Udalak

Lumbier

En el casco urbano de Lumbier se pueden contemplar buenos ejemplares arquitectónicos de diversa época. Casas blasonadas, portadas con arcos apuntados o de medio punto, inscripciones religiosas y puertas talladas pueden ser admiradas en esta histórica villa. El núcleo urbano de Lumbier lo conforman casas apiñadas que otorgan al conjunto una estructura compacta. Algunas calles en cuesta y determinados elementos de la construcción recuerdan el cercano mundo pirenaico, mientras que en otros rincones y angosturas se puede observar la combinación de ladrillo y piedra en casas señoriales de aire más meridional. El palacio del Marqués de Jaureguizar o la casa Antillón son ejemplos reseñables. Esta última construcción es un palacio barroco del siglo XVIII con una fachada que logra sus más ricos efectos en la combinación de materiales, enmarque en vanos y rejería de balcones que cuenta con un escudo de alabastro rococó del último tercio del siglo XVIII.

Tiene Lumbier hermosos ejemplos de obras de ingeniería como son sus puentes. El de la foz, derruido, atraviesa el río Irati a la salida de la Foz de Lumbier y consta de un solo arco, que tiene 8 metros de luz, 15 metros de altura sobre el nivel normal del río, y una anchura de 2 metros. Fue destruido en la Guerra de la Indepencia. El de las cabras, antiguo paso obligado de ganado, sita sobre el río Salazar. De estructura medieval, tiene 40 metros de longitud y una anchura de 3,70 metros, y sus tres ojos, de medio punto, son desiguales. El puente de la Ida probablemente de origen medieval, tiene una longitud 60 metros, con una anchura entre paramentos de 4 metros. Consta de cuatro arcos circulares, de longitudes comprendidas entre 9 y 13 metros. Uno de los cuatro arcos fue derribado por Espoz y Mina en enero de 1811 para cortar el paso a los franceses. El último de los puentes es de Sielva, situado sobre el río Salazar. Su estructura es de origen medieval y tiene una longitud de 40 metros y una anchura entre paramentos de 3 metros. Consta de cuatro arcos de medio punto, uno central de 10 metros y los otros laterales a ambos lados.

Existen también en la villa restos de murallas. Se sitúan al lado del Monasterio, en cuyo interior se encontró un mosaico romano del siglo II. Estos restos, de los cuales algunos están construidos con hormigón romano, fueron aprovechados para la edificación de diversas viviendas medievales.

La parroquia de la Asunción de Lumbier es originariamente del siglo XIV y a esta centuria pertenece la nave a la cual se le añadió en el siglo XVI el crucero y la cabecera actual. La unión de estos elementos da como resultado un templo de nave única de cinco tramos, amplio crucero y cabecera pentagonal.

En planta se observa la presencia de dos capillas en el lado del Evangelio. Son la capilla bautismal y la de la Inmaculada. La primera con planta rectangular en el tercer tramo y la segunda también con planta del mismo tipo pero mucho más grande y profunda. Encajada perfectamente entre la cabecera y el crucero se encuentra la sacristía de planta trapezoidal también obra del siglo XVI. El coro se sitúa a los pies de la nave ocupando tramo y medio y con arco de embocadura.

Las dos fases constructivas tienen un claro reflejo en la cubierta. La parte gótica se cubre con bóvedas de crucería simple, cuyos nervios montan sobre ménsulas poligonales y están decoradas con claves lisas y figuradas donde se representa a un santo obispo, al Agnus Dei, a San Miguel, y a otro santo obispo en actitud de bendecir. La cabecera y el crucero, así como la sacristía, se cubren con bóvedas estrelladas del siglo XVI, de gran belleza, cuyos nervios se apoyan en ménsulas cilíndricas molduradas.

Al exterior vemos un excelente bloque de majestuosa sillería. La parte gótica aparece reforzada con contrafuertes que ascienden hasta el tejado. La portada se abre al tercer tramo de la nave y es coetánea de la misma. Está formada por un arco apuntado abocinado en seis arquivoltas que, por medio de otros tantos capiteles lisos, se prolongan en unos baquetones sobre basa poligonal. La torre se yergue a los pies con forma de gran bloque prismático reforzado por contrafuertes en las esquinas. El cuerpo de campanas se separa del resto por medio de una moldura.

Ya en el interior y por el lado del Evangelio está el pequeño retablo de San Ramón Nonato. De reducido tamaño y estilo barroco data de comienzos del siglo XVIII. Está ornamentado por una profusa decoración, propia del momento, a base de hojarasca y flores.

