Biografiak

MARTÍNEZ DE BALLESTEROS, Feliciano

Personaje relacionado con Baiona que tuvo un cierto papel en la Revolución. Nació en Logroño en 1745 de una familia distinguida que le proporcionó una esmerada educación. Además del latín clásico, Martínez conocía el español, el portugués, el francés y el italiano. Cuando vino a establecerse a Baiona, a la edad de 30 años aproximadamente, se sirvió de estas lenguas en calidad de intérprete jurado. Era buen músico y tocaba, no sin cierto talento, el clavecín y el órgano. Se cree que pertenecía a la orden de los Jesuitas y que la expulsión de España de estos religiosos en 1773, fue la causa de su marcha a Francia. Espiritual y de fácil humor, se creó amistades en todas las clases de la sociedad a quienes divertía con sus innumerables anécdotas, sus originales ocurrencias y sus chanzas cuyo gusto variaba según el tipo de gentes con los que trataba. Publicó en español un folleto contra la Academia Real de Madrid. Era un panfleto anodino, con grabaciones sobre madera, que eran caricaturas. Esto no era un mal en sí, pero Ballesteros no tardó en hacer un criminal uso de sus talentos y de los dones de la fortuna que poseía. Se volvió contra su patria. Cuando la guerra de 1793 hubo estallado provocó las deserciones entre las tropas españolas, quería formar una especie de legión extranjera (la legión de los miqueletes), que mandaría con el grado de coronel. 200 hombres acudieron a su llamada. Acamparon en el convento de las Damas de la Fe en Baiona. Allí eran adiestrados por un español distinguido, Rubén de Coeli, capitán de navío de la marina militar de Carlos IV, condecorado de varias órdenes, hombre instruido y fanatizado por ideas humanitarias, filosóficas y revolucionarias de aquella época. Coeli hacía conferencias a estos desertores; les explicaba el catecismo de los derechos del hombre, sin olvidar la libertad, la igualdad y la fraternidad. Esta tropa fue disuelta, pero este suceso no desanimó a Ballesteros que formó el núcleo de otra legión que se hubiera denominado conjunto de vagabundos de todo tipo y de todo país, si este grupo no se hubiese distinguido por su valentía bajo el nombre de hombres de montaña. El gobierno francés le permitió agotar sus recursos. Ballesteros entonces fue obligado a poner su pequeña tropa en manos del general de La Bourdonnaye, comandante jefe del ejército de los Pirineos Occidentales, que lo agregó a su estado mayor en calidad de intérprete de lenguas extranjeras, con el grado de jefe de batallón. Ballesteros no mantuvo durante mucho tiempo este puesto: los representantes del pueblo hacían y deshacían diariamente a los generales y oficiales. Fue varios años después cuando los franceses reconocieron los servicios de Ballesteros mediante la módica pensión de 200 fr. El papel de este hombre político se había terminado. De su antigua opulencia, le quedaba la abadía de St. Bernard, cerca de Baiona, que había comprado a raíz de la venta de los bienes del clero. Estableció allí una fábrica de botellas que más tarde destruyó un incendio. Entonces se valió de sus conocimientos de física y química para falsificar el tabaco de España. Esta industria le procuró una bonita suma, pero la abandonó de repente a causa sin duda de las consecuencias peligrosas que de ella podían resultar. Vivió así hasta 1830, amado y buscado por todos, sobre todo por hijas del pueblo, de entre las cuales algunas guardaban pruebas de su amor. Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.