Kontzeptua

Molinología

El hombre a lo largo de su historia, fue utilizando los elementos que le ofrecía la naturaleza, tanto para usarlos como armas, como para su protección contra las inclemencias del tiempo, para mejorar su alimentación, etc.

Uno de los útiles que creó fue el molino que le posibilitaba fabricar harina y digerir así mejor los alimentos, además de variar su dieta y los modos de la ingesta. Aparecieron los molinos de mano, luego los que usaban la fuerza de los animales, del agua, del viento y por fin los eléctricos.

Pero, ¿de qué hablamos?: de moler. Según el diccionario, moler es "triturar, desmenuzar un cuerpo, reduciéndolo a menadísimas partes, o hasta hacerlo polvo".

No es moler lo que hacen algunos animales. Los chimpancés, los buitres egipcios, entre otros, usan piedras para quebrar con ellas cáscaras duras. Las nutrias de mar las usan para romper almejas y sacar su contenido. Es pues lógico pensar que de igual forma actuarían nuestros antepasados los "ardipithecus" de hace unos cinco millones de años.

El cambio de golpear un objeto de forma aislada y vertical, esporádicamente, a realizarlo de forma repetitiva (también vertical), supuso un gran avance técnico, al igual que lo fue la aparición de los morteros.

Otro cambio fue el pasar de un movimiento vertical (golpear), a uno horizontal (moler), cambios que solamente fueron posibles con el paso de miles de años.

La molienda, definida como el proceso de fricción de un producto entre dos piedras, tuvo un impulso decisivo a partir del uso masivo del cereal como alimento del género humano.

Hasta la fecha se asociaba la aparición de los molinos con el período Neolítico, época unida al desarrollo de técnicas tales como la agricultura, los textiles y la alfarería, entre otras.

La Revolución Neolítica se inicia en el Oriente Próximo hacia el 10.000 a.C. En centro-Europa, Grecia e Italia aparecen los cereales entre el 7.000 al 6.500 a.C., en la zona de Valencia hacia el 5.500 a.C. y en el País Vasco entre el 5.000 y el 4.500 a.C.

Como vemos, la evolución de la técnica agrícola fue en principio lenta y su expansión gradual. En el British Museum cuentan con molinos de entre el V y el IV milenio antes de nuestra era.

Pero el autor Colin Tudge aporta unas interesantes reflexiones. Según este investigador, antes de la aparición de la agricultura a no dudar existieron unos "proto-agricultores", que Colin sitúa ya hace 40.000 años.

"La Revolución neolítica no representa el comienzo de la actividad agropecuaria. Lo que representa es la transición entre una agricultura y una ganadería de tiempo libre - un suplemento añadido a la caza y a la recolección - , y la época en que, impulsada por las circunstancias cambiantes y por la necesidad, la actividad agropecuaria se convirtió en norma". (Tudge, 1998, p. 83).

El molino más primitivo, que llamaremos molino magdaleniense, o barquiforme (por su forma semejante a una barca), se componía de una piedra inferior fija, generalmente de forma rectangular y cantos redondeados, y otra piedra superior algo más pequeña, adaptable a las manos, para moler el grano introducido entre ambas hasta su pulverización.

Este primer tipo de molinos eran accionados por una persona, generalmente mujer. Theya Molleson del Museo de Historia Natural de Londres publicó un trabajo sobre restos humanos, con traumas en rodillas, dedos de los pies y zonas lumbares, deformaciones producidas por el trabajo de moler durante mucho tiempo con este tipo de molinos (Tudge, 1998, p. 72).

La Edad del Hierro trajo consigo un importante avance con la aparición de los molinos rotativos, consistentes en dos piedras o muelas redondas, la inferior fija y la superior móvil, que girando molían el grano, con lo que se conseguía un mayor rendimiento y, por ende, una mejora en la alimentación.

La mención literaria más antigua que se conoce de molinos de sangre la tenemos con la historia de Sansón, a quien vaciaron los ojos (para evitar que se marease) y pusieron a "dar vueltas a la muela". Se trata de una cita de la Biblia (Jueces 16,21) escrita entre el 1200 al 1025 a.C. aproximadamente, aún en el inicio de la 1ª Edad de Hierro, como lo indica en el mismo texto cuando dice que le ataron a Sansón "con una doble cadena de bronce".

Se suele simplificar mucho cuando se habla de los molinos usados por los hombres, al clasificarlos en solamente dos tipos: los ya citados magdalenienses (de vaivén) y los rotativos (de movimiento circular), pero hay que decir que han existido y existen múltiples tipos de molinos de tracción humana: con muela superior en forma semicircular y que actúa por balanceo, de piedra en forma de pera que se hace rotar en un cuenco inferior, y otros.

