Pintoreak

Fiestras García, José Antonio

Comenzó Fiestras su periplo artístico en los años sesenta plasmando los paisajes y los entornos más próximos. Con el tiempo, evolucionó hacia un tipo de pintura mucho más introspectiva. Desde el punto de vista estilístico podemos afirmar que a mediados de la década de los setenta es cuando sus cuadros experimentan el germen o el primer indicio de lo que es actualmente su modo de concebir y de abordar la disciplina de caballete.

Así, en palabras del propio pintor:

"Empecé haciendo una pintura clásica. Luego evolucioné hacia el impresionismo, pasando por el puntillismo, hasta desembocar en un realismo poético, que es donde ahora me encuentro [...] Me inclino fundamentalmente por la figura más bien intimista. No sé tampoco en realidad la razón de esta preferencia, ni me molesto en buscarla. En cuanto a los tonos, utilizo casi todos los colores, pero muy desvaídos. Mis cuadros no tienen grandes contrastes de color"

La Gaceta del Norte, 4 de noviembre de 1976.

Por tanto, desde el ecuador de los años setenta afianza Fiestras los cimientos de lo que es su actual temática: los interiores evanescentes con figuras humanas y la naturaleza muerta o bodegón. Configura a partir de elementos reales un trasmundo personal en el que manipula y combina las referencias objetivas de acuerdo con su imaginación. A pesar de su entidad real, estas referencias poseen una reelaboración mental: son realidades ya imaginadas pero con una resolución naturalista.

Tanto sus composiciones pobladas por imágenes humanas, especialmente femeninas, como sus bodegones, flores, sombreros, jarrones, braseros, botellas, recipientes varios, telas, etc..., se hallan inmersos en unas ambientaciones irreales, en cierto sentido fantasmagóricas. Atmósferas de resonancias oníricas, surreales, logradas a través de la fragmentación y descomposición en planos de la imagen figurativa, así como por el aplique de una luz tamizada, de cromías cálidas y sedantes. Son imágenes que, de alguna manera, quedan un tanto indefinidas al hallarse expresadas por unas vaporosidades cromáticas informes, transparentes, que juegan con un espacio pictórico indeterminado por voluntad expresa del artista.

Una consecuencia directa de esta actitud es el contrapunto que se establece entre las referencias figurativas, netamente perfiladas gracias a la diligencia del dibujo, y el fondo, plagado de irisaciones cromáticas que se aproximan a la abstracción. Asimismo, la descomposición por planos de las figuras, que acostumbran a superponerse en mayor o menor grado, contribuye a configurar un tipo de representación que se escapa a la lógica, entrando, pues, en el mundo de las ideas, en un trasmundo ideal o idealizado que tiene mucho de ensueño.

Estamos ante una pintura lírica, ensimismada, agradable de contemplar, tanto por el tema como por los tonos y gradientes empleados: azules, violetas, rojos, naranjas, rosas, amarillos, tierras, blancos, grises... Cromías suaves, matizadas y luminosas, aplicadas en su justo y equilibrado valor, inundan la trama pictórica. En los últimos tiempos apreciamos en su obra un renovado interés por la pintura de paisaje, que articula también a partir de un colorido envolvente provisto de ricas y palpitantes impresiones.