(Liginaga, Zuberoa, 1886. Carson City, Nevada, 1971). Emigrante suletino a los USA los 18 años, en 1904, sale para Norteamérica y empieza una nueva vida como pastor, desplegando en la tierra de Nevada su actividad con los conocimientos adquiridos, desde temprana edad, en su montaña vasca. Allí conoce a Thérèse Alpetche, vasca como él, con la que se casa. D. Laxalt llega a poseer una gran hacienda, llevando una vida plena de actividad en sierra Nevada. Cuando llegó la crisis de 1929 pierde su hacienda que se acercaba a las 20.000 ovejas y numerosas vacas. Hombre de gran voluntad, no se desanima y vuelve a empezar. Su esposa Thérèse dirige los estudios de sus hijos hacia la universidad. Se forma una gran familia: John Maurice, abogado y hombre de negocios; Soer Marie; Pierre, abogado; Paul, gobernador de Nevada, senador y hombre de confianza del presidente Reagan; Robert, periodista y escritor; Marie Aurélie, profesora. En 1951, Dominique Laxalt vuelve a su tierra acompañado por su hijo Robert. El redescubrimiento del viejo país, el emocionante encuentro con los suyos después de 47 años de ausencia, la conclusión del viejo Laxalt, que ya es más de América, que allá está ahora lo suyo, estas emociones, las recoge sencilla y magistralmente su hijo Robert en el libro Mon père etait berger. Un rasgo que retrata a este hombre, que lo retrata de cuerpo entero, se desprende del sucedido siguiente. En medio de la trágica situación de 1929, cuando ya le habían embargado todo, hasta el garañón negro que sólo montaba su dueño, le llegó la noticia que secretamente esperaba: había sacudido violentamente al primero que osó montarlo y desembarazándose de sus aparejos, había huido a la vida libre de la montaña. Esta fue la gran noticia que lo llenó de alegría y orgullo. Su fallecimiento el 20 de noviembre de 1971, en Carson City, Nevada, congregó a la mayoría de los vascos de la zona y autoridades. La misa fue en inglés y euskara, luciéndose la bandera americana al lado del Evangelio y la ikurriña en el de la Epístola. El celebrante, benedictino, lo despidió cantando el Agur Zuberoa. La familia rogó no se enviaran flores sino que se hicieran donativos para el fomento de los Estudios Vascos, en su memoria. Ref. E. Placer, Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos, 1972, XXIII y la obra citada de R. Laxalt.Mariano ESTORNÉS LASA