Para activar estos artefactos en principio se utilizaba la fuerza motriz ejercida por el hombre -principalmente mujeres, esclavos o cautivos de guerra-, y más adelante los animales (si eran asnos se llamaban molae asinae, y molae jumentariae cuando trabajaban con caballerías).

Los molae asinae, y molae jumentariae, usaban muelas redondas semejantes a las ya indicadas de los molinos manuales rotativos, pero de mayor tamaño, a los que a la muela superior se le acoplaba una vara horizontal que se ataba al animal, de forma que al dar vueltas hacía rotar la piedra.

Posteriormente los romanos idearon unos molinos que tenían la piedra inferior en forma de cono, y la superior de diábolo, de modo que se ajustaba una sobre otra. El grano se depositaba en el cono de la muela superior. Este tipo de molinos fue muy popular y se puede ver en todas las ruinas romanas, desde Pompeya, hasta Jordania, Israel, Líbano, Egipto, Túnez, Libia, etc.

Se llama máquina: "al objeto fabricado y generalmente complejo, destinado a transformar una determinada energía en trabajo". Y es que el hombre poco a poco fue buscando soluciones a sus necesidades. Por ejemplo, en amplias zonas de Asia donde abunda la madera y es escasa la piedra, los indígenas se las ingeniaron para fabricar molinos, también de dos muelas redondas, una fija inferior y otra rotativa superior pero construidas, fabricadas, totalmente en madera, en donde la parte mordiente estaba compuesta de maderas muy duras. A la vez se añadía a la muela superior un palo largo que transformaba un movimiento de vaivén en otro rotativo. Este tipo de molino se ha encontrado en una amplia zona de la geografía asiática, desde Tailandia, Afganistán o Laos, hasta Filipinas.

Existieron máquinas de moler manuales de muchos tipos y clases. Hay que recordar, por ejemplo, que en todos los castillos y ciudadelas había, o bien un molino para ser accionado por una caballería, o por una persona mediante una manivela, ya que cuando estaban sitiados no podían bajar al molino del río a moler. Solían ser estructuras de madera, con ruedas dentadas (catalinas) que movían dos pequeñas piedras. Máquinas de este tipo también han sido muy usuales en las casas de los campesinos de los países del norte de Europa.

La aparición del molino hidráulico (de río) supuso un enorme avance para la humanidad. Basta saber que una persona moviendo un molino de sangre podía moler unos 5 kilos/hora, mientras un molino hidráulico es capaz de moler unos 180 kilos/hora.

La rueda hidráulica usada para el riego era ya conocida por los sumerios de hace unos 5.000 años. Ahora bien, ¿cuándo aparece la primera referencia a un molino hidráulico? Para responder a esta pregunta hay que esperar hasta el siglo II-I a.C. El historiador Estrabón da referencia de la existencia de un molino de este tipo en el palacio de Mithriades (120-63 a.C.) en Cabiria (Ponto) (Courtot, 1995, p. 105). Algunos autores sostienen que eran ya comunes durante el mandato imperial de Cayo Julio César (101-44 a.C.).

Decía el historiador romano Lello Cello Antipater en el 85 a.C.:

"Mujer deja de trabajar afanosamente en el molino, sigue durmiendo aunque el gallo madrugador anuncia ya el amanecer, porque Remeter ha ordenado a sus ninfas realizar el trabajo que hacían vuestras manos, y ellas, encaramándose en lo alto de la rueda, hacen girar sus ejes provistos de radios, que a su vez obligan también a girar a las cóncavas piedras del molino".

Julio Caro Baroja por su parte cita unos versos de Lucrecio en su De rerum natura (siglo I a.C.): ...ut fluvios versare rotas atque austra videmus ..., que quiere decir: "...como vemos girar en los ríos ruedas y arcaduces..." (Caro Baroja, 1954).

Una descripción detallada la tenemos gracias al ingeniero romano Marco Lucio Vitrubio, en su obra fechada el año 25 a.C., escrita cuando su autor contaba 85 años de edad. Bajo el epígrafe "De las ruedas de agua y de los molinos de agua", se lee:

"Asimismo en los ríos se construyen ruedas de una ma¬nera semejante a las precedentemente descritas. En torno a su frente se fijan unas paletas que, cuando son impelidas por el ímpetu de la corriente del río, hacen girar las rue¬das; y así, sacando el agua en los arcabuces, la hacen as¬cender sin necesidad de la intervención de hombres, y por el solo empuje de la corriente del río suministran el agua que para el solo uso sea menester.

