Kontzeptua

Mayo

Conmemoración bilbaína del levantamiento del sitio de la villa por las tropas carlistas el 2 de mayo de 1874. Ese día, las tropas gubernamentales penetraron en Bilbao y los carlistas tuvieron que retirarse a Zornoza.

La primera conmemoración de esta efemérides tuvo lugar en 1876, recién acabada la guerra. El programa de festejos elaborado por los vencedores (liberales bilbaínos "liberados" por las tropas españolas) comprendía: Seis de la mañana: diana, disparos de cohetes y chupinazos. A las diez y media, gigantes y enanos. A las 12, solemne Te Deum en la Basílica del Sr. Santiago. A la una y media, concierto en el quiosco del Arenal. A las 4 de la tarde, novillada. A las ocho y media, banda de música en la Plaza Nueva. Función de teatro con las zarzuelas Bazar de novias y Fuego en guerrillas. También se cantaría un zortzico escrito por un compositor local. Proliferaron las demostraciones "antitiránicas", versos y canciones. Durante los años sucesivos se repitió la festividad con función cívico-religiosa, visita al cementerio de Mallona con el cabildo catedralicio en pleno y procesión hasta la basílica de Santiago donde se cantaba un solemne "Te Deum". Una corrida de toros coronaba a la tarde tan patrióticos actos. Estos eran resentidos como ofensivos por los carlistas que, sobre todo a partir de la liberalización del régimen en 1890, comenzaron a protestar y a enaltecer a los sitiadores (ej. en El Basco de 1895). La fiesta fue siendo objeto de polémica entre vencedores y vencidos lo cual se tradujo en una polarización de los mismos y de sus sectores afines. El nacionalismo, por boca de Arana Goiri, repudió también la fiesta ("Glorias y fiestas bastardas", Bizkaitarra 27 de abril de 1894) aludiendo al alto porcentaje de carlistas del Bilbao de 1874 y al carácter de españolas de las tropas liberadoras.

Particularmente tensa resultó la celebración de 1902 con gran afluencia de personalidades del resto de las provincias vascas y telegramas de adhesión de toda España. En el transcurso de la manifestación fue asaltado el Centro Vasco (nacionalista) al grito de "Viva España". Los hechos, tal como los refieren los agredidos, fueron así:

"Entre una y una y media de la tarde, y en ocasión de marchar la procesión cívica por delante de balcones de aquel Centro, en el que a la razón sólo se encontraban unos pocos socios, seis u ocho, ocurrió, según atestiguan testigos presenciales y dignos del mayor crédito, que los señores don Alejandro María de Meñaca y un hijo suyo, don Ginés de Echevarría y don Pío Collado, bien conocidos en Bilbao y los cuales formaban en la comitiva casi al final de ella, prorrumpieron en gritos desaforados y en exclamaciones airadas pidiendo se arriara la bandera que por defunción del socio don Francisco Ortiz de Zárate -cuyo entierro tendrá lugar mañana a las doce se hallaba colocada conforme a la práctica en estos casos, izada en el lugar de costumbre. El conserje se vio obligado a explicar el motivo de lo que tanta extrañeza causaba a los mencionados señores y como no consiguiera hacerse oír de la multitud y a fin de que por nadie pudiera suponerse que había intención de ofender a los demás, fue a retirar la enseña del círculo. Mas los alborotadores, en unión de varios señores jefes y oficiales de Ejército, penetraron en el domicilio de la Sociedad, arrasando cuanto hallaron a su paso, rompiendo los cristales de las distintas dependencias. No contentos aún con haber allanado el local donde no tenían derecho a entrar, maltrataron a empleados de la casa, lesionando a tres de ellos. Además, se apoderaron de la bandera y haciéndola jirones la arrojaron a la calle. Después de esto marcháronse en seguida como si nada hubiera ocurrido."

