puntos de su desembarco. A esta última clase de influencias creemos pertenecen la iglesia y el tímpano de Santurce. Su situación junto al mar y a la entrada de la ría que siempre debió de tener mucha importancia para la navegación, coinciden con el hecho de que ni en todas las iglesias de la diócesis de Bayona, ni en las de Guipúzcoa y Vizcaya por donde pasaban los caminos terrestres del litoral, existe otra alguna con la advocación de San Jorge, por lo que ésta debió de venir por vía marítima.»