Arquitectos

Linazasoro Rodríguez, José Ignacio

Arquitecto. San Sebastián, 1947.

El arquitecto guipuzcoano José Ignacio Linazasoro es en el ámbito de Euskal Herria uno de los arquitectos más significativos de lo que se ha denominado posmodernidad y aunque su estudio se ubica en Madrid, también en nuestro territorio ha levantado edificios interesantes e importantes, no sólo bajo la influencia de la posmodernidad.

A finales de la década de los sesenta, cuando se puso en entredicho la modernidad en el contexto de la arquitectura contemporánea -tanto el racionalismo del comienzo como el posterior organiscismo- bajo el nombre de posmodernidad surgió una nueva actitud muy crítica con los principales fallos de la modenidad -dependencia del funcionalismo, desarrollo del formalismo y, especialmente, desprecio con respecto a la sociedad, naturaleza e historia- y proponiendo una nueva actitud hacia el pasado, no sólo desde el aspecto formal, sino también y especialmente desde un punto de vista conceptual, aprendiendo del pasado y tomando las características que pudieran ser provechosas y necesarias. Pero a la hora de comprender el pasado sobresalieron dos posturas distintas, una historicista y ecléctica que se desarrolló en Estados Unidos en torno al trabajo de los arquitectos Denise Scott Brown y Robert Venturi, y otra clasicista, en Europa, en sus inicios, especialmente en Italia, siendo el creador italiano Aldo Rossi el arquitecto más significativo de este grupo. De ese modo, mientras que los del primer grupo limitaron la relación con el pasado a la decoración superficial, los del segundo grupo, haciendo una lectura del pasado y sobre todo del clasicismo más simple y sencilla, intentaron crear una arquitectura contemporánaea sin despreciar el racionalismo y el organicismo anteriores, aprendiendo de las lecciones del pasado, tanto en el momento de organizar la planta como a la hora de elegir los elementos formales o apostar a favor de la decoración cuando era necesaria.

En nuestro entorno, aunque la primera postura no tuvo impulso, la segunda sí encontró seguidores entre los jóvenes arquitectos de Euskal Herria a comienzos de la década de los setenta. Por consiguiente, entre los que estaban dispuestos a seguir la posmodernidad clasicista surgieron dos núcleos, uno en Bilbao, en el entorno de los arquitectos vizcaínos Javier Cenicacelaya e Iñigo Saloña, y otro en Gipuzkoa alrededor del trabajo de Jose Ignacio Linazasoro, Miguel Garay y Juan Antonio Pizarro principalmente. Entre estos tres últimos arquitectos José Ignacio Linazasoro ha sido el que mejor ha seguido la dirección de la posmodernidad, y no porque haya sido un seguidor ferviente de este estilo, sino porque en muchos trabajos ha sabido, especialmente en procesos de restauración -la vertiente más conocida de sus trabajos-, aplicar y adecuar diferentes características del espíritu de la posmodernidad tal y como se requiere en cada ocasión.

Despues de recibir el título en la Escuela de Arquitectura de Barcelona en 1972, José Ignacio Linazasoro se puso a trabajar con el arquitecto guipuzcoano Miguel Garay. Su colaboración, que se prolongó hasta 1980, no nos ha dejado gran cantidad de trabajos aunque uno de estos es imprescindible para comprender la historia de la arquitectura contemporánea de Euskal Herria. Hablamos de la ikastola de Hondarribia (1974-1975), primer edificio de nuestro territorio donde se evitaba sin más el funcionalismo y el racionalismo académico y, ante esta situación, se proponía un edificio que estaba inmerso en la posmodernidad -en la posmodernidad clasicista que tiene su origen italiano, puesto que en el edificio es muy evidente la influencia de Aldo Rossi-; en este edificio Linazasoro y Garay nos demuestran que es posible llevar a cabo un racionalismo mejor, según el cual para que un edificio cumpla bien sus funciones no hay porqué meterlo dentro de una caja y, la propia arquitectura, para que sea expresiva por sí misma pero sin utilizar excesiva decoración, solo mediante la pura forma.

En 1980 Linazasoro comienza su carrera en solitario -aunque algunos trabajos los realiza conjuntamente con el arquitecto donostiarra Luis Sese, por ejemplo un bloque de viviendas de Bergara o el convento de Santa Teresa en San Sebastián-, y desde el comienzo y en su proceso evolutivo dos tipos de trabajos se fusionan, por un lado los procesos de restauración, y por otro los edificios nuevos, poniendo estos últimos, en la mayoria de los casos, en relación con la historia, aunque siempre será a través de un punto de vista personal. Así pues, sus dos primeros trabajos serán, por un lado, el restaurar el palacio de Lardizabal de Segura para convertirlo en ayuntamiento del pueblo (1980) y, por otro lado, un bloque de viviendas en la calle Barrenkale de Bergara donde, bajo un punto de vista innovador, además de seguir una estructura de palacio de la Edad Moderna, Linazasoro inserta ornamentaciones.

