Escultores

Larrea Gayarre, Vicente

Escultor vizcaíno, nació en Bilbao en 1934 de padre bilbaíno, el escultor José Larrea Echániz, y madre navarra, Pilar Gayarre Galbete.

Realiza desde muy joven un aprendizaje artístico en el taller familiar, en la Escuela de Artes y Oficios de Atxuri y en el Museo de Reproducciones de Bilbao. Su padre heredó la profesión del abuelo, Vicente Larrea Aldama, el primer escultor de la familia que había abierto un taller que llegaría a ser muy importante, en la calle Santa María, a principios del último cuarto del siglo XIX, después de varios años de estudio y ejercicio de la escultura en París. Vicente Larrea Aldama muere en 1922 y a partir de esa fecha dirige el taller su hijo José. El conocimiento profundo de los modelos clásicos y de todos los recursos del oficio que le da esta formación temprana, práctica, y de las peculiares características que comporta un taller de este tipo, donde se realizan a lo largo de más de medio siglo muchas de las esculturas públicas y religiosas que aún se ven en Bizkaia, influirán poderosamente en la obra de Vicente Larrea y le permitirán realizar esculturas de gran complejidad técnica. Al mismo tiempo que realiza estos estudios cursa el bachillerato en el colegio de los jesuitas de Indautxu y a continuación estudia Ingeniero Técnico de Minas y Siderurgia hasta su graduación en 1957. Su formación se completa con varias temporadas en el taller del escultor Raymond Dubois, en la localidad francesa de Solesnes.

La conciencia de escultor de Larrea y la propia obra que realiza durante estos años en el taller familiar van sufriendo una paulatina evolución, al principio dentro del contexto de la escultura del taller, que su padre, al ser el único hermano que se interesa por la escultura, va dejando en sus manos, y después, mediante una ruptura que le orienta definitivamente hacia el lenguaje de la escultura contemporánea. Esta ruptura alcanzará también a la propia estructura de la empresa familiar, que Vicente Larrea disolverá en 1964 para continuar por un camino profesional independiente. Estos años de la transformación del trabajo de Larrea coinciden con los del nacimiento de los grupos vascos de vanguardia que formulan la necesidad de un arte autóctono y experimental, y que se abre camino con enorme dificultad en la sociedad de aquel tiempo. Larrea se integrará en el grupo Emen, correspondiente a Bizkaia, y participará en 1966 en la exposición que celebran conjuntamente los grupos Gaur y Emen en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. A ella llevará un Cristo crucificado de madera que, por una parte, se entronca con la imaginería religiosa recientemente realizada en el taller que entonces dirige pero que, al mismo tiempo, como otras obras de la época (un Pantocrator, una Virgen sentada con el Niño) señalan la orientación de la ruptura inmediata. Partiendo de una configuración románica (Chartres, Vézèlay) la forma atormentada, desgarrada de estas esculturas analiza y deja al descubierto, potenciándola, la expresividad de sus líneas estructurales.

Poco después, sobre un esquema semejante, aparecerán las primeras esculturas no figurativas, el homenaje a Kirikiño junto al cementerio de Mañaria y dos desarrollos de esfera en bronce, todos de 1967, y a continuación la estructura circular del Museo de Bellas Artes de Bilbao y otra semejante de gran tamaño en Begoña; la estructura recta vertical de una casa de la calle Simón Bolivar de Bilbao, otra de desarrollo circular horizontal en bronce en 1968, etc. Todas las esculturas de estos años menos las de carácter público figurarán en la primera exposición individual del escultor en la Galería Grises de Bilbao (1968). Estas obras fuertemente geométricas y de estructura muy dinámica, que se enfrentan, agresivamente al espacio, sufrirán una transformación hacia soluciones más complejas en los años siguientes, de modo que en la siguiente exposición individual de la Galería Illescas en el año 1970, aparecerá una obra marcada por dos elementos contradictorios: por un lado, las estructuras geométricas de unidades superpuestas, semejantes a las de la obra anterior; por otro lado, unos elementos orgánicos de desarrollo más libre, proteico, barroco, que aparecen unas veces en esculturas independientes y otras en una misma escultura, aprisionados por la estructura geométrica. Con piezas de esta serie. en la que se conjugan los dos elementos llamadas genéricamente Cárceles, o la que lleva por título Farraluque, por el personaje de Lezama Lima, estará el escultor representado en la exposición de Arte Vasco celebrada en el Palacio de Bellas Artes de México, país al que viaja con este motivo en compañía del Comisario de la misma, José Luis Merino, y de Basterretxea y Mendiburu.

