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HALTEROFILIA

La halterofilia consiste esencialmente en el levantamiento de pesos, siendo éstos unos discos metálicos de distinto peso acoplados a los extremos de una barra transversal, cilíndrica, llamada carro. Las competiciones se desarrollan en locales cubiertos, sobre una tarima de cuatro metros de lado. Es un deporte duro, que exige una meticulosa preparación de los atletas que compiten en función de sus respectivos pesos, dentro de las siguientes categorías: MoscaHasta52Kgs. Gallo" 56 " Pluma"60" Ligero"67,5" Medio"75" Semipesado"82,5" Pesado-ligero"90" Pesado"100" Pesado"110" SuperpesadoMás de 110" La competición se desarrolla en dos fases, la primera en arrancada y la segunda en la de dos tiempos. El peso inicial con el que se inicia la competición va aumentando progresivamente mediante la colocación de nuevos discos en la barra que son sujetados a la misma mediante unos elementos fijadores, llamados mordazas o grilletes. Y someramente indicados la técnica y objetivos de la halterofilia pasemos a realizar un breve repaso a la historia de esta especialidad deportiva. El natural sentido de emulación, de demostrar su superioridad física sobre los demás, ha llevado al hombre a patentizar su fuerza a través de diversos medios y a buen seguro que uno de los más elementales es el levantamiento de piedras u otros objetos de mayor o menor peso. Incluso en la Grecia Clásica se utilizaba el levantamiento como preparación para la práctica atlética y para la lucha, como en el caso del famoso luchador Milón de Crotona que participó en las Olimpiadas entre los años 532 y 516 antes de Cristo. Milón de Crotona transportaba diariamente sobre sus hombros un becerro pequeño que lógicamente iba subiendo de peso, lo que supone una constante progresión en el esfuerzo. De ésta y de otras muchas exhibiciones de fuerza, mezcla de leyenda y realidad, podría escribirse largo y tendido. Pero si hemos de referirnos a las halteras, hemos de dar un formidable salto en el tiempo para situarnos ya en el siglo XIX y de un modo preferente en la Europa Central donde era corriente en tabernas y plazas la exhibición de forzudos levantando una barra con dos bolas en sus extremos. Es una imagen que hemos visto repetida hasta la saciedad y que ha sido motivo de inspiración de mil historias cinematográficas, de "comics", etc. Cunde la afición y pronto la exhibición de los forzudos, con sus característicos maillots y sus enhiestos mostachos, se convierte en número obligado de circo. Aparecen las primeras estrellas de la especialidad como los hermanos Saxon y sobre todo Eugen Sandiw, autor de proezas sin cuento. En las postrimerías del siglo, cuando la práctica del "sport" tiene una época de esplendor, proliferan los "amateurs" que se dedican al levantamiento de pesas como un número más de la práctica gimnástica. Pronto surgen las competiciones interclubs y de un modo especial en Francia, Centroeuropa y la URSS. Surgen equipos de levantadores que alcanzan unos niveles más que aceptables en relación con los grandes colosos que actúan profesionalmente en los circos. Es tal el incremento, que en la primera Olimpiada de la Era Moderna, celebrada en Atenas en 1896, se incluye el levantamiento de pesas como deporte olímpico. Pasarán veinticuatro años, no obstante, para que se funde en París, en 1920, la Federación Internacional de Halterofilia, en la que se integran desde su fundación catorce países. En las Olimpiadas de Atenas (1896) y Saint Louis (1904) se compite dentro de una sola categoría de peso corporal. En 1920 en Amberes se incluye de nuevo la halterofilia en los Juegos y a partir de ese momento estará presente en cuantas ediciones se celebren. En los juegos de París (1924) se practican los movimientos de arrancada con una mano, dos tiempos con la mano opuesta, fuerza y arrancada y dos tiempos con ambas manos. En 1928, en Amsterdam, se introducen nuevas variaciones realizándose los tres movimientos con dos manos, variaciones que permanecen hasta la Olimpiada de