Olerkariak

Otero Muñoz, Blas de (1993ko bertsioa)

Poeta contemporáneo vasco en lengua castellana nacido en Bilbao el 15 de marzo de 1916. Su niñez transcurrió en Bilbao donde hizo los estudios primarios en la escuela de María de Maeztu y posteriormente en el colegio de los PP Jesuitas. Luego se traslada a Madrid donde cursa el bachillerato, a Valladolid donde efectúa los estudios de Derecho y a Madrid los de Filosofía y Letras. De estos años es su adhesión a la campaña "Pro Universidad Vasca" de Eusko Ikaskuntza (Cfr. Estornés, 1983: 219), ya que, como estudiante vasco, se siente discriminado.

Acabados los estudios y en unos años especialmente deprimentes de la postguerra practica la docencia, que abandona, en Bilbao, ciudad a la que, pese a su futuro inquieto deambular, proclama como eje de su vida:
"porque sólo tu sostienes mi mirada,/ das sentido a mis pasos/ sobre la tierra..." Su obra literaria brotará en ese momento volcándose siempre en los moldes poéticos. Se inicia en 1941 con la poesía titulada A la música y en 1942 con Cántico espiritual, en homenaje a San Juan de la Cruz, en los que se deja percibir un Otero místico y solitario, intimista y repleto de resonancias clásicas: "gimo y clamo hacia Tí como un pecado,/ girasol de tu gracia en esta niebla./ El pecado es el "no", a la gracia el "sí";/ nosotros una interrogación".

Es la época de postguerra, triste, reprimida. La poesía se refugia en el ámbito religioso. Lucía Urcelay distingue tres tipos de obras en esa literatura:
1. Una literatura en que lo religioso es postizo, de compromiso y anormalmente alentada por las premisas ideológicas del nuevo régimen, una literatura que Guillermo Carnero ha llamado "sacra" y en la que se incluirían algunas obras de Luis Rosales, D. Ridruejo o Leopoldo Panero.
2. Una literatura intimista, en la que la religión se vive de una forma ortodoxa y en la que incluiríamos la obra de J. M.ª Valverde, D. Alonso, C. Bousoño.
3. Una poesía religiosa conflictiva en la que incluiríamos a Blas de Otero.

Entre Cántico espiritual y la producción subsiguiente iniciada en 1950 Blas de Otero debió escribir mucho que, por el motivo que fuere, pudor, indecisión o temor, calla y selecciona para más adelante. Se sospecha que rompe mucho, quizás todo o casi todo. Es una pena porque nos hubiera mostrado la lucha de su alma en el período más crucial de su existencia. Alarcos, a quien también cita Lucía Urcelay, dice que "La vuelta de Dios, sincera o no, -que de todo había- era un portillo de escape por donde podían salir vivencias del poeta inexpresables sin la envoltura religiosa...el poeta nuevo de la década de los cuarenta habita un planeta desquiciado, en casa, huellas de una guerra fraterna; en torno, las fuerzas universales desenfrenadas; decididamente, el mundo ya no está bien hecho... y el poeta busca realidades más altas e intemporales que le sostengan y le guien. Si es creyente posee ya estos seguros cables y se recoge al amparo de lo celeste; si la creencia le falta, la añora o la inventa o la sueña..".

El nuevo Otero, que parece otro después del salto de diez años, ha vivido siempre apartado de los grupos literarios y apenas ha colaborado en revistas dedicadas a la poesía. Al finalizar la década, en 1950 (Insula), publica Angel fieramente humano, auténtica revelación, el libro que lo dió a conocer tanto al gran público como a la generalidad de la crítica, consagrándolo como un gran poeta contemporáneo. Hurga en el tema del ángel caído, del hombre propiamente dicho, ansioso de esperanza, pero arrojado al vacío. El lenguaje se hace duro, tenso, fuerte, existencial, expresivamente lírico, pero cuidado al detalle. El ángel caído exclama:
"Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte - despierto. Y, noche a noche, no sé cuando - oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando - solo. Arañando sombras para verte".
El hombre se agita ante una esperanza muda y desoladora.