De la misma manera se mueven los molinos de agua, que son en todo semejantes, excepto en que tienen en uno de los extremos del eje un tambor dentado que colocado verticalmente gira con la rueda. En conexión con este tambor hay otro mayor, asimismo dentado y dispuesto horizontalmente, que forma cuerpo con la rueda. Así los dientes del tambor horizontal, hacen girar la muela. En esta máquina, una tolva que está colgada suministra el trigo a las muelas y por efecto de esa misma rotación se va moliendo la harina" (Vitruvio, 1955).

Estamos, pues, ante la descripción de un ingenio de rueda vertical. Estos artefactos fluviales, posiblemente eran en principio de eje horizontal, que llamaré aceñas (nombre de etimología árabe), y, según parece, pasados cinco siglos surgió el molino de eje vertical, que llamaré para distinguir de los anteriores molino. La aceña necesita un régimen de agua constante, ya que no suele disponer de depósito o represa para acumularla, cosa habitual en los molinos de eje vertical que, por otra parte, requieren menor cantidad de agua para su movimiento.

Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz aceñas (eje horizontal) en las termas de Caracalla, en el corazón de Roma, y en Clermont-Ferrant (Francia), ambas del siglo III. En Barbegal (Francia) existe asimismo una instalación de época romana, de una serie de aceñas múltiples en escalera que alimentadas por las aguas de un acueducto de 11 km. sobre el río Ródano, movían dos hileras de ocho aceñas escalonados (16 en total), que tenían en total una capacidad para moler harina como para dar de comer a unos 12.000 individuos al año, exactamente la población que debió tener en esas fechas la cercana ciudad de Arelate (actual Artés). En cambio, el más primitivo molino de eje vertical hallado hasta la fecha es del siglo V, y está situado en el ágora de Atenas (Grecia).

Se dice que el emperador Vespasiano (69-79 d.C.) se opuso a la instalación de estos ingenios hidráulicos por temor a que causaran desempleo, y que su generalización no llegó hasta los tiempos de Arcadio (c. 377-408 d.C.) y Honorio (395-423 d.C.).

Dos factores parece contribuyeron a su difusión. Por una parte, la progresiva desaparición de la esclavitud con la expansión del cristianismo y, por otra, la escasez de mano de obra en el siglo IV, que hizo que la construcción de molinos hidráulicos se convirtiera en asunto de interés público.

En el siglo IV se hallan molineros establecidos en la colina de Janiculum de Roma aprovechando para sus artefactos las aguas que se deslizaban por el acueducto de Trajano desde el lago de Sabbatina.

Al siglo V pertenece una representación de un molino vitrubiano tipo aceña de un mosaico encontrado en el Gran Palacio de Constantinopla (Turquía), lo que la convierte con toda probabilidad en la más remota imagen de un molino hidráulico.

Otros documentos escritos1 que mencionan molinos fluviales en Europa se encuentran en el siglo VIII (en 732-775 en Alemania (Escalera, 1983) y 798 en Francia (Arpin, 1948), por ejemplo).

Una vez se introdujo el molino de eje vertical, la aceña siguió utilizándose a tenor de las necesidades topográficas y climáticas de cada lugar. Esto debió ser así, por cuanto la aceña necesita un régimen de agua constante, mientras que el molino -de presa o de represa- está diseñado para lugares de gran estiaje o caudal insuficiente, allí donde la aceña sirve para poco o nada.

Ello explica que los vascos adoptaran con el tiempo de forma sistemática los molinos de eje vertical y fueran abandonando los de eje horizontal o aceñas.

La aparición del molino de río no hizo desaparecer el molino de sangre. Aún hoy hay comunidades en el mundo que siguen usando los molinos de sangre para moler, al igual otras utilizan aún los molinos de río, y es que el progreso no es igual en todas las latitudes.

1Indicamos las fechas que aparecen en los documentos, sin considerar la diferencia de 38 años existente entre la era cristiana y la era hispana hasta su sincronización entre el siglo XII y el XIII (por ejemplo la era 1123 corresponde al año 1085).

Los molinos de mareas, se diferencian de los de río tan solo en que obtienen su fuerza motriz del agua de mar, de su flujo y reflujo. Su utilidad en mares interiores es bastante limitada, por lo que tuvo su principal desarrollo en costas donde la diferencia entre pleamar y bajamar fue de cierta consideración2.

La cita más antigua de un molino de mareas se encuentra en Irlanda del Norte, en la abadía de Nendrum, del siglo VII, según el arqueólogo Tomas Mc. Erlean de la University of Ulster.

Muy popular es la cita de un molino de mareas localizado en el lago de Venecia en 1044, pero su veracidad es puesta en duda si se tiene en cuenta la poca actividad de las mareas en el Adriático y el Mediterráneo (Aguirre, 1984).