En el tramo siguiente se encuentra una espléndida talla del Crucificado procedente de la ermita de la Santa Cruz. Fechable a finales del XIV o comienzos del XV representa a Cristo ya muerto con la cabeza inclinada sobre el hombro y con expresión serena. El cuerpo de Jesús en cambió no transmite esa serenidad del rostro. Se percibe movimiento pues la anatomía de Cristo está tratada con detalle y mucha expresividad.

Ya en la capilla de la Inmaculada se encuentra el retablo del mismo nombre. Pequeño, barroco de finales del siglo XVII y algo retocado. El mueble litúrgico consta de un único cuerpo de triples columnas salomónicas que apoyan en otras tantas ménsulas avolutadas, que forman el banco. Alberga en una hornacina neogótica una imagen de Olot de la titular. Junto con la Virgen se venera en el retablo a un San Francisco Javier del siglo XIX pero de aire barroco. En el ático se sitúa un lienzo fechable en el siglo XVII, de cuidada composición pero sin demasiada técnica, de la Sagrada Familia acompañada por Santa Isabel y su hijo San Juanito. Flanquean la pintura las tallas de Santa Bárbara y otra santa desconocida, ambas obras del siglo XVI procedentes del antiguo retablo mayor.

De interés resulta también el retablo de la Virgen del Rosario, de traza rococó propia de la segunda mitad del siglo XVIII, colocado en el crucero. La máquina integra esculturas de bulto redondo y relieves del siglo XVI originarios del retablo mayor. Distribuidas por el cuerpo del retablo encontramos las tallas de San Justo, San Sebastián, La Virgen del Rosario (titular del retablo), San Pastor y San Isidro. Ya en el ático se puede contemplar el relieve de la Transfiguración que junto con los también relieves de San Babil, Santa Bárbara, Santa Quiteria y Santa Lucía pertenecen al antiguo retablo principal.

Apoyado en el muro frontal del crucero encontramos otro retablo más, éste dedicado a San Agustin y fechable a comienzos del siglo XVII. Se distribuye en dos cuerpos divididos en tres calles por columnas de fuste acanalado y capitel, dórico el primero y jónico el segundo, y ático. En el amplio repertorio iconográfico se mezclan relieves y bultos. En el banco tenemos a San Marcos, la Flagelación, San Mateo, el Prendimiento, San Lucas, La Coronación de espinas y San Juan Evangelista. En el primer cuerpo se representa una escena biográfica del santo obispo de Hipona, el bulto de San José y el martirio del santo dominico San Pedro de Verona. En el segundo cuerpo se encuentra ya el taller de Nazaret, San Agustin, Santa Ana y la Virgen con el Niño. El pedestal donde se asienta este cuerpo tiene relieves de Santiago, los Padres de la Iglesia y San Andrés que en la zona del ático se corresponden con San Francisco de Asís, San Juan Evangelista y dos profetas. En el ático tres hornacinas cobijan otras tantas figuras que representan a San Esteban, la Crucifixión y San Babil.

En el presbiterio, sujeto a la cabecera se levanta el retablo mayor, de considerable tamaño, que preside la parroquia y cuya titular es la Asunción. En este mueble litúrgico se han fusionado piezas de diverso tiempo, ya que, en la mazonería del siglo XVIII se han integrado relieves y tallas del siglo XVI, trabajo de Moret y fray Juan de Beauves, conocido como el "El Fraile" que como ya se ha dicho pertenecieron al antiguo retablo mayor.

La estructura de Pedro Moret desapareció cuando se remetieron los relieves del siglo XVI en la máquina barroca de Pedro Onofre, y es entonces cuando aprovecharon para poner al San Francisco Javier de Bosqued entre otras. Beauves nunca contrataba directamente los trabajos sino que eran los ensambladores y los empresarios quienes iban a solicitarle su participación, y es que eran los patronatos y las parroquias los que exigían que las esculturas fuesen de la mano del Fraile.

