Lurraldeak

Bizkaia. Antropología

Los primeros estudios antropológicos sobre la población vasca se remontan al último tercio del siglo XIX, cuando destacados investigadores europeos (Broca, Collignon, Jacques, Quatrefages, Retzius, Virchow) se interesaron por los orígenes del pueblo vasco, basando sus estudios en colecciones craneales recogidas en diversos cementerios del País Vasco. En esta época destacan los estudios del antropólogo vergarés Telesforo de Aranzadi, auténtico creador e impulsor de la antropología vasca. A partir de 1919, en que aparecen las primeras publicaciones del equipo formado por Aranzadi, Barandiarán y Eguren, se inicia una etapa de orientación antropológica en los estudios de prehistoria, analizándose los restos óseos humanos recuperados en numerosos yacimientos del país, destacando en estas primeras épocas los de Santimamiñe y Lumentxa, en lo que se refiere a Bizkaia. Estas investigaciones sentaron las bases de la Paleoantropología, una de las especialidades más prolíficas en la Antropología vasca hasta mediados de siglo, cuando se publicaron los primeros estudios genéticos. En aquella materia, destacaron en la década de los 60, investigadores tales como Riquet, Marquer, Fusté y Basabe. Este último, desde la cátedra de Antropología física de la Universidad del País Vasco, dio continuidad a los estudios iniciados por Aranzadi sobre los grupos humanos actuales y prehistóricos, analizando los restos humanos de numerosos yacimientos vascos, destacando en el territorio de Bizkaia los correspondientes al abrigo de Axlor (Dima) y a las cuevas de Santimamiñe (Kortezubi) y de Kobeaga (Ispaster) (revisión histórica en: de la Rúa, C. 1990). En las últimas décadas, el desarrollo de la Antropología física se ha visto enriquecido con nuevos enfoques metodológicos, en donde la genética ha supuesto una gran ayuda para comprender la evolución de la población vasca. Desde los primeros estudios sobre el sistema ABO en los vascos (Boyd e Irizar, 1937), la lista de investigadores que han aportado datos sobre grupos sanguíneos es muy extensa (Etcheberri 1937, Mourant y Chalmer 1948, Laughlin 1956, Ruffie 1958, Goti 1966). A partir de 1970 se publican los primeros resultados sobre proteinas, enzimas y el sistema HLA en vascos (Goedde 1972 y col., Dausset y col. 1975). En la década de los 80, surgen los primeros estudios de equipos de la Universidad del País Vasco referidos a la población de Bizkaia (tesis doctorales de: Mtz. de Pancorbo 1982, Iturrioz 1982 y Agirre 1987); en ellos, el rigor y amplitud en la toma de muestras ha permitido un análisis sistemático de la variación intragrupal de los vizcaínos.

El análisis de los restos óseos recuperados en los yacimientos vascos de diversas épocas abre un camino para indagar en el origen de la población vasca y asimismo en los procesos adaptativos experimentados por los grupos humanos desde la prehistoria hasta la actualidad. Resulta por ello necesario definir las características antropológicas de los vascos actuales para después poder indagar en el problema de sus orígenes. Los estudios de Aranzadi (1914, 1917, 1922) pusieron de manifiesto la existencia de un tipo característico en la población vasca definido por un cráneo de pequeña altura, sienes abultadas y de postura recogida, características que atribuyó a la introversión de la base craneal y a la variación de los angulos faciales. Investigaciones posteriores condujeron a la antropóloga francesa P. Marquer a cuestionar la existencia de peculiaridades craneales en los vascos; sin embargo el estudio efectuado por C. de la Rúa (tesis doctoral, 1984), sobre una serie craneal de procedencia conocida y con una metodología de análisis más precisa, llegó a conclusiones cercanas a las de Aranzadi, explicando en términos de dinámica craneal las diferencias existentes entre el cráneo de los vascos y el de otros grupos peninsulares. Hasta la fecha son escasos los análisis de diversidad craneal interprovincial. No obstante, tenemos abundantes datos antropológicos sobre los enterramientos efectuados en iglesias de Bizkaia durante los siglos XVI al XIX; el estudio efectuado en siete templos representativos de esta provincia (Arrazua, Errigoiti, Etxebarria, Durango, Güeñes, Trucios y Zamudio) ha permitido conocer las prácticas inhumatorias y numerosos aspectos antropológicos relacionados con los enterramientos (de la Rúa C., Orúe J. y del Monte M. D., 1996).

