Kontzeptua

Feria

La feria es el día festivo además de un día de compraventas. En las ferias y mercados domina el ambiente festivo pero con los atractivos del mercado y de la feria. Para dar una idea de ese ambiente he aquí tres reseñas de lugares tan significativos como el rural de Aya (Gipuzkoa), el de una vieja ciudad como Estella (Navarra) o el nostálgico acontecimiento de fines de siglo y principios de éste de la feria de Hendaya, de gran significación para los iruneses y con una frontera artificial por medio.

Aya, 1969

"El día de la Ascensión del Señor es una de las grandes fiestas de Aya. Día de Feria. En esta fecha, haga el tiempo que haga, acuden gentes de todos los contornos. La plaza se anima de puestos y tenderetes de mil chucherías multicolores. y los cohetes salen disparados por donde pueden en busca del cielo azul. En una esquina de la plaza, sobre un tablado, suena el agridulce acordeón llevando por los aleros el sonido del ariñ-ariñ. La juventud baila. En el atrio de la iglesia recogidos, hablando bajo, con pausa, los campesinos de trajes oscuros, camisa blanca impecable atada de cuello, pero sin corbata, dejan que su mundo agrícola, sus problemas e ilusiones, se deslicen sin prisa, diría que cadenciosamente. Pero la actual feria de la Ascensión ya no es la de antaño. Hasta principios del siglo XVIII, esta feria general se celebraba junto a la ermita y venta de San Juan de Iturrioz. Este ferial de Iturrioz, según cita Gorosábel, fue suprimido en las Juntas de Villafranca de 1728 por celebrarse en despoblado, y trasladado a la cercana Universidad de Aya. De todas formas, aparte de la razón de tratarse de un lugar apartado, no debió influir poco en la decisión del cambio el que por razones de jurisdicción entre Aya, Régil, Vidania, Albistur y Goyaz, más de una vez se originaran verdaderas batallas campales, el día de esta feria, entre todos o algunos de los vecinos de las aldeas citadas.

El mismo Gorosábel, en su diccionario histórico, habla de aquella fiesta del año 1544, en el transcurso de la cual, los alcaldes de Régil y Aya detuvieron al de Albistur porque había penetrado en los terrenos de Iturrioz con vara alta de justicia. Poco tardaron los asistentes en llegar a las manos, y como resultado de ello perdió la vida Juan de Atodo, de Albistur, y herido, Juan Gaiztarro, vecino de la misma villa. Una vez que la feria pasó a celebrarse en Aya, la fiesta adquirió su verdadera dimensión. Es decir, los campesinos acudían a ella a comprar y vender ganado, a adquirir herramientas y aperos de labranza, a comprar telas y calzado, y a divertirse un poco, además de haber asistido a las solemnes ceremonias religiosas, propias del día, en el templo de San Esteban. Eran gentes que llegaban por todos los caminos. Campesinos de Laurgain. Familias de los barrios de San Pedro y Santiago-erreka. Mujeres, hombres y niños de Urdaneta, de Alzola, de Aya, de Elcano, de Albistur y Vidania, de Asteasu y Cizúrquil, de Goyaz y otras muchas aldeas y pueblos. Algunos de los vendedores llegaban de las villas del Oria o del Urola. Lejanos tiempos de aquel feriante conocido por "Amalau", o de Francisco de la Cuesta, o de "Mateo", vendedor de telas de Azpeitia, que murió con cien años o más. Lejanos tiempos en los que los yugos, las telas, las alpargatas, las guadañas, las hoces, los "kopetekuas" y las hachas se apilaban bajo tenderetes que se alargaban al pie de la casa del secretario y de las escuelas. Lejanos tiempos en los que al atardecer, bajo el sol, o envueltos en la bruma, los hombres de las aldeas emprendían el regreso al hogar llevando el saco lleno de mercancía, cargado a la espalda, o precediendo el paso lento de su cabalgadura con las alforjas repletas de útiles, vestidos y calzado."

(Ref. : Peña Santiago, L. P.: Aya. Viaje en el día de feria de la Ascensión. "Diario Vasco", 18-V-1969.)

