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CIEN MIL HIJOS DE SAN LUIS

La expedición y el País Vasco. En los primeros días del mes de abril de 1823 llegan las tropas francesas a San Sebastián. Los "realistas" -mayoría en nuestro país- se habían levantado en armas en diversos puntos de la Península; Pamplona estaba virtualmente bloqueada por la división navarra. Desde la entrada de las tropas del duque de Angulema, la división navarra, formada y organizada en 1822 en el pueblo de Uztarroz, Navarra, quedó encuadrada dentro de las huestes del ejército francés. En San Sebastián sólo quedaron algunos efectivos de las tropas del Duque. El día 9 de abril, la capital guipuzcoana sería bloqueada. La proximidad de las tropas había producido un verdadero pánico en la ciudad. De los 6.000 habitantes que tenía en aquellos momentos, sólo permanecieron en ella 200, aparte la guarnición, autoridades y voluntarios. El mismo día 9, la Junta Provisional del Gobierno de España e Indias, que se había establecido en Oiartzun, Gipuzkoa, decretó el cese de todos los Jefes políticos, Alcaldes Constitucionales y jueces de Primera Instancia, y la vuelta a lo establecido antes de la sublevación liberal, incluidos los Fueros Vascos. En la misma fecha (9 de abril), desde el Cuartel General de Zumárraga, el Capitán General de las Vascongadas, D. Vicente Quesada, anunció al Comandante Militar de Bilbao que ya había entrado el Duque de Angulema y que no comprometiese a Bilbao con una resistencia inútil. Ese mismo día despachó otra carta al Ayuntamiento de Bilbao en la que daba algunos consejos sobre cómo debían actuar los mandatarios de la villa. El día 11 de abril, Quesada nombra como Intendente del Ejército a D. Juan de Vial, lo cual comunicó a Bilbao; al mismo tiempo pedía a la villa que, sin su permiso, no prestase ayuda a tropa alguna. El mismo día (11 de abril), la Junta Provisional mandó que se restableciesen las Diputaciones de Navarra y Vascongadas. D. Francisco Javier de Bátiz fue encargado de reconstruir la Diputación General de Vizcaya que regía el 1 de marzo de 1820. Dos días más tarde (13 de abril), las tropas del Duque de Angulema penetran en Bilbao. El mismo día, el Capitán General de las Vascongadas dio algunas órdenes; a D. Fernando de Zabala, Segundo Comandante General de la Provincia, se le destinó a preparar el bloqueo de la plaza de Santoña. En dicho cometido estaría auxiliado por Olabe, Comandante de Armas de Vizcaya. De guarnición en Bilbao quedaría el primer batallón de Guipúzcoa, a no ser que viniese algún batallón francés, en cuyo caso el de Guipúzcoa pasaría a Tolosa.

Pocos días más tarde (21 de abril), quedó constituida la nueva Diputación General de Vizcaya. Una de sus primera determinaciones fue la de hacer circular por los pueblos de Vizcaya la proclama del Duque de Angulema (Bayona, 2 de abril). En otra proclama, los diputados Jáuregui y Maguna se dirigieron al pueblo denostando el trienio liberal, la "hidra revolucionaria", y alabando las viejas leyes. En las mismas fechas (24 de abril), el Corregidor de Vizcaya daba a conocer las medidas que se tomarían contra los que tratasen de ocultar a los colaboracionistas del último levantamiento liberal. Igualmente se prohibían las reuniones a los que se habían distinguido durante el Gobierno revolucionario. Entre tanto, Pamplona había quedado bloqueada a las órdenes del Conde España, que capitaneaba a la división navarra. Durante la contienda, dicho general mantendría en sus puestos a los componentes de la Diputación, lo cual haría que la División navarra lo acusase de ser demasiado condescendiente con los liberales. En San Sebastián un suceso trágico conmocionaría a la población bloqueada. En la noche del 3 al 4 de mayo, un grupo de soldados de las tropas constitucionales de la guarnición del Castillo de la Mota asesinó a un presbítero y a 7 frailes del convento de San Telmo, despeñándolos al mar desde el monte Urgull.

