Kontzeptua

Cazadores Vascos

Cuerpo armado de vascos en Uruguay. Cuando al sitiar la ciudad de Montevideo (Uruguay) el 16 de febrero de 1943, el Brigadier general Manuel Oribe y Viana iniciaba la Guerra Grande (1843-1851), los inmigrantes franceses e italianos radicados en la ciudad sitiada, llamada Nueva Troya por Alejandro Dumas, se armaron en sendas legiones. No obstante ello, los vascos nativos del Norte de Vasconia (Iparralde) se mostraron reticentes a integrarse en la Legión Francesa, comandada por el coronel marsellés Jean Crisóstomo Thiebau. En un intento de atraerlos a su fuerza, Thiebau y el bayonés Bernardo Dupuy, unen sus esfuerzos para organizar a sus compatriotas en una fuerza organizada.

Las crónicas de época relatan continuas reuniones y desfiles al son de La Marsellesa, flamear de banderas y estertóreos vivas al Rey de Francia; no obstante de ello, los vascos se mantuvieron ajenos al fervor y entusiasmo que campeaba por las calles.

Es entonces cuando Thiebaut, nombrado coronel de la Legión de Voluntarios, en un intento de atraerlos a sus filas, publica en las páginas del Patriota Francés un llamado en euskera dirigido a los vascos y bearneses:

"Estemos siempre unidos, mantengamos la frente alta, guardemos siempre con honor nuestro nombre de franceses. En esta tierra lejana mostremos a nuestros amigos y hermanos, y también a nuestros enemigos, que a pesar de que él (El Rey) está lejos, nuestro sagrado amor por nuestro país nunca disminuyó. Seamos siempre vasco franceses y si tenemos que vivir juntos, respetémonos unos a otros."

Tampoco tuvo éxito.

Con igual propósito, se publicó también en euskera y, en reiteradas oportunidades, el proyecto de ley por el que se disponía el otorgamiento de tierras y animales a los extranjeros que lucharan en la defensa de la ciudad.

El historiador Braconnay recoge, de una fuente que no cita, los consejos de un comerciante vasco que le sugiere a Thiebaut la formación de los vascos como cuerpo independiente, donde tanto los soldados como sus jefes sean de esa nación. Nace así el 3º Batallón de Cazadores Vascos. Su primer jefe sería Etchart, pero víctima de una intriga, fue obligado a retirarse. Oyhenard, que aspiraba tal cargo, fue puesto en cambio al mando del 5º batallón hasta que èste es disuelto, de donde pasa al Estado Mayor. Luego de todas estas idas y venidas, se nombra al Dr. Juan Bautista Brie de Laustan como coronel del batallón, estando las seis compañías a cargo de Hipólito Brie, hermano del coronel, Labadie, Oyhenard, Elizondo, Cazota y Mehau. Este Batallón, integrado a su creación por 659 plazas, mantuvo durante toda la contienda un promedio de 600 efectivos.

Pero si la integración de los vascos a la Legión fue reticente, su permanencia en ella fue corta. La notoria deshonestidad del coronel Thiebaut, fue el motivo por el cual, en abril de 45, el Batallón de Chasseurs Basques (Cazadores vascos) solicitara y obtuviera la escisión de aquéllos y se convirtiera en un cuerpo independiente. A partir de su nuevo estado, el antiguo tercer batallón, ahora transformado en Regimiento, recibe nuevas incorporaciones, tanto de otros batallones de la Legión como de nuevos vascos emigrados de Buenos Aires. Esto obliga a realizar una reestructura del mismo bajo las órdenes del coronel Juan Bautista Brie y del comandante Juan Bautista Berhau.

Estaba formado de la siguiente forma: Estado Mayor, Administración de víveres, Músicos, Artillería, Granaderos, Voltígeros y siete compañías de infantería. Contando también con una pequeña compañía de "Vascos Voluntarios de la Colonia" integrada por 18 hombres, con asiento en la ciudad de Colonia del Sacramento.

En 1846, el coronel Brie solicita al General. Rivera el honor de acompañarlo en la misión que, según los planes del general, pondría término a la guerra. Esta se trataba de un vasto plan que pretendía hacerse, apoyado por su fuerza naval, del control del litoral uruguayo. No tuvo éxito.

No obstante, en donde sí tuvieron éxito las armas de la Defensa fue en la toma de Paysandú, hecho bélico que según las crónicas "habría bastado para cubrir de inmarcesible gloria a la bizarra e inmortal legión vascongada". Muy caro sería el precio, de las cuatrocientas sesenta bajas del ejército victorioso, setenta y ocho fueron heridos vascos, entre quienes se contó el coronel Brie, quien sufriera al inicio de la batalla la fractura de una pierna por el impacto de una bala, herida que no le impidió seguir al frente de su tropa. Los muertos de su batallón fueron siete, entre los que se contaron el teniente Jean Duhalde y el capitán Hipólito Brie, hermano del coronel, quien estaba al mando de la compañía de granaderos.

Pero si los Cazadores Vascos se cubrieron de gloria por su valor y denodado heroísmo, enlodaron tales laureles con su tan vandálica como reprobable conducta una vez tomada la ciudad. El saqueo y los excesos fueron de tal magnitud que se ordenó a otros batallones hacer fuego sobre ellos en un intento de refrenar su barbarie. Por fin, el General Rivera, impotente ante tamaña insubordinación, ordenó fueran inmediatamente embarcados de retorno a Montevideo. Las principales familias Sanduceras recordaron por años estas crueles heridas a "sus intereses y en la dignidad de sus más respetables matronas".

Estos sucesos dieron razón al abogado francés Chaex-Dést-Ange, quien dijo en París al general uruguayo Pacheco y Obes:

"Os concedo todo, no regatearé nada de vuestros combates, de vuestras victorias, de vuestra generosidad, ilustre defensor de la República del Uruguay; desde que traéis la prueba de todo esto en certificados suscriptos por una docena de generales, jefes de ese ejército compuesto de negros, de franceses, de italianos, de naturales de todos los países...bandas de proscriptos, escoria de todas las naciones...aventureros de todas partes, médicos sin enfermos, artesanos disipados, enemigos de todas las sociedades modernas, que en París, como en Montevideo, como en Roma, tienen siempre un brazo, una pluma, al servicio del desorden...".

El premier inglés, Lord Palmerston sentía de manera similar: "los que parecen dirigir ahora los negocios de Montevideo, son un puñado de aventureros extranjeros que están en posesión militar de la capital y dominan el gobierno nominal de la ciudad...".

En la batalla de Tres Cruces la impericia, el temor y el desconocimiento del castellano, fueron las causas de un total descoordinación entre las fuerzas legionarias, lo que determinó que algunos hombres continuaran atacando cuando se había ordenado retirada, quedando de esta manera a merced del enemigo que haciéndose dueño de la situación provocó una verdadera carnicería En este funesto encuentro, setenta y dos defensores hallaron la muerte. Dos de ellos, el ayudante Arnaud Lagot y el cabo Jean Duret, pertenecían al regimiento de Cazadores Vascos. Sus cuerpos no fueron recuperados hasta veintidós años después, cuando los antiguos defensores, luego de dos meses de búsqueda, hallaron la fosa común donde habían sido arrojados los cuerpos. Se identificaron entonces a 43 como legionarios siendo los restantes uruguayos. 30 habían sido decapitados. En solemne ceremonia, fueron inhumados sus restos en el panteón del coronel Thibeaut, ubicado en el Cementerio central montevideano.