Munich en 1972, en la que se suprime la modalidad de fuerza. Desde que se inicia la competición internacional hasta los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, son Francia, Austria, Italia, Egipto y Alemania los países en que más se practica la halterofilia y en consecuencia los que dominan en el concierto internacional. A partir de la conflagración el dominio se centra en los Estados Unidos a los que tan sólo Egipto logra arrebatar algún título. En la década de los cincuenta hace su aparición en escena la halterofilia soviética, que con su enorme masa de practicantes se sitúa en la "élite" de la especialidad dominando en sucesivas Olimpiadas con escasa competencia, salvo en el caso singularísimo de Bulgaria, que en ésta como en otras especialidades deportivas se ha medido con los grandes y con notorios resultados. Hay que significar el hecho de que Bulgaria cuenta tan sólo con diez millones de habitantes. Tan espectacular es la progresión búlgara que de no poseer ningún "record" mundial en 1971, pasa a compartir, al 50 % con la URSS, la totalidad de los títulos cuatro años más tarde, en 1975. Un repaso a la tabla de "records" mundiales dentro de cada una de las categorías sólo sirve para confirmar la aplastante superioridad de la URSS, algunas de cuyas figuras, como el pesado-medio D. Rigert o el superpesado V. Alexiev han ocupado los puestos más relevantes de la especialidad a lo largo de muchos años. Expuesto a grandes rasgos el panorama de la halterofilia en el mundo llegamos al objetivo fundamental que nos ocupa: Euskadi. La historia es muy sencilla, tan breve que acaba de empezar. Breve pero en cierta medida brillante, pues los éxitos sólo llegan tras años de esfuerzo constante y cuando se cuenta con una gran masa de practicantes de la que necesariamente saldrá esa élite que podrá competir a nivel internacional. Pese, repetimos, a los pocos años de práctica y al reducido número de licencias el panorama puede juzgarse de satisfactorio. Pero hora es ya de hacer historia. El vasco tiene una especial predisposición para los deportes en general y de un modo especial para aquellos en los que el vigor y la fortaleza son puestos a prueba. Como sucede con muchos de los deportes, los vascos, guipuzcoanos y vizcaínos especialmente, son pioneros en la práctica de la gimnasia y los gimnasios de Zamacois en Bilbao y de Soroa en San Sebastián reúnen a un grupo numeroso de atletas que practican diversas modalidades de gimnasia y lucha y utilizan como complemento de su preparación las consabidas esferas metálicas unidas por una barra cilíndrica. Llegarían más tarde las pesas, con las características conocidas hoy, pero realizadas de un modo un tanto rudimentario y cco materiales bien distintos a los sofisticados que hoy se emplean. A pesar de que la práctica se va extendiendo y de que el material se va perfeccionando no podemos hablar de halterofilia vasca propiamente dicha hasta 1967. No obstante conviene dejar constancia de hombres como el donostiarra Rodolfo Yarza, del Atlético de San Sebastián, y especialmente el vizcaíno Moscoso que ha detentado durante un cuarto de siglo varios "records" alguno de los cuales se ha batido en 1983 y nos referimos por supuesto a records nacionales. La halterofilia vasca le debe mucho a un hombre singular, el zarauztarra Emilio Olazabal, auténtico apóstol del deporte. Es el creador del campeonato playero de Zarauz e inspirador de la nueva línea seguida por el Club de Remo Olímpico de Orio. Por encima del aspecto puramente organizativo, Olazabal ha sabido insuflar en los hombres que le rodean, tanto en calidad de organizadores como de practicantes, un espíritu deportivo, olímpico, con la primordial preocupación de formar sobre todo hombres. Si luego surge el campeón el logro será completo pero siempre se alcanza el objetivo si se consigue lo de "mens sana in corpore sano". Estamos en 1967. José Antonio Elola, Delegado de Deportes del Gobierno Español, habitual veraneante en Zarauz, conocedor de las inquietudes de Emilio Olazabal, apunta su nombre al