En la colegiata de Zenarruza (Markina) se ha efectuado un completo estudio antropológico sobre la población inhumada entre los siglos XIV al XVIII, que ha puesto de manifiesto la variación secular de las frecuencias génicas del sistema ABO desde el siglo XIV a la actualidad, registrándose un incremento en la frecuencia del alelo 0 y una disminución en la del alelo B, atribuibles a la selección natural y deriva genética (Orúe J., 1990). La investigación de este enclave se ha extendido a la paleopatología, reconstruyéndose la forma de vida y las enfermedades sufridas por comunidades monásticas medievales, mediante el estudio del sepulcro del abad Irusta; Los sujetos allí enterrados padecieron artropatías -de origen metabólico (diabetes, obesidad) y/o infeccioso (brucelosis)- y alteraciones degenerativas de las articulaciones. (de la Rúa, C. y Orúe J., 1992).

Los estudios de paleopatología han adquirido gran relieve en el País Vasco a partir de 1980, aunque por el momento son pocos los casos descritos en colecciones óseas de Bizkaia y algunos han sido considerados posteriormente como pseudopatológicos (en las cuevas de Goikolau, Ereñuko Arizti, Peña Forua y Atxarte) (Etxebarria F., 1990/91). Las evidencias antropológicas de la Alta Edad Media proceden de necrópolis situadas en torno a los templos. En Bizkaia se conocen numerosas necrópolis medievales, aunque sólo disponemos de datos antropológicos de San Juan de Momoitio (Garai) (siglos XI-XIII) y de Santo Tomás de Mendraka (Elorrio) (siglos XII-XIII). En ambos estudios se han extraído datos paleodemográficos y morfométricos, siendo de gran interés las características dentarias observadas en la necrópolis de Mendraka relacionadas con el modo de vida de estas sociedades (Vázquez G. y de la Rúa C. 1990/91). Si nos adentramos en épocas más antiguas, advertimos una total ausencia de restos antropológicos en el territorio de Bizkaia hasta llegar a la prehistoria, período del que existen abundantes vestigios de la cultura material en yacimientos arqueológicos, aunque son escasos los restos óseos de sus pobladores. Las cuevas sepulcrales de la edad del Bronce y del período calcolítico brindan la oportunidad de estudiar las sociedades humanas prehistóricas desde una perspectiva poblacional; así, los niveles calcolíticos de las cuevas de Lumentxa (Lekeitio), Pico Ramos (Muskiz) y Urratxa III (Gorbea) han proporcionado abundantes restos óseos humanos, siendo el yacimiento de Pico Ramos del que poseemos más datos antropológicos hasta el momento. Los pobladores de Pico Ramos tuvieron una alimentación basada fundamentalmente en recursos estuarinos y marinos, complementada con el consumo de carne y algunos vegetales; su adaptación al medio ambiente ha quedado registrada en diversas condiciones patológicas en huesos y dientes (Baraybar JP y de la Rúa C., 1995).

De los yacimientos neolíticos excavados en Bizkaia, solamente han librado restos antropológicos, aunque escasos, los de Santimamiñe (Kortezubi), Atxeta (Forua), Lumentxa (Lekeitio) y Kobeaga (Ispaster), en los que diversos autores (Aranzadi, Barandiarán, Basabe, Marquer) han descrito rasgos morfométricos semejantes a los de los vascos actuales, excepto en el craneo de Kobeaga. Si retrocedemos en el tiempo llegamos al Epipaleolítico, período que media entre el Neolítico y el Paleolítico Superior, que está representado en yacimientos tales como Atxeta, Lumentxa, Santimamiñe, Arenaza (Galdames) y Bolinkoba (Abadiano). En la actualidad, a excepción de un esqueleto en Aizpea (Navarra), carecemos en Euskal Herria de restos antropológicos de este período, en el que las características ecológicas y culturales tuvieron gran importancia para la diferenciación antropológica de los grupos humanos en Europa. Tradicionalmente, se ha asignado a los restos óseos humanos del yacimiento de Urtiaga un papel fundamental como iniciadores del "tipo craneológico" de los vascos (Aranzadi T. y Barandiaran J. M., 1948), dada su presumible antigüedad (transición Paleolítico-Mesolítico); sin embargo, las dataciones radiométricas efectuadas más tarde los sitúan en la Edad del Bronce, lo que atenúa la base argumental de la hipótesis de Aranzadi (Altuna J. y de la Rúa, C., 1989). El Paleolítico Superior es el período que ofrece mayor número de yacimientos en el País Vasco (en Bizkaia, entre otros: Santimamiñe, Bolinkoba, Atxeta, Atxuri, Venta Laperra, Lumentxa, Sta. Catalina, Atxurra,...) y, sin embargo, se enfrenta con una total ausencia de restos humanos en dichos enclaves. Los antecedentes más remotos de la población que habitó el País Vasco se remontan al Paleolítico Medio (hace 120.000-40.000 años), período de existencia de los neandertales. A esta especie humana pertenecen los restos hallados en la cueva de Axlor (Dima), e incluso más antiguos parecen ser los de Lezetxiki (Mondragón) (Revisión de Antropología prehistórica en: de la Rúa C., 1990).