Más cierta parece la datación de la construcción de un molino de mareas en Inglaterra, entre los años 1067 al 1082 en los tiempos en que el obispo Odo de Bayeux era Conde de Kent (Rivals, 1982/83). Éste autorizó su construcción a su tío Herbert. Estaba situado cerca del puerto de Douves. Fechado en 1132 está el de Wooton Mill (Hampshire). Ambos se encuentran en la costa Atlántica.

A partir del XI la existencia de molinos mareales está abundantemente documentada en toda la costa atlántica europea y es en los siglos XII y XIII cuando se generaliza su construcción.

En cuanto a la Península Ibérica la cita más antigua se sitúa en 1047, en un molino de mareas en la bahía de Santoña (aunque hasta el momento sin apoyo arqueológico) y otro de la Abadia de Valdedios (Asturias) de 1245 (Azurmendi). A partir del siglo XVI, se crean una infinidad de molinos de mareas (Martínez, 2010, p. 460).

Según el investigador Luís Azurmendi el número aproximado de molinos de mareas que hubo en Europa fue el siguiente (Azurmendi):

PaísNúmero
Irlanda5
Inglaterra170
Bélgica1
Bretaña N.70
Bretaña S.30
Aquitania10
País Vasco19
Cantabria90
Asturias4
Galicia14
Portugal Tajo16
Portugal S.29
Huelva36
Cádiz19
Total513

Pero estima el mismo autor que se acercarán a los 900 los que en realidad existieron en Europa.

2En Venecia la diferencia entre pleamar y bajamar es de 0,80 metros, mientras en el Cantábrico es de 4,41 m. en mareas vivas y 2,79 m. en mareas muertas. San Sebastián, por ejemplo, tiene como diferencia media 3 m.

El historiador bizantino Procopio (siglo VI) (Procopio, 2000-2007), secretario personal de Belisario, cuenta que este general se encontró ante un gran problema cuando se dispuso a organizar la defensa de Roma en los años 537 y 538: los ostrogodos, sus enemigos habían destruido los acueductos cuyas aguas movían unos molinos harineros desde hacía más de un siglo. Ante la muy probable escasez de animales para montar molinos de sangre y, por tanto, imposibilitado para proveer de harina a la población y a sus defensores, optó por instalar las ruedas de los molinos en barcas amarradas a pilotes o puentes y dotarlas de unas aspas para que fueran accionadas por las aguas del río Tíber.

No parece que aquello surgiera espontáneamente del ingenio de los hombres de Belisario, sino que simplemente reprodujeron un sistema aprendido de algún pueblo conquistado, dado que se sabe que a comienzos del siglo VI se practicaba esta técnica en Francia. El acta fundacional del monasterio de Saint Mesmin de Micy del año 508 estipula que los monjes podrían establecer sobre el Loira y el Loiret molinos de barca para moler grano. El especialista Alain Peyronel señala que los hijos de Musa, que vivieron en la corte del califa de Bagdad hacia el año 860, mencionaron los molinos de barca en sus escritos (Peyromel, 1979).

En siglos sucesivos, los ríos de Europa se llenaron de molinos de barca. Un solo ejemplo: en el río Adigio, el más largo de Italia después del Po. A lo largo de sus 410 km. en el siglo XIX había 400 molinos de barca. También eran frecuentes en los ríos Ebro en Tortosa, Duero en Fermoselle, y Guadiana en Ciudad Real. Algunos de ellos fueron dibujados por el famoso Juanelo Turriano (siglo XVII), tal y como se puede ver en la madrileña Biblioteca Nacional.

La mención más antigua de un molino de viento, según Julio Caro Baroja, se halla en la obra de Al-Mas'üdí Las praderas de oro, cuyo autor había nacido en Bagdad antes del 912 y moriría en El Cairo hacia el año 957 d.C. Se localizan estos molinos en el Sijistán, una tierra hoy repartida entre Irán y Afganistán.

Otra referencia importante que incluye Caro Baroja en su obra es la mención a los escritos del geógrafo Abü Ishäq Ibrähim ibu Muhammad al-Färisi al-Istakhri o Istajri, quien vivió hacia el 950 y que posiblemente no tuvo conexión alguna con el anterior, aunque su información sea también de primera mano.

Dado que las primeras referencias conocidas del molino de viento se sitúan en el continente asiático, la pregunta siguiente es obvia: ¿cuándo se conocieron en Europa? Todo parece indicar que vinieron de la mano de los árabes hacia el siglo XI. En el XII aparecen en Francia, Inglaterra, Bélgica y resto de Europa. Caro Baroja apunta , apoyándose en el análisis de los autores clásicos, que fueron los cruzados los importadores de la nueva técnica, conocida en Occidente precisamente durante el siglo XII (época de las "guerras santas") (Caro Baroja, 1952).