Durante el curso 1970-1971 ejerce como profesor de escultura en la Escuela de Bellas artes de Bilbao, actividad que abandona en desacuerdo con el sistema docente, poco adecuado para estimular la creatividad de los alumnos, que en aquellos momentos prima en la Escuela. Estos años serán cruciales en la obra de Larrea. El elemento laminar orgánico, todavía desarrollado en fragmentos discontinuos, que aparece cada vez más claramente descrito en pequeñas esculturas de bronce y en el interior de las Cárceles, se afirma como elemento único en la gran escultura de hierro que se expondrá en la Muestra de Arte Vasco de Barakaldo de 1971, y en los Encuentros Internacionales de Arte de Pamplona de 1972, y que ahora se levanta frente al Ayuntamiento de Barakaldo. Otras dos esculturas, también en hierro, desarrolladas horizontalmente, una de las cuales se encuentra en el Parque de La Ciudadela de Pamplona, serán las últimas en las que la escultura aparecerá formada por elementos discontinuos que se superponen. De todas formas, salvo por ésta, la configuración fundamental de lo que serán a continuación las obras de Larrea se encuentra en ellas perfectamente determinado: el cuerpo de la escultura estará constituido por una lámina continua, de apariencia vegetal o embrionaria e infinitas posibilidades de diversificación y desarrollo, de grosor variable, en cuya expresividad juegan al mismo tiempo la masa de la lámina, los huecos oscuros y el dibujo de los bordes o labios.

Este nuevo ciclo de sus esculturas que se abre a continuación se iniciará con un grupo de obras denominado Santimamiñe por la influencia que en ellas encuentra el escultor de la organización espacial de las cuevas que atraviesan el Ereñuzar de Arteaga. Efectivamente, sea cual sea la configuración final que la escultura adquiera, un mismo principio de recorrido laberíntico, oculto, misterioso, algunos de cuyos caminos nunca aparecerán a la vista, y que obligan al espacio y al espectador a una continua peripecia, a un continuo trayecto, es común a todas ellas. En 1973 celebra Larrea una primera exposición retrospectiva en las Salas Municipales de Cultura de Durango. Al año siguiente exhibirá la serie Santimamiñe en la Galería Kreisler-2 de Madrid con gran éxito de crítica. Otras dos exposiciones en Bilbao -Galería Lúzaro- y Vitoria-Gasteiz -Galería Eder Arte- en 1975 (con obras de la serie Santimamiñe y otras que el escultor denomina Brocas), y una nueva retrospectiva en La Ciudadela de Pamplona / Iruña en 1977 cerrarán hasta el momento la relación de sus muestras personales. Sin embargo, durante todos estos años serán muy numerosas las colectivas en las que intervenga, mereciendo especial mención las muchas muestras de arte vasco que durante la década de los setenta forman parte imprescindible de la vida cultural, política y festiva vasca y que se reparten por todo su territorio en lo que puede tenerse por uno de los fenómenos de difusión y arraigo popular de las artes plásticas de vanguardia más peculiares por su vigor y continuidad. La obra de Larrea se va haciendo entre esculturas de mediano formato fundidas en bronce y otras de carácter público, de gran tamaño fundidas en hierro y a las que, a veces, las primeras sirven de boceto trasladado con más o menos fidelidad.

De entre las esculturas públicas realizadas en los últimos diez años cabe destacar la Broca que figura provisionalmente en el palacio de Ajuria-Enea (1975) de Vitoria-Gasteiz, sede de la presidencia del Gobierno autónomo vasco y propiedad del Museo de Álava; otro hierro realizado para Lagun Aro en Arrasate/Mondragón ( 1979), otra Broca para la Caja Laboral Popular en el Paseo de la Castellana de Madrid (1983), otra pieza para la Caja de Ahorros Vizcaína en la Gran Vía de Bilbao (1984) y el Códice para la Universidad de Valladolid (1985). En 1983 acude con varias obras y en compañía de Basterretxea y Mendiburu a la Feria Internacional de Arte de Chicago invitado por el Gobierno Vasco.

A lo largo de estos últimos años una de las características más importantes de la evolución de la obra de Larrea se ha centrado en el tratamiento de la epidermis de la escultura, tanto en el interés creciente por el modelado como por las posibilidades de la policromía que le hace realizar en 1980 dos esculturas en poliéster estofado y policromado reconocimiento a las antiguas artesanías, recuerdo de su propio aprendizaje y realizadas al poco de un viaje a Italia, homenaje al Gótico sienés tanto como a la imaginería barroca española. Desde Berruguete hasta Bernini y a los arquitectos de la Roma del seiscientos, o a los contemporáneos novelistas barrocos caribeños, siempre hay presente un elemento natural de crecimiento libre, imprevisible, casi tumoral, el espíritu del barroco más opulento, en el que las formas más sorprendentes y sensuales crean un laberinto vacío, sin centro, perpetuamente recorriéndose a sí mismo en su oscuridad, cruza la obra profundamente original de Larrea.