Estella, en 1950

Estella es hoy un mercado donde afluyen cada jueves los hombres del pie de Urbasa, de la Val de Ega, de la "Rioja navarra", de la Ribera y de la Montaña en una palabra. El mercado tiene lugar en las plazas de Santiago y de los Fueros. En la primera se concentran los vendedores de ganado, porcino principalmente, pues aunque hay otros animales a la venta puede decirse que se trata de un mercado especializado; se venden, sobre todo, "gorrines" para criar en casa. Dominan los tratantes de blusa negra corta, boina y vara. Hay algunos automóviles desvencijados, acondicionados para el transporte de los cerdos, y en el centro de la plaza carros y bueyes esperando la hora del regreso. Los "gorrines" se exponen dentro de pequeñas cercas de madera, y en los días fríos se apretujan en busca de calor unos contra otros, mientras tiembla su carne sonrosada. La Plaza de los Fueros alberga vendedores infinitamente más heterogéneos, aunque distribuidos con arreglo a un orden, preestablecido desde antiguo, alrededor de la Plaza, que les presta sus soportales en los días de lluvia. Montañas enormes de rojos pimientos, ristras de guindillas pendiendo de las columnas de los porches, puestos de vendedores de hilos y telas, objetos de ferretería extendidos en el suelo, camiones atiborrados de cardos gigantescos, mujeres sentadas en bancos numerados y teniendo a sus pies una variada colección de conejos, gallinas, patos y cestas con huevos; puestos de pucheros y cántaros, serones de cáñamo, cuerdas, telones con ropas colgados en alto para reclamo, todo se ofrece a la curiosidad y a la adquisición de los compradores.

Naturalmente, la actividad de estos días de mercado, el ir y venir de la gente, los autobuses especiales que se desplazan a Estella, los puestos de comida al aire libre, todo se supera en los días de feria; en la famosa feria de San Andrés, que anuncia el Ayuntamiento de la ciudad, con legitimo orgullo, como celebrándose "desde hace seiscientos años, y donde se podrá adquirir la famosa jaca navarra". El día de mercado es, como se puede suponer, no sólo el día de la transacción y del negocio para los aldeanos que concurren a la plaza, sino también para los comercios de la ciudad, loa abogados y notarios. Todo el mundo trabaja febrilmente los jueves; se redactan capitulaciones matrimoniales, se ajustan contratos entre las gentes de estos pueblos de la montaña navarra y se aprovecha la ocasión para "ir a vistas", es decir, para que un mozo y una moza, cuyo matrimonio han concertado los padres, se conozcan. Muchas de estas magnificas familias navarras, bendecidas por Dios con una prole numerosa, han tenido su origen y lo siguen teniendo cada día en un viaje al mercado de Estella, o de otro lugar de la montaña para "ir a vistas". Pero todo el cuadro de color y de vida que compone el mercado -fiesta para los ojos y alegria del corazón- no puede reflejarse en un trabajo científico; es el premio que guarda la Geografía a quienes procuran servirla con fidelidad. En el mercado se venden principalmente: frutas y verduras de la Ribera, queso, sal y ganado porcino de la montaña, y aves y huevos de una y otra. En época normal era muy importante el mercado de piensos y legumbres, y últimamente ha adquirido gran importancia el de injertos de vid, que es el principal de la región. A comprar cerdos acuden compradores de Cataluña y Valencia.

(Ref.: Casas Torres, J. M.: Mercados geográficos y ferias de Navarra, p. 37-39).