Los datos genéticos de las poblaciones contemporáneas son de gran importancia para la reconstrucción de la historia de los grupos humanos. Los primeros datos sobre los grupos sanguíneos ABO y Rh, pusieron de manifiesto la singularidad de la población vasca en el Occidente de Europa, singularidad que se refiere no a la existencia de caracteres exclusivos de los vascos sino a su frecuencia diferencial en relación a otras poblaciones europeas. Así, se describió a los vascos como la única población europea cuya frecuencia para el alelo d (que determina el carácter Rh negativo) era superior a 0. 50, lo que dio lugar a la hipótesis de que la población vasca representaría uno de los pocos residuos de la población preneolítica original de Europa occidental (Mourant 1949 y 1976); es decir, que los grupos humanos de los Pirineos occidentales se mezclaron en menor medida con poblaciones inmigrantes (que poseían altos valores del alelo D o Rh positivo) que el resto de los grupos europeos originales.

Desde estos primeros datos a la actualidad, se ha realizado el estudio de numerosos polimorfismos genéticos (grupos sanguíneos, proteinas, enzimas, HLA y DNA), principalmente en el País Vasco peninsular. En lo que se refiere a la provincia de Bizkaia, algunos estudios han puesto de relieve la existencia de una heterogeneidad genética entre diversas regiones (Arratia, Gernika, Durango, Uribe, Markina, Lea y Bilbao), atribuida a factores de aislamiento geográfico (valles) y administrativo (merindades) (Agirre y col. 1991). Aunque esta heterogeneidad genética ha sido rebatida por otros autores (Calafell, F. y Bertranpetit, J., 1994), no debe desestimarse la estructuración geográfica como factor responsable de un tipo determinado de demografía en el País Vasco. Un estudio sobre la consanguinidad en Bizkaia ha puesto de relieve el elevado coeficiente de consanguinidad en el Valle de Karrantza en relación a los registrados en la zona costera y en el Valle de Arratia, encontrando asimismo una significativa diferencia entre la costa-este y la costa-oeste de Gernika, con un valor superior de consanguinidad en la primera (Zudaire, 1986). Un completo estudio biodemográfico de la población del Valle de Orozco (siglos XVI-XX) fue realizado por J. A. Peña en su tesis doctoral (1989). En la actualidad contamos con numerosa información sobre polimorfismos genéticos clásicos, que nos indica que para ciertos alelos, la población vasca actual presenta frecuencias génicas que ocupan una situación extrema en el rango de distribución de las poblaciones europeas (elevados valores de los alelos 0 y d y valores mínimos para otros, como los alelos B, FYa, EsD2, PGDc, ADA2, ACPc y GC1F).

Estas características genéticas de los vascos son interpretadas como producto de una diferenciación genética antigua, mantenida posteriormente por endogamia (menor mezcla genética con otros grupos). Aunque la antigüedad de esta diferenciación es aún controvertida, una hipótesis plausible es la que se remonta al Paleolítico Superior-Mesolítico, hace unos 15.000-10.000 años, época en la que Europa estaba habitada por pequeños grupos de cazadores-recolectores aislados entre si; éstas son las condiciones idóneas para la actuación de la deriva genética, proceso evolutivo que provoca una fluctuación al azar de las frecuencias génicas y cuyo resultado sería la diferenciación de los distintos grupos humanos dispersos por Europa. En la Europa atlántica, pudo acentuarse el aislamiento geográfico por el ascenso del nivel marino acontecido en el Mesolítico, que condujo a la desaparición de la plataforma costera. Además hay que tomar en consideración que a finales del Paleolítico, la mayoría de los yacimientos arqueológicos se sitúan en cotas de baja altitud y en las proximidades de la costa, y serían por tanto los habitantes de Santimamiñe, Ekain, Lumentxa, Sta. Catalina,... entre otros, los protagonistas del proceso evolutivo que hemos descrito, que conduciría a la diferenciación antropológica (genética y craneal) que observamos actualmente en los vascos (de la Rúa, 1995). Los datos genéticos de los vascos y de otros grupos, considerados conjuntamente mediante métodos multivariantes, nos permiten tener una visión sintética de las relaciones interpoblacionales, que pueden plasmarse en distintos tipos de representaciones (por ejemplo, dendrogramas y mapas genéticos).

