Narradores

Aldecoa Isasi, Ignacio

Ignacio Aldecoa nació en Vitoria (Álava) el 24 de julio de 1925. Falleció en Madrid el 15 de noviembre de 1969.

Uno de los narradores más relevantes de siglo XX en castellano, representante de la tendencia neorrealista y crítica social. La literatura social de Aldecoa transita desde el lirismo al existencialismo, mirando con enorme solidaridad a la gente, protagonistas de sus historias cotidianas. Murió prematuramente, con 44 años, dejando setenta y nueve cuentos, dos libros de poemas y media docena de novelas cortas.

Sus padres pertenecían a la burguesía y estudió en el colegio de los marianistas. Fue rebelde desde su infancia hasta el punto de dejar de asistir a misa y declararse agnóstico a los 12 años. Sus relaciones familiares oscilaban entre el gran afecto y las reprimendas por sus frecuentes tropiezos escolares. Era gran lector y deportista, aficionado a experimentos de taxidermia y a la caza. En esta época contactó con un grupo de pintores vascos que se reunían en la tertulia de su padre y su tío Adrián: Gustavo de Maeztu, Díaz Olano, Echevarría,..., ya que en la familia tanto el padre como el abuelo de Aldecoa habían estudiado pintura en París y Bruselas y tenían en la capital alavesa un negocio de pintura y restauración. Sin embargo, Ignacio pronto se decantó por la literatura.

A los 17 años, con el bachillerato terminado, se traslada a Salamanca para iniciar sus estudios en la Universidad. Se matricula en Filosofía y Letras, facultad por la que aparecía poco. Tenía amigos no universitarios entre gente ajena al mundo académico y marginal que inspirarían después muchos de sus relatos. Antonio Tovar, su profesor entonces, recuerda:

"el señor Aldecoa era, no el jovencito espigado con el rebelde pelo algo claro de niñez y los negros ojos penetrantes, sino una "f" de falta que yo añadía a su nombre cada día en la lista. En la ciudad pequeña sabíamos que Aldecoa no tomaba el camino de enriquecerse con la sabiduría de los antiguos. Tal vez iniciaba esa bohemia estudiantil que él ha contado tan maravillosamente en Maese Zaragosi y Aldecoa su huésped ; se sumía, me imagino, en la pobre, a menudo miserable vida de entonces, y aprendía, no en los libros, lo que era de verdad la humanidad que nos rodeaba, la epopeya de la gente pobre".

En el año 45 Ignacio Aldecoa se traslada a Madrid. Lo mismo que en Salamanca, se matricula en la Universidad, pero va poco por allí. Contactó con un grupo de jóvenes que como él empezaban a escribir en las revistas universitarias La Hora y Alcala, la generación de los años 50 o generación intermedia que habían vivido la Guerra Civil con ocho, nueve o diez años y la adolescencia bajo el signo de la guerra (en este caso mundial), por lo que también se les ha llamado "niños de la guerra". Entre ellos estaban Carmen Martín Gaite, Rafael Sánchez-Ferlosio, Josefina Rodriguez y Ana Mª Matute (que por aquellos años no vivía en Madrid) o José Manuel Caballero Bonald y se hicieron todos amigos. Se reunían en el Café Gijón con Juan Benet y Luis Martín Santos. Julio de la Rosa escribe:

"Los hombres de esta generación del medio siglo llegan con una clara voluntad de apertura, con una inmensa libertad interior que señala hacia la exploración de nuevos caminos."

En 1952 se casa con Josefina Rodríguez y en 1954 nace su única hija, Susana. En 1958 fueron a Nueva York donde pasaron el invierno. La capital del mundo y el país les atrajeron enormemente. También pasaron largas temporadas en Ibiza y Las Canarias. La pasión de Ignacio por el mar se centraba en las islas, pero toda aventura marítima le apasionaba, hasta el punto de navegar un mes con pescadores de altura para escribir su novela-reportaje sobre la vida en el mar y dignificar esa existencia llena de miseria y soledad. La novela, Gran Sol, obtuvo el Premio de la Crítica 1958. A Aldecoa le fascinaban los deportes violentos y trágicos, como el boxeo y los toros, ya que tenía obsesión con la muerte. Para él la vida tenía un sentido de peligro y parecía desear agotarla tal vez con el sentimiento fatal de que era breve, extremo que en su caso se cumplió trágicamente ya que murió en la plenitud de su carrera. Su sentido materialista de la existencia estaba potenciado por su agnosticismo.

Políticamente era un hombre de izquierdas, participaba de las ideas de un socialismo avanzado, pero su sentido crítico agudizado le impidió afiliarse a ningún partido clandestino que no fuera el de la literatura. Decía que ser escritor es una actitud ante la vida y manifestaba su preocupación por las clases marginales y desheredadas en su literatura, siendo muy conocida su serie de relatos sobre los oficios.