Monastegiak

MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE LA CARIDAD DE TULEBRAS

Monasterio cisterciense femenino situado en la localidad navarra de Tulebras, población nacida a su vez de la fundación monasterial. Primer convento femenino del Císter de la Península Ibérica, fue primitivamente fundado en Tudela por García Ramírez el Restaurador en el año 1149 con el nombre de Santa María de las Dueñas, con monjas francesas procedentes del monasterio de Favares, dentro de la política de expansión de la Orden en la Península, desde el epicentro de Escala-Dieu. En 1157 Sancho el Sabio les asigna el lugar de Tulebras, otorgándoles derechos señoriales sobre todo el territorio. Esta jurisdicción señorial, que incluía el nombramiento de alcalde de Tulebras, lo detentarían las abadesas hasta principios del s. XIX, en que se suprimen los señoríos jurisdiccionales. Del nuevo convento partió la fundación de los primeros y de algunos de los más importantes focos femeninos del Císter en España como Marcilla, Perales (luego Santa Ana de Valladolid), Gradefes (León), Cañas (Rioja), Balbona, Trasobares (Zaragoza) y, sobre todo, las Huelgas Reales de Burgos, ello durante los abadiados de Ocenda (1158-1172) y de su sucesora Toda Remírez. Durante las primeras décadas de su existencia el auge de Tulebras fue más espiritual, por la irradiación monástica citada, que material, manteniéndose como un cenobio modesto. Con el comienzo del s. XIII, que ve la construcción de la iglesia, y sobre todo en el reinado de los Teobaldos, ve aumentar su patrimonio con rentas y donaciones reales y particulares, alcanzando gran riqueza, basada en gran medida en la cesión en arrendamiento de sus numerosas tierras a cambio de rentas y censos dinerarios. Con el s. XIV sufre una de las primeras crisis económicas, así como una serie de conflictos jurisdiccionales con el obispado de Tarazona; en 1320 Roma ordenó a la sede turiasonense la devolución de todos los bienes de Tulebras de los que se había apropiado. A la crisis se añade la asolación del monasterio por parte de las tropas castellanas (1378-79), quedando semiderruido y casi abandonado, por lo que hasta mediados del s. XV la vida del monasterio se centró en su recuperación, recibiendo nuevas exenciones y privilegios para su repoblación y restauración. Tulebras, que dependió desde esta época de Veruela, se unió temporalmente a Fitero, volviendo en 1461 y definitivamente a la obediencia de Veruela. Desde mediados del s. XV hasta entrado el XVII vivió las épocas de mayor esplendor, destacando abadiados como los de Margarita de Peralta, Ana de Beaumont, María de Beaumont y Aragón, María de Beaumont y Navarra, Ana Pasquier de Egüarás, Isabel de Aragüés y Leonor de Gante, sentándose las bases de la relajación secular de una comunidad mayoritariamente aristocrática que continuaría en las centurias siguientes, sufriendo nuevas crisis materiales en el XVII, de las que se recuperó en gran medida en el XVIII, siglo que contempla asimismo un relativo relanzamiento espiritual. La comunidad se ha mantenido ininterrumpidamente en la primitiva fundación, sufriendo graves reveses en la invasión napoleónica --en que tuvo que abandonar temporalmente el convento-- y con la desamortización de 1835-1837. A lo largo del s. XIX vive Tulebras un relanzamiento del espíritu cisterciense paralelo a la superación del Antiguo Régimen, que culminará en 1878 con la reforma estatutaria impuesta por el obispado de Tarazona. Esta renovación, con el bache de la República y la Guerra civil, ha continuado hasta nuestros días, instaurándose la reforma de la Estricta Observancia.