Por estas fechas toman también parte en los actos los socialistas y los republicanos pronunciando sendos discursos los jefes de ambas agrupaciones. Se levantaban las tradicionales choznas y la Sociedad "El Sitio" organizaba una velada musical en sus salones en la víspera del día. Laicificación de la fiesta. La polémica desatada en España a propósito de la política laicista del Partido Liberal repercutió de forma inmediata en Euskal Herria y también en forma especial en Bilbao donde destacó la campaña pro catecismo en las escuelas iniciada en marzo de 1913. El 4 de abril, en sesión del ayuntamiento de Bilbao, se daba lectura a una moción, con carácter urgente, de los concejales Otaduy y Villabaso proponiendo la conmemoración del trigésimonono aniversario de la liberación de Bilbao el 2 de mayo, celebrándose los mismos actos y festejos que en el pasado año de 1912. El concejal Bilbao se pronunció en contra, afirmando que la fiesta del 2 de mayo era una fiesta de odios y rencores, que convertía el cementerio de Mallona "en tribuna donde se ofende a los vivos y se ofende a los muertos". Dijo que la fiesta del 2 de mayo debía de ser la de los mártires de la Patria, para conmemorar el heroísmo de aquellos que en Madrid defendieron con sus vidas la independencia de la nación en 1808. Se le replicó que la habitual conmemoración en la villa no era ofensiva para nadie. Al estar divididos los concejales, el alcalde propuso que la moción se votara por partes. Incluía entre otros puntos: que el ayuntamiento acudiera en Corporación a la procesión cívica, depositando una corona en el panteón de los Mártires de la Libertad; solemne Te Deum después en Santiago; engalanar las calles, invitar a la banda de Garellano y entregar donativos a los pobres. Con el voto en contra de los nacionalistas se acordó aceptar lo referente a la parte civil de la fiesta. El de la celebración religiosa fue rechazado por el voto en contra de socialistas, republicanos y nacionalistas, contra el de conservadores y liberales. De esta forma en 1913 sólo se llevaron a cabo los actos civiles celebrando por su cuenta los monárquicos un "Te Deum" en Santiago.

A partir de esta fecha la fiesta consistió en una procesión cívica hasta el cementerio de Mallona destacando ya como orador indiscutible y rotundo el socialista Indalecio Prieto. Una verbena en los salones de "El Sitio" popularizaba aún más la misma. Los monárquicos prosiguieron celebrando un "Te Deum", acto al que en 1916 acudieron algunas comisiones militares. En los años que preceden a la dictadura de Primo de Rivera la celebración había escapado del control dinástico. José Luis de Goyoaga escribía el 3 de mayo en el monárquico Pueblo Vasco, escandalizado por la presencia de "jóvenes bárbaros" lerrouxistas y "damas rojas":

"Eso, sinceramente hablando, no fue nunca la procesión del 2 de mayo. Si nuestros abuelos levantaran la cabeza, volverían avergonzados a sus tumbas". Destacaba Goyoaga "el peligro que envolvía la procesión con el carácter que se le había dado, al querer representar una protesta contra el nacionalismo vasco, sumándose a ella algunos monárquicos, sin caer en la cuenta de que al hacerlo colocaban el estandarte del españolismo en las manos de D. Indalecio Prieto, como los catalanes de Barcelona lo colocaron unos años antes en manos de D. Alejandro Lerroux" (...). "Se ocupaba de la procesión a Mallona como de una saludable advertencia para el que tenga ojos vea y el que tenga oídos oiga, ya que todos los monárquicos llevaban el camino de ser definitivamente desterrados de la política en Vizcaya, cuando el estandarte que flameaba y que se había levantado la víspera en Mallona, profanando las tumbas de los buenos bilbaínos que a costa de sus vidas defendieron la dinastía y el pueblo de Bilbao, era el estandarte de la revolución".

Ybarra: Política..., 493- 494.

La llegada de la dictadura puso a prueba el carácter interpartidista de la celebración. El Directorio prohibió primero la misma pero, días después, se desdijo. El ayuntamiento se hizo cargo de los preparativos y a la fiesta acudió en 1924 el mismísimo Primo de Rivera. Pero las disensiones en el seno de la Sociedad "El Sitio" -donde había partidarios y detractores de la dictadura-y entre los miembros de la Diputación-se oponían los tradicionalistas, los nacionalistas y la Liga- presagiaron su futura suerte. Finalmente participaron la Juventud Monárquica, el Círculo Maurista y el grupo simpatizante de Primo de la Sociedad "El Sitio", en una celebración que, al decir de Arana Pérez, fue calificada por Unamuno de abyecta. En 1925 tanto la procesión cívica como los festejos liberales fueron prohibidos, sin que volvieran a celebrarse a lo largo de toda la dictadura.

El 2 de mayo de 1930 no pudo celebrarse aún públicamente la fiesta cívica bilbaína. Es célebre el discurso que Prieto pronunció en los locales del "Sitio" dicho año, en un acto que tuvo carácter de cerrado. Al año siguiente se celebró la fiesta nuevamente con el acto cívico tradicional y la asistencia de varios ministros de la República, entre ellos Prieto y Marcelino Domingo. La guerra civil y la larga dictadura franquista enterraron definitivamente esta celebración.