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CORONA DE NAVARRA

Encerró en sí un complejo de tierras de habla vasca, a partir del s. IX, siguiendo un proceso común a todos los casos similares. Primeramente se constituyó un Reino alrededor de Pamplona que hace el papel de capitalidad. Ya con anterioridad habían existido tentativas como el Ducado de Vasconia (601- 768) pero este naciente estado fue desmembrado por Carlomagno. Al Reino de Pamplona, núcleo central de Eukalerría, se van agregando espontáneamente las tierras vascas de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, Rioja, Laburdi, Zuberoa y Jaca. Más tarde se uniría también el Béarn. Corona, Reino y Tierras forales pamplonesas forman un compacto territorio de población de habla vasca como ya lo advirtió Menéndez Pidal. Por eso le llama repetidamente el «Reino Vasco» y los musulmanes, «Al-Bascunich». En los comienzos este complejo vasco constituía la frontera occidental de la Cristiandad europea frente al poderío musulmán. Lejos, el núcleo godo de Asturias, como islote en medio del nuevo Estado musulmán, iniciaba otro Reino cristiano. Entre ambos, las tierras de ocupación musulmana. En esta situación de extrema dificultad, entre el Reino franco y el Estado musulmán de Córdoba (Emirato y luego Califato) fue formándose la Corona y Reino de Navarra. El rey significaba la seguridad militar, la unión política y la garantía judicial. La moneda y la bandera aparecen como símbolos de soberanía. Simultáneamente se gestaban procesos paralelos en Asturias, en Francia y en Aragón. Euskalerría vio desmembrarse de la Corona a Vizcaya,en 1179, bajo la presión de su situación geo-política. Álava, (Guipúzcoa y Laburdi fueron invadidas el año 1200 por las tropas de Alfonso VIII, aprovechándose de que el rey Sancho el Fuerte estaba prisionero en África, sin contar con la Rioja y Bureba, desmembradas ya en tiempos anteriores. La Corona de Navarra pierde sus tierras forales e incluso el Reino se ve amenazado por las ambiciones de los monarcas castellanos y aragoneses, pues no hay que olvidar que en pleno s. XI se repartieron ya el reino vasco luego restaurado a medias. Por el N. los vizcondados de Laburdi y de Zuberoa se habían unido a la Corona inglesa, menos la Baja Navarra, que formaba parte del Reino y Béarn, que pertenecía a la Corona en concepto de Señorío. En 1512 culminó el proceso destructivo de la Corona y Reino de los vascos. Fernando el Católico conquistaba Navarra con sus tropas apoyado por uno de los bandos riberos. En 1530 el Emperador Carlos V abandona la merindad de la Baja Navarra, quedando desde entonces el Reino dividido en dos reinos, uno unido a la Corona de Castilla, y el otro con el Béarn, independiente hasta que su rey D. Luis, nombrado rey de Francia, lo incorporara a la Corona francesa, lo mismo que el Béarn. v. BAJA NAVARRA. Desde este momento se inicia el período foral de la historia vasca. Las tierras de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra quedan unidas a la Corona de Castilla, pero no al Reino. Esta distinción es esencial si se ha comprender la historia moderna de España. La ley 33, tít. 8.°, lib. I de la «Novísima Compilación de Leyes de Navarra» establece que «la incorporación del Reino de Navarra a la Corona de Castilla fue por vía de una unión eqüe-principal (igualmente principal) reteniendo cada uno su naturaleza antigua, así en leyes como en territorio y gobierno». Las demás tierras forales se unieron a la Corona en parecidas condiciones. Tal fue la meticulosidad y la firmeza de la unión que cada nuevo monarca, símbolo de garantía y de seguridad colectivas, juraba guardar, observar, no modificar ni para mejor ni para peor los fueros, y hacerlo guardar, personándose en los lugares tradicionales de reunión de Cortes o Juntas según las tierras. (Pamplona, Gernika, Avellaneda, etc.). No se le reconocía rey en tanto no hubiese prestado el oportuno juramento. En compensación las tierras juraban defender a la Corona, su persona real y tierras (Cap. I, tít. 1.°, del Fuero General). Los Reyes Católicos, protagonistas de la unión de las Coronas de Aragón y de Castilla y factores de la incorporación de Navarra, se mantuvieron, por lo general, respetuosos. La tónica de este complejo estatal, sobre todo cuando formó parte de él Portugal, fue la tensión, que es síntoma de vida y fuerza. La incorporación a la Corona de Castilla de las tierras vascas, una tras otra, por separado, perjudicó a Euskalerría y a España entera. De haber entrado la Corona y Reino vascos, íntegros y sin previa desmembración, su peso se hubiera sentido en el equilibrio de la totalidad. Las fronteras de la monarquía pluralista, así formada, hubieran llegado a Bayona y acaso habrían comprendido toda la región bearnesa. La comunidad así formada hubiera equilibrado la tensión resultante de la concurrencia en una sola Corona de nacionalidades tan destacadas y firmes como la portuguesa, catalana y vasca. Pero ya Aragón había sido víctima tempranamente sacrificada. Su Justicia Mayor fue ejecutado y su fuero violado. Los desafueros y falta de respeto de monarcas como Felipe V, Fernando VII e Isabel II, estaban estimulados por el éxito con Aragón. Los presuntos intereses de la Corona y de su Reino primaban sobre los de la Corona foral. Aquellos solemnes e impresionantes juramentos de todos y cada uno de los reyes durante casi un milenio de respeto, ya no valían nada. De Francia habían llegado ideas mezquinas y confusionistas que obsesionaban ya a los nuevos gobernantes. Destaca entre ellos Godoy. Portugal se había perdido ya después de sangrienta lucha. Cataluña había sido derrotada Solamente los vascos llegaron al s. XIX, casi el XX, gozando de sus libertades forales, pero muy amenazadas. En consecuencia con ese respeto real habían sido los vascos el baluarte más firme en la lucha contra Napoleón. Pero la foralidad se había deteriorado en la mente de los gobernantes de España. Prevalecía ahora una dogmá- tica política particularista que se elevaba a supuesto hecho general suplantando la parte al todo. La Corona de Castilla (ahora Estado) trataba de absorber en el Reino (nivel 2) a las tierras forales vivas (nivel 3), sustituyéndolas por meras etiquetas provinciales. Esta corriente no era exclusiva de España. Había triunfado ya en Francia con la Revolución, en 1789. El régimen de distinción y de respeto, de integridad total, se venía abajo. En 1837, 1839 y 1876 se dictan leyes en Madrid, invadiendo las jurisdicciones de las Cortes de Pamplona y Juntas de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. La Corona Foral ha sido destruida y absorbida por el Reino, un reino unitario, uniformista y unilateral. Representa el triunfo de lo francés sobre lo español Las consecuencias de tales injusticias no eran difíciles de prever.

Bernardo ANAUT