Hendaya, o fines y principios de siglo

Otro atractivo para las irunesas era la feria del sábado de Hendaya, que tiene un origen histórico, pues fue autorizada nada menos que por Luis XIV. La mayoría iba a pie hasta el embarcadero de Santiago, bordeando el canal. ¡Con qué emoción la señorita irunesa, ayudada por el barquero o por algún amable pasajero, posaba el pie en la lancha en la que iba a atravesar el río! Los viajeros ocupaban primeramente los asientos de popa, luego los laterales y, por fin, hundía la proa un cargamento de niños. El insaciable barquero invitaba, sonriente, a los que quedaban indecisos en tierra. Estos, haciendo equilibrios, se encajaban al fin en el bote, permaneciendo en pie en el centro de la lancha· Esta, con el agua casi hasta el borde, atravesaba el río. El desembarcar sano y salvo en la otra orilla era una de las emociones de los viajeros de tierra adentro. Los pasajeros descendían de la lancha, en marea baja, haciendo equilibrios sobre una estrecha tabla, hasta pisar el fango francés entre bromas y risas. Todavía quedaba mucho camino que recorrer hasta llegar a la place de la Mairie, que es donde se celebraba -y se sigue celebrando, aunque con menor importancia- la feria de los sábados. Tenderetes con sombrillas y toldos de todos los colores cubrían el rectángulo que comienza en la iglesia parroquial y termina en la calle del Puerto. En los huecos que dejaban libre los feriantes poderosos, los vendedores de poca categoría exhibían sobre una tela o un periódico su modesta mercancía. Entre montones de cintas, peines, retales, cacharros de todas clases, sombrillas, paraguas, ropa hecha, botones, carretes de hilo, muñecas, perfumes y bisutería, circulaba una densa multitud, tocándolo todo, regateando, riñendo o bromeando con los vendedores. Los comerciantes fuertes tenían su clientela española selecta. Entre ellos había algunos judíos que hablaban el castellano antiguo de los sefarditas. El más popular era "Cosa Rica", así llamado porque empleaba siempre estas palabras al ofrecer su mercancía. "¡Cosa rica! ¡Cosa rica y fuerte... Más fuerte que el fierro!" "Cosa Rica" tenía una mujer gruesa y rubia, con un hermoso tupé a lo Toulouse Lautrec. Esta mujer, amable y descarada, se permitía muchas veces familiaridades excesivas y bromas subidas de color con las señoras de Irún. Las mejores porcelanas de Limoges, las más ricas sedas de Lyon, la acreditada cuchillería de Thiers, los macfarlán norteños más impermeables, eran ofrecidos a bajísimo precio. Muchas veces, al llegar a casa, se encontraba uno con que los platos estaban alabeados; la seda de la sombrilla, rasgada; las telas, mudadas, y el impermeable, picado; pero era tal el atractivo de la feria de Hendaya que se reincidía sábado tras sábado, con la eterna esperanza de encontrar una ganga. En la misma feria, las madres iban embutiendo en sus cuerpos y escondiendo entre la ropa de sus niños retales y puntillas, y bajo la gorra o el sombrero, calcetines y pañuelos. En general, los carabineros del embarcadero de Santiago eran poco rígidos, pero de vez en cuando, ante el abuso, se veían precisados a mostrarse algo más severos. Entonces la prensa irunesa arremetía contra ellos. Leemos en El Bidasoa del 27 de diciembre de 1891:

"Continúa haciéndose en el punto de Santiago, por el resguardo, el registro en particular a las señoras, que sin distinción de clases son todas reconocidas por la matrona, y no crean ustedes que así, en formas decentes. Eso no, sino que hay señora que hasta tiene que soltarse el corsé, así, como suena. Nosotros aconsejamos a quien corresponda, cierre el paso de Santiago y hemos concluido la función."

La campaña del semanario local no tuvo, por lo visto, mucho éxito, pues en el número del 5 de junio de 1892 leemos:

"Cuando creíamos que habían terminado los vejámenes y los abusos cometidos por los carabineros del Punto de Santiago, llega a nuestra noticia que la matrona de dicho punto tuvo hace pocos días la pretensión de exigir a una señora que volvía de Hendaya que se desnudara por completo para registrarla. Tan extraña pretensión, acompañada de las más groseras formas y la saña con que a pesar de no encontrarle nunca nada, registra la dicha señora, le pone en el caso, según nos ha manifestado, de dirigirse, como lo hará dentro de breves días, al señor delegado de Hacienda."

(Ref. : Uranzu, B. de, Un puebla en la frontera, pp. 134-136.)