Un año más tarde, 1951 , aparece Redoble de conciencia donde salta del yo individual al yo social tornándose su lenguaje crudo y agresivo, incidiendo en ello el desastre y crueldad de la guerra civil unido a la angustiada situación del ser humano que siempre persigue la sensibilidad de Blas de Otero. Este se revuelve furioso contra toda creencia ortodoxa e incluso contra el orden tradicional de nuestra civilización. Sus poemas, algo barrocos, angustiosos, conflictivos, emanan "desarraigo y nihilismo" como acertadamente observa Dámaso Alonso. El poeta siente horror por un Dios muerto: "imagine mi horror por un momento - que Dios, el sólo vivo, no existiera, - o que existiendo, sólo consistiera - en tierra, en agua, en fuego, en sombra, en viento". Siente horror, grita, no quiere que así sea, la vieja creencia, se revuelve, se sume en la oscuridad, todo se hace tiniebla. Los títulos de sus poemas son expresivos: Basta, Déjame, Ni él ni tú, A punto de caer, Tabla rasa, Que cada uno aporte lo que sepa, Plañid así, Mundo, Aren en paz, Digo vivir.

En 1952 publica Pido la paz y la palabra y en 1958, Ancia. Este último es una refundición de los dos libros ya comentados pero con algunas correcciones y aumentos. Un nuevo giro da el poeta en el citado Pido da paz y la palabra, y el titulado En Castellano, publicado un año después, en 1959, ahora, hacia lo popular, hacia el obrero y las cosas del pueblo. Se comenta su falta de lirismo pero hay sencillez, canción popular, vibración, a su modo, del pobre pueblo. Observamos por primera vez el uso de un titular en euskera, Biotz-begietan, ya que Otero balbuceó el euskara de niño, título que coincide con otro de Xabier de Lizardi. A veces se nota el sentir del pueblo y el de elementos marginados por su miseria. Es poesía cruda, desolada, fría. Dice:
"mucho he sufrido: en este tiempo, todos - hemos sufrido mucho - Yo levanto una copa de alegría en las manos, - en pie contra el crepúsculo".

Eliminada la retórica, en palabra escueta y directa, se expresan Poesía e historia 1960, Que trata de España 1964, Esto no es un libro 1964, Expresión y reunión (a modo de antología), 1969; Historias fingidas y verdaderas, 1970, País, 1972; Verso y prosa 1974.

Es de señalar que sus libros han sido traducidos a varios idiomas.

Como premios pueden señalarse "Boscan" (1951), "Fastenrath" (1958), de la Real Academia Española; el de la Crítica (1959); internacional "Omegna-Resistenza", Italia; y el de la "Fundación Henrique Vizcarrondo", de Caracas.

Muere el 29 de junio de 1979.

Comunista convencido, hombre de una gran generosidad social, había recorrido toda la España de la postguerra y luego el vasto mundo incluidos la URSS y la República Popular China. Incluso residió tres años en Cuba. La influencia de Otero sobre su generación y sobre la que le sucedió fue inmensa. Destaquemos en el campo de la literatura euskérica aunque sólo sea el nombre de Aresti.

En 1986 se celebraron las II Jornadas Internacionales de Literatura de San Sebastián dedicadas a nuestro poeta, En ellas se produjeron algunos pronunciamientos recogidos por Félix Maraña de gran interés.

El poeta y profesor Angel González, premio Príncipe de Asturias de las letras, destacó en su intervención la perduración en el tiempo de la poesía de Blas de Otero, con independencia de los argumentos a los temas de sus poemas, lo que pone de manifiesto que fue, a un tiempo, un hombre de su tiempo y un creador que a la hora de escribir no hace concesiones de ningún tipo. González puso de manifiesto esa formación heterogénea del poeta vasco y la asimilación que hace de las distintas nociones o conocimientos universales de la poesía y la cultura, de toda la tradición literaria, en suma. En las palabras de Otero se puede oir la poesía del Siglo de Oro, la poesía medieval, y algo que ahora se denomina "discurso", que es el discurso de la vanguardia. Otero asimila a su vez una serie de métodos, recursos y fórmulas que pertenecen a la vanguardia. "En su caso, la vanguardia surrealista se advierte y percibe con nitidez. Vanguardia como la que en su día fue César Vallejo, sin renunciar al tiempo a todo lo que el modernismo de Rubén Darío, de Juan Ramón Jiménez, fórmulas noventayochistas, como en el caso de Antonio Machado, una tradición que Otero convierte en palabra propia y memorable".

Según Eugenio de Nora, amigo de Otero de la época estudiantil, una de las características del poeta fue su compromiso con su nacionalidad: "Blas me testimonió en muchas ocasiones el sentimiento vasco, profundamente vasco, según él mismo y no dudo que era por un proceso asumido, racionalizado, pero eso no le impedía sentirse al mismo tiempo partícipe de un ámbito cultural más amplio, que enlaza con la tradición de la historia cultural española". El profesor de Nora, que es uno de los principales estudiosos de la literatura española de posguerra, manifestó que la identidad particular no puede presentarse como algo excluyente con otras realidades culturales más amplias, actitud que en Blas de Otero estaba muy clara.

