Ibaiak

ADUR

La confluencia del Nive y del Adur la aprovecharon los romanos para fundar allí una de sus fortificaciones militares que recibió el nombre de Lapurdum. El nombre antiguo del Adur es Aturia. Ferdinand de Saussure le da origen vasco. Hiribarren en su famoso poema «Eskaldunak», lo llama Ihuri: Oragarren petralak pasaian garbituz, Baionako alderat Adur izen hartuz, Ihuri itsasorat yotzen du arinik. (B.) El Adur se llamó también Aturrus; más tarde tomó el nombre de Alphea, como el río de Elide; después, el de Satyrus, Atyrus, Atyr, Aturrtu (Lucain); Atirrus Tarbellicus (Ausone) y Alphéanus Atruris, v.° 982 (Cart. de Saint-Sever); según Marca. (Hist. de Béarn, 324); Ador, 1241, Aredos, 1.319 («Rôles Gascons»); después Lador, La Dore, y, por último, Adour. En la costa se encuentra el viejo Boucau [Bukale], donde todavía se ven huellas de una de las más antiguas desembocaduras del Adur. Este burgo, en algún tiempo llamado «Plech», vio cambiar su prosperidad en ruina por la desviación de la desembocadura del Adur, trabajo ejecutado bajo la dirección de Louis de Foix. Según los mejores autores, el Adur parece haber experimentado violentas perturbaciones, que han provocado alternativamente la fortuna o la ruina de las ciudades de la costa. Hacia mediados del s. XII, el río se precipitaba al mar en un lugar llamado «Boucau de Diou», y que conserva todavía este nombre en algunos antiguos mapas; una ordenanza de policía de Bernad de Podensac, alcalde de Bayona, en 1255, decía que todo pescador de mar debía llegar, con su embarcación, a la «Pointe», delante de las cabañas, del lado de la «Terre de Labourd»; es en este lugar donde podían despachar su mercancía. Se discute todavía sobre «La Pointe» en otro establecimiento relativo a la venta del pescado, y se quiere, sin duda, dar este nombre a la aldea de Capbreton, situada frente al Puerto. La configuración del terreno ha debido producir este nombre de Pointe, que se aplica, por otro lado, a todo ángulo de tierra formado por la desembocadura. Aunque no sepamos nada sobre la ocupación romana nos está permitido, no obstante, el conjeturar que las galeras encontraban allí un refugio seguro contra las violentas tempestades del Océano. Fue también por el Adur que los Normandos, dirigiendo sus largos y ágiles drakars, se apoderaron de Bayona, de la que hicieron una de sus guaridas. La mayoría de los historiadores que se han ocupado de nuestra ciudad, señalan el s. XIV como la época más probable del cierre de la desembocadura. Un escritor cuenta así este suceso: «En 1360 una tempestad de las más furiosas, habiendo matado en el campo de Edouard varios centenares de hombres y de caballos, arrastrando la artillería y los equipajes, fue -se dice- vista por este monarca, poco escrupuloso por otro lado, como una orden del cielo para hacer la paz». Todo lo que estaba relacionado con la navegación del Adur y del Nive, no podía dejar de afectar vivamente a nuestros antepasados. En mayo de 1295, se formalizó un contrato entre los pescadores del puerto de Urt y de Bayona, y con el consentimiento del Alcalde, Pascal de Biele, por el que se proponía nombrar arbitrios en los límites de una nasa llamada Saubaignac y situada más allá de Hourgave, en el Adur, es decir, en el interior de la jurisdicción del Adur. Se fijó, después de acordar los arbitrios, que los límites del acampado de la nasa de Guillaume de Saubaignac fueran señalados con dos postes indicadores; uno debía estar colocado al extremo del estanque de Manabide, y el otro estaría situado enfrente, en la orilla derecha del Adur, en la isla de Gayron. Entre las expediciones hechas por los bayoneses, debemos citar la de octubre de 1326, contra los Capbretoneses. Estos últimos debían, según la costumbre, llevar todo el pescado que cogían, al mercado de Bayona, apoyándose en las cartas de excepción del Senescal, revocando las que habían sido concedidas por este último. Capbretón se negó. El Alcalde de Bayona y los Cien Pares no tenían una paciencia a prueba: enviaron a Capbreton una barca llena de gente armada, que destruyó todas las embarcaciones y las redes de los contraventores, no sin que hubiera algunos golpes por ambas partes. Ya hemos visto las arenas del mar obstruyendo la desembocadura del Adur, que se creó un nuevo cauce y tomó, en parte, su curso a lo largo de la costa de Capbreton, hasta Messanges, a alrededor de siete millas de distancia de la ciudad. Todos los trabajos ejecutados hasta entonces durante casi ochenta años no pudieron cerrar este nuevo canal de salida, de donde resultó una disminución sensible en la corriente del brazo principal, que las arenas rellenaron gradualmente. Desde la formación de la desembocadura del Adur los habitantes de Capbreton se hicieron dueños del principal comercio de Bayona, ya que todos los grandes navíos estaban obligados a parar allí y sólo podían remontar a Bayona barcas de 20 a 30 toneladas. Los