Lurraldeak

Bizkaia. Educación y cultura (1999ko bertsioa)

Educación en el siglo XIX: las iniciativas institucionales.

Vamos a dividir todo este largo período de tiempo en tres grandes fases o etapas, que se encuentran delimitadas, de alguna manera, por las diversas situaciones bélicas. En los inicios de la primera etapa encontramos en los archivos los informes o testimonios que remiten los pueblos del Señorío a la Diputación General de Vizcaya, tratando del estado de la instrucción pública y algunos adelantos experimentados. En 1807 se escribe que en"las escuelas de gramática latina de Vizcaya enséñase por el Arte de Antonio de Nebrija, menos en Bilbao que dan el de Yriarte. Y en las primeras letras se vio el método común y a lo sumo algún maestro menos indolente se ha valido para enseñar a escribir de los Palomares o Don Torcuato de la Riva. No se experimentan adelantamientos particulares, pero los vizcainos aplicados al comercio salen excelentes pendolistas y contadores". En estas décadas iniciales del siglo aparecen varias iniciativas institucionales de interés. El Consulado de Bilbao sostenía cátedras de comercio, matemáticas, francés e inglés; entre sus ilustres profesores en encontraba Alberto Lista, como catedrático de matemáticas. En 1816 se produce la creación del Colegio de Santiago. A juzgar por lo que escribía Zamácola en 1818, con cierto optimismo, en casi todos los pueblos había escuelas de primeras letras, en las que los maestros "enseñan a leer y escribir en castellano con tal perfección, que apenas sale del país un muchacho vizcaino que no lea y escriba bien, generalmente por el método de Palomares". Desgraciadamente, y "por una de aquellas fatalidades que pesan sobre los estados, les está prohibido a los maestros enseñar Bascuence; pero tengo entendido con placer, que en nuestros días, hay algún maestro tan despreocupado, como amante de las costumbres y lengua de sus antepasados, que enseña á sus discípulos á leer y escribir en Bascuence" (Zamácola, 1818: 42 y 43). Zamácola añade que el estudio de los principios de la religión y el catecismo se verifica a través de los textos de Astete y Fleuri. Los efectos desastrosos de la primera Guerra Carlista se encargaron de frustrar las pequeñas mejoras iniciadas unos años antes, sin tiempo para su consolidación; pero una vez pasados los difíciles momentos, entre 1840 y 1870 se desarrolla una etapa llena de dinamismo, en la que se dan varias iniciativas culturales de gran importancia; es el momento también de las notables confrontaciones entre el Gobierno central y la Diputación, por el dominio de las funciones educativas. En primer lugar, se impulsó la enseñanza de primeras letras, y a continuación se estudiaron las bases para la creación del Colegio General y del Instituto Vizcaino, que se abrieron en 1842 y l846, respectivamente. El nuevo Instituto, proyectado de acuerdo con la Diputación, la Junta de Comercio y el Ayuntamiento de la Villa, se inició en el curso académico de l846-47, con el carácter de establecimiento particular, elevándose el 7 de julio de 1847 a la categoría de Instituto provincial de primera clase. En sus aulas se formaron miles de jóvenes y entre ellos muchos apellidos ilustres, como Allende Salazar, Uhagón, Smith, Zubiría, Basterra, Echevarría, Rotaeche, Aróstegui, Sota y Llano, Aburto, Sagarmínaga, Epalza, Unamuno, Lequerica, Zuazagoitia, Iturmendi, etc. La creación de la Escuela Normal de Maestros, que se estableció en los locales del Instituto Vizcaino, no tendría lugar hasta el curso 1865-66. Según los testimonios contemporáneos, al iniciar su andadura la institución contaba con un personal docente completo, pero las condiciones del local dejaban mucho que desear. Volviendo sobre las escuelas de primeras letras, las estadísticas verificadas en esta etapa son muy ilustrativas y bastante completas, si bien se observan en las mismas ciertas diferencias, según la procedencia del recuento estadístico. Así, por ejemplo, Manuel de Costa, Rector de la Universidad de Valladolid, señalaba el número de 184 escuelas para la provincia, hacia 1859, en tanto que otras estadísticas, de procedencia local, señalaban el número de 200. En los cuadros adjuntos pueden verse los datos que aportaba Pascual Madoz unos años antes.