Con estas fechas se estaba llevando a cabo una expedición formada por elementos liberales del País Vasco. Ante la amenaza de la invasión absolutista francesa, el Jefe Político y Diputados de la provincia de Guipúzcoa iniciaron una campaña a fin de reclutar gente contra tales tropas. Los voluntarios fueron reuniéndose en Bergara, donde se formó un batallón de 800 a 1.000 guipuzcoanos de distintas localidades. En Tolosa se reunió otro grupo importante de voluntarios, entre los que cabe destacar al conde de Villafuertes y a sus hijos, D. Ignacio y D. Ladislao Zabala y Salazar. Este grupo no pudo unirse al de Bergara, por lo cual se dirigieron a San Sebastián a fin de embarcar rumbo a Santander. Los de Bergara, cortada la comunicación con San Sebastián a causa del rápido avance de las tropas del Duque de Angulema, decidieron marchar a Vitoria con el fin de reunirse allí con los voluntarios de Álava. Unidos los alaveses y guipuzcoanos, marcharon juntos a Santander, pasando por Burgos y Palencia.

En Santander se reunieron a las tropas que habían venido de Bilbao. Allí se reorganizaría el cuerpo expedicionario, poniéndolo bajo el mando del coronel guipuzcoano D. Gaspar Jáuregui, "Artzaya", insigne caudillo de la guerra de la Independencia. D. Miguel de Soroa de San Sebastián fue nombrado capitán de los guipuzcoanos. Es de destacar que en la columna iba la Diputación Provincial de Guipúzcoa, compuesta por el Conde de Monterrón, D. José Manuel de Emparan, D. Juan Cipriano Andonaegui, D. Juan Manuel Oyarzábal, el secretario D. Manuel Joaquín Uzcanga y el Jefe Político D. Joaquín Albistur. Los expedicionarios se trasladaron de Santander a Gijón, donde moriría D. Joaquín Albistur, agotado por la fatiga de la expedición. Estas fuerzas serían empleadas en arriesgadas operaciones. D. Miguel Soroa moriría en tales acciones y D. Joaquín Yun Ibarbia sería herido de gravedad, habiendo además otros 8 muertos y 30 heridos. Ante la superioridad francesa, tanto numérica como de organización, este batallón quedó incorporado a la guarnición de La Coruña. Allí lucharía en defensa de la plaza hasta la capitulación de la ciudad, el 21 de agosto de 1823. Tras este acto quedó disuelta la expedición. El número de sus bajas fue de 24 muertos y .59 heridos. La mayor parte de los oficiales quedaron prisioneros.

Durante el sitio de Pamplona, el gobernador de la plaza, puesto por el régimen liberal, pidió al cabildo una relación de la plata y alhajas existentes en la Catedral (10 de mayo). Días más tarde (30 de mayo), D. Joaquín Rendón, ministro de hacienda de la plaza, ordenó al cabildo que al día siguiente entregara al pagador militar todas las alhajas, previa tasación, exceptuando una cruz, unas vinajeras y un incensario. El cabildo se opuso a tal medida. Finalmente hubo de claudicar. La plata labrada de la catedral fue llevada a la casa de contraste de Pamplona y por su rescate se entregaron 57.135 r. v. con calidad de reintegro. Anteriormente, por otra orden del mismo gobernador militar, se habían entregado 20.000 r. v. (5 de abril) y 6.000 r. v. (21 de abril). respectivamente. Luego, en los meses de agosto y septiembre, se pedirían otras cantidades a canónigos y otros eclesiásticos. El día 12 de agosto, el obispo y clero de Navarra dirigieron un memorial a la regencia pidiendo el restablecimiento de la Inquisición. No se hizo caso a tal solicitud, ya que, según parece, la supresión de la Inquisición fue exigida por la intervención francesa en España. Anteriormente habían llegado a Pamplona dos decretos de la regencia; en el primero (11 de junio) se reponía a todos los institutos religiosos en el ser y estado en el que se hallaban antes de la implantación de la Constitución; por el segundo decreto (15 de julio) se ordenaba devolver a las comunidades religiosas los conventos suprimidos con todos sus bienes. Los monasterios y demás casas religiosas reiniciarían sus actividades. Para fines del mismo año, el monasterio de Leire, bajo la dirección de su abad fray Manuel Zubiri, recomenzará la vida monástica.

