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ECHARREN DE GUIRGUILLANO

Echarren de Guirguillano se divide en dos barrios, situados a diferentes niveles. El barrio superior lo preside la parroquia de San Román, mientras que en el barrio inferior sobresale el palacio.

El palacio de Echarren es un ejemplo notable de cabo de armería que ha llegado hasta nuestros días conservando sus características arquitectónicas defensivas. Construido en el siglo XIV sobre solar anterior, sufrió diversas reformas en los siglos XVI y XVII, estando documentadas de esta última centuria las llevadas a cabo por el cantero Juan Vizcaino. Es un bloque rectangular alargado, en sillarejo. La fachada está ceñida por sendas torres cilíndricas, una de las cuales presenta un mirador abierto en el siglo XVI, de carácter italianizante, con columnas con zapatas de piedra. En la fachada, que conserva diversas saeteras, se abrieron diversos vanos en el Quinientos, alguno de los cuales conserva la rejería original. El ingreso, descentrado, presenta arco ojival de potente dovelaje y pertenece a la fábrica original del siglo XIV. Desataca la barbacana que lo protege. Por él se accede a lo que fue patio de armas a través de un pasadizo de arco rebajado; en uno de los ángulos del patio se levanta la primitiva torre medieval, fuerte edificación defensiva prismática cuyo interior conserva una bóveda de medio cañón apuntado.

La iglesia parroquial de San Román fue edificada a finales del siglo XII en estilo protogótico siendo muy semejante a la de Arguiñáriz; fue modificada en 1603 por Juan de Urbieta. Presenta planta rectangular de nave única dividida en triple tramo y que se prolonga hasta la zona de la cabecera, resuelta en el siglo XVII en forma poligonal. Se conserva la primitiva cubierta medieval en la zona de los pies, mediante una bóveda de medio cañón apuntada que se articula a través de un arco fajón de robustas dovelas. La reforma de Urbieta cubre el siguiente tramo con una bóveda de crucería, mientras que sobre el crucero y la zona de la cabecera se alzan sendas bóvedas de terceletes con ligaduras; todo ello gótico-renacentista. El sistema de apoyos de los tres tramos es a base de ménsulas cilíndricas decoradas con bolas Reyes Católicos. Las capillas del crucero se cubren por su parte con bóveda de medio cañón. Por el lado del Evangelio se adosa a la cabecera la capilla del patronato de los Echarren, señores del palacio. Se accede a ella por un arco de medio punto con casetones y el intradós decorado con labores geométricas. Junto a ella se encuentra el panteón neoclásico de los Azcona, herederos del palacio de Echarren.

En el aspecto exterior del templo se aprecian claramente los dos procesos constructivos correspondientes a los siglos XII y XVII. Rodean el perímetro de la nave varios contrafuertes medievales que fueron recubiertos durante el siglo XVII. En la zona de los pies se sitúa la torre medieval, recrecida en el siglo XVI mediante un doble cuerpo separado por una línea de imposta lisa. Se culmina el cuerpo más alto en sus lados por medio de cuatro dobles arcos de medio punto, que efectúan las funciones de campanario. En el lado de la Epístola se abre una sencilla portada medieval baquetonada de medio punto, que aparece protegida por un pórtico también de medio punto, del siglo XVI.

Guarda San Román una importante colección retablística del siglo XVII. Entre las piezas destaca el retablo mayor, realizado por Juan Imberto III, fechado en 1618 y perteneciente la traza a la primera época, plenamente romanista, del taller familiar de estos artistas estelleses. Adaptada a la forma de la cabecera, presenta un banco sobre el que se alzan un cuerpo de triple calle y dos alas laterales, que se articulan mediante columnas de orden compuesto. Culmina el conjunto un ático entre machones, sobre el que se levanta un frontón recto. En el retablo de Juan Imberto III, se suceden esculturas y relieves, y su iconografía, responden ya estilísticamente a un romanismo tardío, de gran expresividad y con detallados estudios anatómicos y de pliegues. En la zona de la Epístola y del Evangelio respectivamente, se suceden sendos retablos de la segunda mitad del siglo XVII de traza similar, dedicados a San Miguel y a la Virgen del Rosario. Completa el repertorio retablístico otra pieza también barroca en la que se venera a San Francisco Javier. En la dependencia de la sacristía se guarda una importante colección de orfebrería con piezas de los siglos XVII y XVIII. Entre ellas destacan varios cálices de plata, así como un ostensorio y varias crismeras elaboradas en el mismo material.

Fernando GARCÍA NIETO