La interpretación de los mapas genéticos necesita de la concurrencia de otras fuentes (históricas, arqueológicas, lingüísticas, etnográficas). El grupo de Cavalli-Sforza ha interpretado la diversidad genética de las poblaciones europeas actuales en términos de migraciones antiguas, siendo la difusión de la agricultura y la domesticación desde Anatolia Central ocurrida a partir del Neolítico, el principal argumento del modelo propuesto para explicar la formación de los gradientes genéticos que observamos actualmente. Este es un modelo de difusión de las poblaciones campesinas neolíticas con mezcla con los grupos mesolíticos locales, lo que conduciría a reducir la diferenciación antropológica de los grupos europeos locales. Actualmente se considera que los vascos y otros grupos del Norte de Europa representan el remanente de diferencias más claras existentes entre las poblaciones preneolíticas que se han ido diluyendo a lo largo de milenios (Cavalli-Sforza, 1988, Bertranpetit y Cavalli-Sforza, 1991, Manzano y col. 1996, entre una extensa bibliografía especializada).

Diversos autores en el siglo pasado (Aranzadi, Broca, Collignon) encontraron en los vascos una serie de características físicas distintivas. Así describieron un tipo físico de estatura elevada, espaldas anchas, extremidades delgadas, cabeza alargada pero ancha hacia el medio, cara larga y delgada con un mentón afilado y nariz estrecha y saliente, cabellos oscuros y ojos a menudo verdes y castaños. Esta primera descripción, establecida por los antropólogos franceses, fue realizada en reclutas vascos del norte; otros estudios mostraron que algunas características ofrecían cierta variabilidad cuando se analizaban los habitantes de otras regiones del País Vasco ya que los caracteres físicos son el resultado de una interacción compleja entre genes y ambiente. Por ello, la antropología actual enfoca este tipo de estudios bajo otras perspectivas (médica y ecológica).

Son importantes los estudios de crecimiento ya que, por un lado proporcionan patrones de crecimiento para la población del País Vasco y por otro permiten analizar la influencia de factores genéticos y ambientales en el desarrollo físico de los grupos humanos. Entre los primeros destaca el estudio realizado por Ruiz (1989) en el Gran Bilbao y entre los segundos, los trabajos de Rosique (1992) en la costa vizcaína y de González Apraiz (1997) en la Villa de Bilbao. De entre los diversos parámetros analizados, nos referiremos a la estatura por su interés antropológico; desde los datos proporcionados por Aranzadi (1889) en que los hombres vizcaínos ofrecían un valor de 167,5 cm, superior al de los vascos de otras provincias, la estatura ha aumentado varios centímetros a lo largo del siglo, presentando un valor de 172,5 cms en los vizcaínos y de 158,1 cms en las vizcaínas (Rebato 1985). Los valores obtenidos en 1997 en la Villa de Bilbao (175,4 cms en varones y 162,3 cms en mujeres) son superiores a los descritos en la costa vizcaína. Otros caracteres, como la edad de menarquía, indican que la madurez sexual se alcanza en las chicas del País Vasco a una edad semejante a las europeas, existiendo pequeñas diferencias entre las de ámbito urbano y rural (13,02 años en el Gran Bilbao y 12,75 en la costa vizcaína). En relación a la pigmentación de la piel, medida en la cara superior interna del brazo mediante un espectrofotómetro de reflectancia, los vascos son más pigmentados que ingleses, belgas y holandeses y menos que algunas poblaciones españolas, presentando los vizcaínos pigmentación más oscura que los guipuzcoanos (Rebato 1985). No obstante estos y otros caracteres como la estructura corporal, son el resultado de la interacción entre genes y ambiente y su análisis es por tanto multidisciplinar y complejo, con implicaciones tanto a nivel adaptativo como evolutivo.

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