Sus dos siguientes trabajos también los realizará en Segura -el centro de Salud (1983) y el pabellón de Servicios (1985)- y con los dos sucede lo mismo, aunque los dos trabajos son nuevos, una vez construidos, en apariencia, parece que han sido realizados en un pasado cercano, pero si nos acercamos despacio y los analizamos con atención nos damos cuenta de que son obras de un arquitecto contemporáneo y de que en los mismos existe la intención de actualizar una lectura del pasado.

Despues de terminar estos trabajos, Linazasoro recibirá dos de los encargos más importantes de su carrera, el primero, los trabajos de restauración de la iglesia de Santa Cruz en Medina de Rioseco, en Valladolid, y el segundo, la restauración del convento de Santa Teresa y el proyecto del nuevo lugar de vivienda de las monjas sobre el techo de la iglesia, en San Sebastián. De estos dos trabajos, el primero llegó a ser bastante polémico, porque Linazasoro llevó a cabo el trabajo de reconstrucción del techo de la iglesia con una bóveda de cañon y porque en otros muchos elementos -por ejemplo, en los capiteles- insertó decoraciones con influencia clásica, y el segundo, más curioso, porque, aunque la vivienda de las monjas está realizada con simplicidad y sencillez, el mirador que se abre a la bahía de la Concha resulta deslumbrante.

Cuando terminó estos dos trabajos Linazasoro recibirá un nuevo encargo que hasta ahora, junto con la ikastola de Hondarribia, ha sido uno de los más decisivos en su trayectoria, nos referimos a la sede de la biblioteca de la UNED de Madrid, seguramente uno de sus trabajos más premiados y más significativos, no sólo en su carrera en general sino porque además constituye un punto de inflexión en su evolución, entrando en una nueva fase sin renunciar a diferentes principios de la posmodernidad, en la que irá prescindiendo de la decoración y se definirá su lenguaje arquitectónico más puro, más básico.

Aunque en principio el planteamiento de la biblioteca de la UNED parece simple y sencillo, en aquel momento su trabajo resultó innovador en esta tipología: en la medida en que la biblioteca se ubicaba entre carreteras enormes y ruidosas, Linazasoro decidió cerrar el volumen por fuera en un cuadrado -solamente hay un mirador cubierto con cristal en el último piso para colocar las oficinas y la cafetería, y para ello utilizó el ladrillo-, y sin embargo, por dentro, alrededor de un patio circular, dispone en el centro del mismo, las áreas de lectura y consulta y las estanterías de los libros contra la pared de fuera; no como en el exterior, en el interior la madera es el material principal.

Despues de terminar la biblioteca de la UNED, en su siguiente obra continuará con los principios señalados en este edificio, fusionando racionalismo y posmodernidad, aunque sea un edificio nuevo o realizando procesos de restauración. Con respecto a estos, en estos últimos años tenemos que destacar tres trabajos, la restauración del hospital del Rey de Melilla (1990), el centro cultural del barrio de Lavapiés en Madrid (1996) renovando un antiguo colegio, y también en Madrid, el proceso de restauración de la iglesia de San Lorenzo en el pueblo de Valdequemada. En relación a los nuevos edificios de estos últimos años, los trabajos a destacar son la embajada de España en la ciudad de Asunción en Paraguay (1990), donde de modo sobresaliente y asombroso fusiona el organicismo y el racionalismo de su trayectoria, queriendo adecuarse al contexto del lugar -especialmente al clima autóctono, a la humedad y al calor-, un bloque de viviendas en el barrio Urban Galindo de Barakaldo (2000), totalmente racionalista y muy diferente si lo comparamos con la construcción de Bergara de la anterior década -los tiempos y los contextos son también muy distintos-, y el diseño de dos plazas, el proyecto de la plaza alrededor de la famosa catedral de Reims de Francia (2003) y otra plaza también en Barakaldo (2002); en estos dos casos de nuevo Linazasoro combina el clasicismo y el racionalismo, constuyendo plazas duras pero urbanas.

Para terminar, comentar también que además de sus obras arquitectónicas y de su trabajo como profesor en diferentes escuelas de arquitectura, ha escrito y publicado tres libros en los cuáles reúne sus reflexiones e ideas entorno a la arquitectura: en 1980 El proyecto clásico en arquitectura -publicado por la editorial Gustavo Gili de Barcelona-, en 1989 Escritos. 1976-89 -publicado por el organismo COAM de Madrid- y en 2003 Escritos en el tiempo. Pensar en la arquitectura -publicado por la Universidad Palermo situada en Buenos Aires.