Monastegiak

SAN JUAN DE LA PEÑA

La historia de este monasterio se remonta a la leyenda sobrarbista según la cual un ermitaño llamado Juan se estableció en dicha cueva al acaecer la invasión agarena dando lugar a un núcleo de resistencia cristiana. v. SOBRARBE Lo cierto es que el primitivo cenobio fue protegido por los reyes de Navarra alcanzando con ello gran esplendor. Sancho el Mayor, rey de Pamplona (1004-1034), en unión de su madre Eximina y su mujer D.ª Mayor, le donaron la villa de Lazagurria y su iglesia más las iglesias construidas o a construir en su término (año 1024, Arch. Comptos.). Fue Sancho el Mayor también el que introdujo la reforma cluniacense en el monasterio de San Juan de la Peña, trayendo al efecto monjes del monasterio de Cluny (v.) (cfr. Crónica de San Juan de la Peña. Versión latina e índices preparados por Antonio Ubieto Arteta, Valencia 1961, p. 48). A tenor de un documento a datar el 21 de abril del año 1028 quiso el gran rey expulsar del lugar santo «los deleites de los seculares y de los que vivían desaprensivamente», y a este fin reunió santos monjes, a los que dio como abad a Paterno, previamente elegido por todos, el cual «antes de que fuese llamado al orden abacial, vivía apartado del mundo de mucho tiempo atrás con sus compañeros». Según una larga interpolación que sufre el documento original, el monarca navarro debía conocerlos de tiempo atrás, y debió de haberse dolido mucho cuando vio que varones tan santos, seguidores de la regla de Cluny, habían elegido otro lugar para su habitación. Es por eso -prosigue el texto de la interpolación- por lo que el rey se dirigió al abad Odilón de Cluny, rogándole les mandase venir a San Juan de la Peña, pues se hallaban bajo su gobierno, y prometiendo por su parte toda la ayuda que precisasen. Y es de esta forma como se introdujo la regla de Cluny en el monasterio pinatense, al que en ocasión tan señalada quiso el monarca navarro donar -concluye la interpolación- Bailo (en el partido de Jaca) con todas sus villas, «según se reseña en otro documento» y el monasterio de Labasal con sus pertenencias. Según recoge el texto auténtico, el rey navarro estaba dispuesto a garantizar a los monjes una plena libertad en la elección del abad, según las constituciones. El documento de confirmación venía a extenderse en otro gran monasterio del viejo reino pirenaico, en el de San Salvador de Leire (Facultad de Derecho de Zaragoza, Libro Gótico, fols. 4 v"-6 v°; Ibid., Libro Gótico, fol. 112). Sobre la datación del documento y sus interpolaciones, v. Cartulario de San Juan de la Peña, edic. de Antonio Ubieto Arteta, vol. I, Valencia 1962, pp. 135-138. En el año 1056 el monasterio recibió en donación por parte de don Sancho y D.° Belasquita, su mujer, la villa de Agoncillo y el monasterio de San Salvador de Ipuzcoa (Arch. San Juan de la Peña). El cenobio aparece citado como Sti lohannis de Penna. La Crónica Pinatense registra con toda clase de precisiones la data de la introducción del rito romano en el viejo monasterio aragonés de San Juan de la Peña, como queriendo dar a entender que se trataba de una fecha histórica, cargada de porvenir. Fue en el reinado de Sancho Ramírez, un 22 de marzo de 1701, martes de la segunda semana de Cuaresma, para el rezo de la Hora canónica de Sexta. Antes, Prima y Tercia se habían dicho aquella misma mañana en rito toledano. «Y a partir de entonces -concluye- se viene guardando el rito romano» (cfr. Crónica de San Juan de la Peña. Versión latina e índices preparados por Antonio Ubieto Arteta, Valencia 1961 , p. 56). De acuerdo con la Crónica de San Juan de la Peña, el rey Sancho Ramírez de Navarra debió de otorgar diversas iglesias y otros lugares en Navarra al célebre monasterio aragonés (cfr. Crónica de San Juan de la Peña. Versión latina e índices preparados por Antonio Ubieto Arteta, Valencia 1961, p. 57). Asimismo concedió al monasterio para vestido y calzado de sus monjes, los diezmos de la nueva población de francos que quería edificar en Lizarra, junto con las iglesias y un solar para construir casas, manifestando que lo hacía por ser más defendible que el término de Zarapuz, en el camino de Santiago, donde los monjes querían levantar dicha población. Muerto en las operaciones de asedio de la ciudad de Huesca en la primavera de 1094, fue primero enterrado en Montearagón, por razones de táctica militar, y al cabo de seis meses y quince días, es decir, luego de rendida Huesca, en el monasterio de San Juan de la Peña (cfr. Crónica de San Juan de la Peña. Versión latina e índices preparados por Antonio Ubieto Arteta, Valencia 1961 , p. 60). Sin embargo, las «Coronicas Navarras», anteriores a la Crónica Pinatense, nos vienen a decir que, enterrado primero en Montearagón, el cuerpo de Sancho Ramírez fue luego llevado a San Juan de la Peña «por miedo de los moros» (cfr. «Coronicas» Navarras. Edición crítica e índices por Antonio Ubieto Arteta, Valencia 1964, pp. 2627). La nueva iglesia estaba edificada sobre la mozárabe antigua del s. X. Fue consagrada en 1094. Sancho Ramírez le anexionó en 1076 las antiguas abadías de San Juan (cerca de Tiermas), Ciella, Cercito, Fuenfría y San Juan de Matidero, que fueron convertidos en prioratos. En los ss. XII y XIII poseía, además de los prioratos anexionados antes, los de San Torcuato, Martes, San Cipriano de Huesca, Luesia, Salvatierra y Estella. Poseía, además, un buen número de iglesias en los obispados de Jaca, Huesca y Pamplona. Sufrió un incendio en 1625 y se decidió trasladarlo a un nuevo emplazamiento, cerca del antiguo, construyéndose la iglesia entre 1693 y 1715. La comunidad se trasladó en 1682. Fue suprimido en 1835 por la ley de desamortización.

Bernardo ESTORNÉS LASA