entonces presidente de la Federación Española de Halterofilia, Dr. Marcos Becerro, quien más tarde ocuparía la Vicepresidencia de la Federación Internacional. Consciente el Dr. Becerro del brillante porvenir que la especialidad puede tener en el País Vasco, encomienda a Olazabal la creación de la Federación Guipuzcoana. En diciembre de este año de 1967 se reúnen en el Centro de Atracción y Turismo de San Sebastián una serie de personalidades vinculadas a diversos clubs y organismos deportivos. Trascendente reunión, pues en ella se funda la Federación Guipuzcoana y se acuerda por unanimidad de los treinta y un asistente nombrar presidente a Emilio Olazabal. Casi paralelamente surge en Bilbao la Federación Vizcaína y se celebra en la capital vizcaína el Campeonato Nacional. Los resultados no son demasiado brillantes para la representación vasca, contrastando con los obtenidos por los sevillanos que prepara Antonio Tavares, prestigioso técnico. Es él quien imprime una orientación distinta en la preparación de los atletas vascos, que hasta la fecha era poco adecuada y desde luego muy corta en tiempo. Anteriormente a esta competición se funda en Vitoria la Federación Alavesa y se inician contactos entre las tres Federaciones a las que pronto se une la Navarra con sede en Pamplona. Se establecen posteriormente contactos con Iparralde, pero al otro lado de la muga la afición se ha desviado a un campo bien distinto, el del culturismo. Los pocos atletas dedicados a la especialidad de halteras fichan por clubs de Pau o Burdeos. Se crea la Federación de Euskadi que es la única que compite como región autonómica entre las del Estado, llegando a concertar encuentros internacionales. Se amplía el número de practicantes y proliferan los clubs. En Guipúzcoa los tres pioneros son el Atlético San Sebastián, el C. D. Zarauz y el C. D. Hernani. Surgen figuras como José M. Ugarte de San Sebastián, primer vasco que forma en la selección nacional, llegando a doblar su propio peso y detentando durante quince años el "record" de Guipúzcoa. La Federación de Euskadi organiza inicialmente un campeonato en categoría senior, ampliándolo seguidamente a la de junior y más tarde a las de juveniles y cadetes. A partir de la confrontación de la Selección de Euskadi con la de Francia en Perpignan se homologan oficialmente los "records" conseguidos. Con delegaciones en Bilbao, Pamplona, Vitoria y Zarauz la secretaria se ubica correlativamente en cada una de estas localidades. Los resultados de esta política ejemplar están a la vista y así Navarra cuenta con el mejor levantador del Estado, Dionisio Muñoz, que ostenta la máxima puntuación. Otro nombre a consignar entre los mejores es el del vizcaíno Mariaca y el de su paisano Basterra con 170 kg. El techo de la halterofilia vasca lo marca el guipuzcoano Miguel Angel Castresana del C. D. Añorga con 175 kg. El porvenir se presume brillante, gracias a la aparición de nuevos clubs como el C. D. Bidasoa y la Escuela Profesional de Lasalle, ambos de Irún, y el Beraun de Rentería, que es el que cuenta con un mayor número de licencias y que prepara con eficacia probada Bautista Cortajarena, ex-atleta internacional junior. Entre los chavales de Beraun, Arturo Ruiz, a los catorce años, ha conseguido ya una marca de 130 kg., con lo que ha batido todos los "records". En el Indarra de Lasarte otro joven atleta, Miguel Ruiz, de diecisiete años, se perfila como gran figura y se espera que forme parte de la selección nacional de cara a la Olimpiada de Los Angeles de 1984. Lo más importante no son los logros conseguidos sino el brillante porvenir que se augura a la halterofilia vasca. La progresión lograda en los pocos años que nos separan de aquella reunión de 1976 en el Centro de Atracción y Turismo es el mejor índice de la labor realizada por entrenadores y directivos y al mismo tiempo el mejor premio a su trabajo. Todo ello, claro está, con la entrega y el sacrificio de un grupo de esforzados atletas que están cosechando triunfos para los colores de Euskadi.

José Mª. FERRER CHAPARTEGUI