La máquina la constituyen un alto banco con relieves y ménsulas sobre el que monta el alto cuerpo de tres calles divididas por columnas salomónicas decoradas. El ático, de elaborado diseño, se enriquece gracias a la decoración vegetal que también recubre los aletones que flanquean el ático y que incorporan los escudos de los patrocinadores de la obra. El despliegue iconográfico es importante. En el banco se suceden tallas y relieves como los de San Agustín, San Gregorio, la Natividad, la Anunciación, San Jerónimo y San Ambrosio. El cuerpo, en cada calle, presenta los relieves dispuestos en forma vertical. Son los siguientes: La matanza de los Inocentes, la Huida a Egipto, la Natividad de María, Jesús entre los doctores, la Purificación de la Virgen, la Presentación, el anuncio a Santa Ana, el abrazo en la puerta Dorada, la Circuncisión y la Epifanía, todas las escenas alusivas a la vida de la titular del retablo. En el ático la Trinidad rodeada de ángeles músicos y santos como Javier y San Fermín y cuatro profetas.

En el presbiterio encontramos también un curioso ambón elaborado con partes de un retablo del siglo XVII.

Pasando al lado de la Epístola se encuentra el retablo de San Miguel idéntico en traza al ya mencionado de San Agustín. Se suceden relieves relativos a la Pasión con tallas representando a diversos santos. Llaman la atención los tres arcángeles con especial atención a la monumental talla de San Miguel que aparece en plena lucha con el demonio y a la imagen de San Andrés de reminiscencias miguelangelescas.

El retablo de la virgen del Carmen también se halla a este lado. Barroco de la última veintena del siglo XVIII, ya apunta un aire más clasicista aunque todavía guarde un gusto rococó.

El corpus retablístico de la parroquia termina con el retablo de Santa Catalina, obra del escultor lumbierino Juan de Huici, autor de diversas obras en la zona norte de Navarra; fue autor de retablo de los Pasos del siglo XIX donde se guardan algunos pasos de semana santa, todos ellos también de los siglos XIX y XX; y el pequeño retablo de San Antón.

En el coro se conserva parte de la sillería barroca del siglo XVIII y el órgano con caja de 1921.

En lo concerniente a la orfebrería prácticamente en su totalidad es de los siglos XVIII y XIX, y salvo alguna pieza originaria de Méjico, todo está realizado por talleres locales.

La parroquia de Lumbier recogió interesantes obras procedentes de los despoblados cercanos: Una talla de San Pedro proveniente de Usún, gótica del siglo XIV, un San Adrián del siglo XVI, un lienzo de San Martín a caballo partiendo la capa... y algunos objetos más.

Otro monumento digno de mención es el monasterio de las Benedictinas. La comunidad benedictina abandonó Lumbier en 1991 para instalarse en Alzuza, poniendo así fin a una historia que desde 1450 y durante siglos unió a esta congregación con Lumbier y su entorno.

Desde el punto de vista artístico, la iglesia es de planta de cruz latina, larga, de seis tramos crucero y cabecera recta. En el alzado triunfa la sencillez y la austeridad sin apenas ningún elemento decorativo. La cubierta a lo largo de la nave, capilla mayor, brazos de crucero y sotocoro es de bóveda de lunetos. El crucero se cubre con una cúpula rebajada, decorada por fajas y sostenida sobre pechinas. El claustro rectangular corre paralelo al lado de la Epístola de la iglesia. Lo forman tres pisos de arcos de medio punto de ladrillo, seis en los lados mayores y cinco en los menores.

Al exterior el monasterio forma un bloque de sillar que deja ver lo que corresponde a la parte del Evangelio, pues el resto lo cubren las dependencias monacales. Utiliza ladrillo de manera decorativa.

Dentro, lo destacable es su retablo mayor, obra del zaragozano Miguel Puyal, quien lo contrato en 1743. La compleja arquitectura del mueble consta de banco de planta mixtilínea, lo que le aporta un movimiento que se transmite al cuerpo de tres calles y al ático de cascarón que se amplifica gracias a la profusa decoración de guirnaldas, hojarasca y perlado. Al igual que en el de la parroquia, aquí también se utilizaron piezas del anterior retablo romanista obra de Joan de Berroeta. Además del retablo mayor, el retablo de la Inmaculada y el de San Benito también tienen cierto interés.

El convento tuvo también buenos lienzos firmados por los madrileños Jose Donoso y Escalante.

Como curiosidad cabe destacar que entre la orfebrería que poseía el monasterio existía un relicario de San Eneco.

La comunidad de las benedictinas a su partida se llevó consigo todo el ajuar de la comunidad de Lumbier a Alzuza.

  • LOPEZ SELLÉS, T. "Contribución a un catálogo de ermitas de Navarra", C.E.E.N, 1972.
  • VV.AA. "Catalogo Monumental de Navarra", IV**, 1985.

ETE 2011