Para Ignacio Elizalde "la poesía de Otero es una desesperada carrera hacia Dios. Es una lucha con Dios, representación del amor insatisfecho, ya que el amor permanente con la Divinidad sólo es posible tras la muerte. En Unamuno hay también una lucha entre el corazón que crea a Dios y la razón que niega a Dios, lucha que consiste en el sentimiento trágico unamuniano". También en opinión de I. Elizalde, "los temas de Otero: Dios, Amor y Muerte, tan trabados entre sí, lo mismo que en la poesía de Unamuno, son los esenciales del hombre. El amor humano es, en nuestra vida mortal lo que más se aproxima a la infinitud, en la poesía de Otero y Unamuno, lo que más se puede parecer al amor divino. Es frecuente en Otero y Unamuno las vinculaciones del amor y la muerte. Blas de Otero se enfrenta con la muerte desde el tema de Dios. La distancia entre el hombre y Dios sólo se salvará con la muerte. Unamuno crea Dios para su persistencia en la muerte". I. Elizalde argumenta, asimismo, que "los dos, como poetas vascos, sienten las raíces de su tierra y de su raza. El paisaje vasco es elemento esencial de sus poesías. La poesía de Otero como la de Unamuno, es una constante exigencia de sinceridad. Los dos poseen una capacidad idiomática, condensadora, estrujadora de materia, superior a la de casi todos sus contemporáneos. Esta concisión, de Otero y Unamuno, es comparable a la de García Lorca con tantas invenciones expresivas y a la del angustiado y apretado Quevedo".

Claude Bigot que en su intervención abordó "El compromiso de la escritura en la Trilogía que trata de España" opina que "el enfrentamiento palabra-realidad, está en el centro de la problemática de 'Que trata de España'. Blas se interroga sobre la llamada eficacia de la poesía social, La palabra con su dinamismo propio se convierte en instrumento de acción". Añade, a continuación, que "después de establecer la ecuación Libro-Vida, el poeta plantea un segundo binomio Mar-Libro. El poeta trabaja en levantar los entusiasmos testimoniando; clamando por un orden justo, pero rechazando la condición de demiurgo o profeta. Diluye su voz en las aspiraciones de la inmensa mayoría. Saca su substancia de ella para revelarle a ella misma su capacidad de transformación. La simbología del mar se cuela en el aparato formal señalando del oxímoron: 'el mudo abismo del mar/ el mar grita.' El poeta se identifica en su quehacer poético con la potencia siempre renovada del mar: 'Yo soy el mar amarrado/ yo soy el mar desamarrado'".

De todas estas reflexiones ninguna tan curiosa ni tan ajustada como aquélla del mismo Otero sobre la influencia de su euskera natal en la obra escrita en castellano según se lo confesara a Aresti: "Lo poco de lengua vasca que he sabido lo aprendí en Orozco, pueblo de mi madre.., Siempre aborrecí a los ricos de Bilbao y mezclé a esta ciudad con ellos... Aunque he perdido el conocimiento de la lengua vasca (es la mayor desgracia que jamás me ha ocurrido) me siento completamente vasco. Toda mi poesía la debo al vascuence que hablé de niño, lengua de mis antepasados durante tantos siglos...".

Por lo demás, Zapiain e Iglesias definen algunas de sus constantes poéticas de esta forma: "En primer lugar, como poética, como objetivo general, la pretensión de alcanzar, a través del esfuerzo, el trabajo sobre la palabra, el nudo, la realidad última del ser humano, en diferentes concreciones dependiendo de las etapas, existencial, social o experimental de su obra. Esta, según los autores, no se sitúa de una manera definida en el proceso de progresiva irracionalidad que Bousoño define como esencial en la constitución de la poesía contemporánea, sino que aprovecha, de manera fluctuante los mecanismos expresivos tradicionales o de la última irracionalidad poética para constituirse. Así por ejemplo, Otero utilizará de manera conjugada la metáfora tradicional con el símbolo. Como fundamentos expresivos de la poesía de Otero se señalan la aliteración, la repetición fónica y semántica y la manipulación sintáctica, en la que, si el poeta no aporta grandes novedades absolutas, sí intensifica métodos heredados hasta alcanzar un máximo de expresividad, con una fuerza y una matización significativa que aún hoy sorprenden. En lo que hace a los "materiales" utilizados por el autor se subrayan los mimetismos, alusiones y citas de modos expresivos, obras o autores de su herencia cultural. Y, en fin, por lo que se refiere a los temas, la relación conflictiva con Dios y la mujer que le conduce a la solidaridad genérica con el Ser Humano".