Kontzeptua

Batalla de Somorrostro

El sitio de Bilbao estaba planteado por el mando carlista no sólo a base del bloqueo de la plaza desde las alturas circundantes de Ollargan, Artxanda o Santo Domingo y el corte de la ría, sino, fundamentalmente, con el establecimiento de dos líneas de combate en la margen izquierda del Nervión: una, la primera, en el Valle de Somorrostro, y otra la segunda, en los altos de Castrejana, con el fin de cortar la progresión del Ejército Liberal, que tenía su punto de apoyo en Santander y en la línea ferroviaria que llegaba hasta ese puerto, por donde venían refuerzos y suministros. También la escuadra liberal tenía parte de sus efectivos entre Santander, Santoña y Castro, para acudir a proteger con sus fuegos, desde la ría de Somorrostro o desde el Abra de Portugalete, la acción de las tropas de tierra.

El general carlista Mendiry fue el que concibió la línea de resistencia carlista en los altos de Somorrostro y el general Moriones, liberal, el que planeó la liberación de Bilbao por este lado de la ría. Los bilbaínos vivieron pendientes y ansiosos de lo que ocurría en esta zona, ya que su suerte dependía de que el Ejército Liberal pudiera romper o no esas líneas de resistencia de Somorrostro y Castrejana. Por eso los bilbaínos subían a Miravilla o a los tejados de las más altas casas de Zabalburu, provistos de los mejores anteojos y catalejos, con el fin de ver si las tropas liberales avanzaban y venían a socorrerlos. Sus esperanzas se vieron defraudadas tanto en los combates de febrero como en los de marzo; la angustia crecía y el racionamiento de víveres se hizo ineludible en el interior de Bilbao, porque el asedio y bombardeo se prolongaron más de lo previsto. El general Moriones fracasó en su ataque a la línea carlista de Somorrostro de los días 24 y 25 de febrero de 1874. Según su táctica de enfrentarse con el núcleo principal del enemigo, se dirigió hacia las laderas del Montaño, protegido por las baterías del monte Janeo, pero las audaces escaladas de sus tropas por Mantres fueron rechazadas repetidamente por los carlistas con las balas de su fusiles o las bayonetas de los mismos. Desalentado y enfermo, el general Moriones envió al Ministro de la Guerra, general Zavala, el famoso telegrama: Vengan refuerzos y otro general a encargarse del mando. El nuevo general fue el mismo Presidente del Poder Ejecutivo, el general Serrano, Duque de la Torre, acompañado del almirante Topete, Ministro de Marina, y todo el Estado Mayor Central.