En Vizcaya, aunque las tropas absolutistas entraron sin dificultades en Bilbao, no por ello dejó de preocupar a sus gobernantes la posible réplica liberal. El 4 de junio la Diputación General, estimando que una división de tropas liberales podrían obligar a levantar el bloqueo de Santoña e introducir el desorden en el Señorío, mandó que cuantos pudiesen proveerse de armas se presentasen con ellas a las autoridades. Mientras Santoña constitucional se resiste aún, una partida de liberales invade algunos pueblos de las Encartaciones, entrando en Balmaseda. El 13 de junio se decreta, por ello, la creación en Vizcaya de una fuerza de 500 mozos y la división del Señorío en 7 distritos militares cuyas capitales serían: Bilbao, Balmaseda, Villaro, Durango, Lekeitio, Gernika y Mungia. Esta fuerza provisional estuvo en vigencia hasta el 7 de octubre en que se hizo innecesaria. En el regimiento General del 1 de agosto del mismo año se mandó que los Fieles y Justicias remitiesen. a la Secretaría un testimonio de las personas residentes en sus jurisdicciones, con el fin de que se conservase en el Señorío la nobleza religiosa y las buenas costumbres, sin mezcla de gentes extrañas y de mal vivir. Meses más tarde (6 de noviembre), la Diputación vizcaína decretó restablecer la Compañía de Miqueletes que existía en el Señorío antes del 7 de marzo de 1820, fecha de la jura de la Constitución por Fernando VII. Finalmente, el 3 de marzo de 1824, el Capitán General de Vizcaya mandó licenciar a la oficialidad de los batallones vizcaínos, ya que se daba por concluida la guerra.

San Sebastián, durante su bloqueo, contó con dos ayuntamientos: uno liberal y el otro absolutista. Algunos partidarios de los absolutistas que abandonaron la ciudad antes de la llegada de las tropas francesas constituyeron su ayuntamiento, reuniéndose en el caserío Miracruz. Los diversos cargos de este ayuntamiento estaban ocupados por don Francisco Antonio de Echagüe, alcalde, D. José María Soroa y Soroa, regidor, y D. Sebastián Ignacio de Alzate, secretario. Cuando las tropas francesas entraron en San Sebastián el 27 de septiembre, este ayuntamiento quedó constituido en ayuntamiento único.

En Pamplona el ayuntamiento constitucional cesó el 16 de agosto y le sustituyó un ayuntamiento realista que residió en Puente la Reina, hasta la rendición de la capital. Entre tanto, el Duque de Angulema, olvidándose de algunas promeses hechas en su proclama de Bayona, dicta algunas disposiciones fiscalizadoras de la conducta política de las autoridades españolas. La división navarra protesta ante la Regencia por medio de una representación (20 de agosto) y se ofrece, si es el caso, a luchar para expulsar a los franceses. El 3 de septiembre comenzaría el bombardeo de Pamplona. La ciudad capituló el 16 del mismo mes. El Ayuntamiento, tras una entrevista con el mariscal de Francia y con el Conde de España, virrey electo de Navarra, acordó hacer su entrada en Pamplona el día 19. A su vez, la Junta de Navarra, considerando haber cumplido con su misión, convocó a los que habían constituido la Diputación permanente hasta el régimen liberal y puso en sus manos los poderes. De esta forma terminó en Navarra y resto del país la "experiencia" liberal. Los Fueros quedarían restablecidos en todo el País Vasco.