Con referencia a la ley de 1857 faltaban por construir en Bizkaia 102 escuelas elementales de niñas, cifra bastante superior al número de escuelas que debían crear las provincias vecinas. La relación de niños concurrentes a la escuela, de ambos sexos, era de 1 por cada 12 habitantes de la provincia, proporción bastante lejana aún de la escolarización total. La media estatal era, por estos mismos años, de 1 por cada 15 habitantes. A juicio de Manuel de Costa, los principales obstáculos para mejorar la situación de la instrucción primaria eran las dificultades topográficas de las provincias del Norte, las dificultades económicas de los municipios, la ineficacia de las Juntas locales, la falta de escuelas de niñas y de párvulos, y por último, las difíciles relaciones entre el Gobierno de Madrid y Diputaciones Forales, a raíz de la Ley Moyano de 1857. Como se decía al comienzo, el municipio vasco ha sido, históricamente, la institución promotora y organizadora de la escuela, y por ello, la defensa de la autonomía municipalista en la educación constituyó un aspecto foral más, que se planteaba en forma de una verdadera confrontación entre los poderes locales y la administración central. A lo largo del s. XIX, las instituciones locales defendieron cuidadosamente la facultad privativa del nombramiento de los maestros, considerando que era un derecho que la tradición y el fuero otorgaban a los municipios. Sin embargo, la centralización educativa, acentuada cada vez más desde el Plan de 1845, culminará en la Ley Moyano de 1857, que instaurará la definitiva nivelación de la instrucción pública; este hecho, acompañado de las modificaciones sufridas en los siguientes años, se convertirá en el necesario punto de referencia para el inmediato porvenir histórico. El decreto de 29 de julio de 1874 no hizo sino aplicar, en todos sus extremos, la realidad creada por la Ley de 1857. En esta apretada enunciación de las etapas evolutivas de la escuela y la educación, nos queda por ver brevemente la situación de la instrucción primaria tras la terminación de la II Guerra Carlista. La experiencia de esta guerra, y sobre todo, la experiencia autonómica vivida en el Estado Carlista (1873-1875), propiciaron la aparición de una conciencia nueva con influencia en el porvenir, reforzando las tendencias autonómicas en la administración provincial y local. Superados, de alguna manera, los efectos negativos de la guerra, y según un análisis de la Junta de Instrucción Pública en 1882, el número de escuelas de Bizkaia de todos los grados y clases era de 264; de ellas, 209 estaban instaladas en locales propios y las 55 restantes en locales alquilados. Los defectos fundamentales eran: Las malas condiciones de los locales, la falta de organización escolar, el deficiente mobiliario y el bajo nivel de los sueldos de los maestros. En 1894, las mejoras educativas eran evidentes. Bizkaia tenía 501 escuelas públicas y privadas. Si bien no eran buenos todos los locales, entre otras causas, por la escasez de recursos de muchos ayuntamientos, bastantes pueblos habían levantado edificios escolares de nueva planta y otros habían hecho reformas de importancia en los que tenían. Las escuelas de Bilbao constituyen, en cierto modo, un auténtico contraste a todo lo anterior; el Ayuntamiento de Bilbao, que actuó con notable autonomía en la organización escolar, invirtió grandes sumas de dinero en la construción de los edificios escolares y en la atención a la enseñanza primaria (sueldos de maestros, material, retribuciones, casa-habitación de maestros, colonias y baños de mar, premios etc.). Una de las características generales de estos edificios escolares es su grandeza y monumentalidad; existía también la preocupación por dotar a los centros de las satisfactorias condiciones de higiene y salubridad, de acuerdo con los adelantos modernos, además de agregar salones de gimnasia, música y solfeo etc. El número de alumnos escolarizados en estas escuelas municipales era de unos 5.908 alumnos, hacia enero de 1936.