archivos de Capbreton registran en cada página los progresos de su comercio y de sus riquezas. En 1302, Eduardo I, rey de Inglaterra, acordó a Capbretón privilegios parecidos a los de Bayona. Se había fundado allí un monasterio de Templarios cuyas ruinas eran visibles a principios del s. XIX, y llevaba el nombre de Bouret. Este monasterio, cedido a los caballeros de Malta por Juan XXII, cayó en ruinas por falta de fondos necesarias para repararlo y mantenerlo. Según documentos importantes conservados en los archivos, se ve que hacia 1491 los bayoneses se dirigieron al rey Charles VIII para hacer la rectificación de la desembocadura, cuya desviación habla causado la ruina de la casi totalidad del comercio marítimo. Conmovido por sus quejas, el rey, el 22 de junio del mismo año, envió letras patentes por las que nombraba cuatro comisarios encargados de hacer una encuesta sobre este tema. Después de una contraencuesta realizada en 1557 por orden del rey Henri IV, cierto capitán Fayol fue encargado de conducir las aguas del Adur al Golfo de Capbreton, pero a pesar de las sumas considerables gastadas en pura pérdida, no se obtuvo ningún resultado. Cuando Charles IX vino a Bayona a su famosa entrevista con su hermana Elisabeth, reina de España, visitó la desembocadura del Adur y los trabajos que se habían hecho hasta entonces. Después de varias conferencias con los magistrados de la Corporación de la Ciudad, alcaldes e ingenieros, encargó al célebre Luis de Foix, que venía de España, donde había trabajado en El Escorial para Felipe II, que abriera una nueva desembocadura al río. La Corporación de la ciudad le sometió algunos proyectos que habían sido ya propuestos: uno de ellos era para la apertura de la entrada del puerto del Adur, propuesta por un ingeniero vasco llamado Domingo de Yparraguirre. Pero Luis de Foix no encontró ninguno de su gusto y se limitó a examinar sobre el lugar mismo, y a buscar así cómo podía obrar con probabilidades de éxito. Este hombre de genio, después de haber visitado toda la costa entre Bayona y Boucau, quedó sorprendido al ver que el río, por encima de la ciudad, se acercaba al mar a una distancia de tres cuartos de milla apenas, y que desde allí se dirigía bruscamente hacia el Norte, sobre un recorrido de siete millas, en lugar de volver al Océano por el camino más corto, y proyectó excavarle un canal por esta vía directa y racional. Habiendo sido aprobados sus planes, se puso a la obra bajo el reinado de Enrique III, y después de haber hecho cavar el nuevo lecho del río hasta cerca del mar, hizo construir un fuerte dique en el lugar donde se dirigía hacia el Norte, llamado el Trossoat, de forma a obligar a las aguas a seguir un nuevo canal. Este trabajo fue de los más difíciles a causa de la fuerza de las aguas y de la naturaleza del terreno arenoso donde los pilotes no tenían asiento sólido; tres veces fue completamente destruido, y Luis de Foix volvió a la carga con una indomable energía. Al fin su constancia obtuvo el éxito merecido. Cuando el dique estuvo acabado, las aguas, en lugar de destruir los últimos bancos de arena que les separaban del mar, se extendieron a lo lejos, formando una amplia extensión de agua que amenazaba engullir al país entero, y causó los mayores estragos. Se ha pretendido incluso que estuvieron obligados a atar los barcos, en la ciudad, a las ventanas del primer piso de las casas. Todo parecía perdido y el pueblo estaba preparado para revelarse y reclamar a grandes gritos la destrucción del dique, cuando sobrevino una crecida extraordinaria que, redoblando la fuerza de la corriente, destruyó todos los bancos de arena y dirigió el río al Océano, al lugar previsto por Luis de Foix, y llamado después el Boucau-Neuf. Así se estableció la desembocadura actual de Adur. Este feliz acontecimiento, que colmó de gozo a todos los bayoneses, tuvo lugar el día de San Simón y San Judas, el 28 de octubre de 1578. Y se convino, en reconocimiento de este beneficio del cielo, en distribuir cirios de la Candelaria a expensas de la ciudad, y se instituyó una procesión solemne que se hacía cada año y que duró hasta la Revolución. Se decidió además que se fundiría un cuadro de bronce en memoria de la terminación de la nueva apertura del Boucau. Durante el transcurso de los siglos XVII y XVIII, se ocuparon bastante en Bayona de la navegabilidad de los ríos, y en virtud de los proyectos de un tal Castaings, un ensayo fue ya intentado. En una de las cartas escritas por la ciudad al Sr. Pascault, su abogado en el Parlamento de París, se hace mención de un viaje extraordinario hecho sobre el torrente de Pau, de Saint-Pé a Bayona, por dos barcos de dieciséis toneladas, pertenecientes al Sr. Isaac Dulong, Sr. de Dasse, bearnés. De nuevo han sido presentados algunos proyectos de navegabilidad del Adur en 1872 y más tarde, a la Cámara de los Diputados. Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.