Concepto

Polca

La polca fue uno de los bailes más populares en la Europa del siglo XIX. Aunque, como suele ocurrir en estos casos, hay varias teorías acerca de su origen, la más extendida en este momento es la de que se trata de una danza que, haciendo alusión a lo polaco, surgió hacia 1830 en el medio urbano checo.

Introducida en Praga en 1837, adquirió rápida difusión, convirtiéndose hacia 1843 en una de las preferidas de los salones parisinos. Como el vals, la mazurca y el chotis, es una danza de pareja, en la que cada una de ellas se constituye en entidad independiente de las demás.

De ritmo binario y rápido (unos 52 compases por minuto, según el tratado de Cellarius de 1847), su música presenta generalmente frases cuadradas y forma ternaria. Suele presentar un buen número de trinos y semitrinos, y patrones rítmicos de este tipo (Cernusák, Lamb y Tyrrell, s.f.):

Partitura

Partitura

En cuanto a sus evoluciones, son característicos de la polca los saltitos y las evoluciones en las que se alza ligeramente un pie, así como las evoluciones talón-punta. Con todo, su enorme difusión especialmente por Europa y América han provocado una enorme cantidad de variantes y subvariantes de todo tipo.

Como es de suponer, la polca llegó también a Vasconia, y su popularidad aquí está fuera de toda duda. Con todo, su carácter de baile al agarrao le causó problemas con la autoridad eclesiástica, y también con la civil, por su inmoralidad. Estaba claro que estos bailes representaban una ocasión única en la sociedad de la época para el establecimiento de relaciones entre los sexos. Única no ya por su contacto físico, sino también, y quizás más importante, por la intimidad e independencia que proporciona a la pareja: la búsqueda de la sintonía entre dos cuerpos y sólo entre ellos dos, que hoy no es tan usual y tan conocida, se posibilitó por primera vez con danzas como la polca, el vals, la habanera, la mazurca o el chotis, que, a diferencia de su antecesora la contradanza, no exigían coreografías de grupo, sino que garantizaban la independencia absoluta de la pareja.

Un par de citas del crítico de arte Pedro de Madrazo, perteneciente a la famosa familia de pintores de la época, publicada en 1886 y referida a la entrada de estos bailes en Vasconia, en efecto, es muy esclarecedora (cit. en Villafranca Belzunegui 1999:393-4):

"Con las jotas y fandangos peninsulares, las contradanzas inglesas y los interminables rigodones franceses, han recibido los provincianos y navarros, como de sorpresa, los bailes vertiginosos, las polkas, los galops, los schottisch y todo género de bailes aglutinantes afrenta de la verdadera cultura social [...] ¡Ah! Los desprevenidos vascos, los inventores del honesto y decoroso zortzico, del noble aurresku y de la varonil espatadantza, han tomado aquellos inmundos bailes como moneda de buena ley, y hoy se ceban en ellos solo porque los han visto aceptados por gente de la corte, sin advertir por qué gente! ¡Quiera el cielo que se curen de la funesta manía de remedar en todo las modas de este pandemonium de Madrid!"

Por ejemplo, el repertorio del gran gaitero Julián Romano (1831-1899), publicado por Tomás Díaz Peñalba (1989), está constituido casi a partes iguales por rigodones, valses, mazurcas, schotis, polkas, rigodones en 2/4, habaneras, jotas y sonatas. En él aparece una sola pieza con el nombre de polka, pero también otras catorce que, bajo la denominación de vals-polka tienen por su ritmo binario y células rítmicas las características que usualmente atribuimos a la polca. No ocurre lo mismo con los repertorios de los tamborileros de finales del XIX y principios del XX, ni con el extensísimo repertorio de la revista Txistulari.

En el primer caso, encontramos algunos ejemplares de balse-polka, en compás de 2/4, además de polka-mazurka, pero su compás ternario y su célula rítmica sugieren que se refieren al modelo, no raro en la época, que debe su nombre a la inclusión de pasos de polca sobre músicas de mazurca. Aparece también, finalmente, alguna polka de contradanza, que parece más cerca musicalmente de la contradanza que de la polca, si bien el carácter binario y el fraseo cuadrado de ambos géneros y el innegable parecido rítmico que presentan hace que la distinción entre polca y contradanza sea en muchos caso más que sutil. Parece claro, por tanto, que este género tuvo menos predicamento entre los txistularis, y no parece que podamos hallar la razón en un mayor acercamiento a la moralidad pública de este colectivo, ya que otros géneros al agarrao , como el vals o la habanera, tuvieron en él un éxito espectacular. Sin embargo, algo debieron de ver en ella autores de la perspicacia de Félix Urabayen (cit. en Aramburu Urtasun 2003). Con los Sanfermines como fondo, describe en la novela El barrio maldito dos txuntxuneros que existieron en la realidad: Javier Echeverría, el tamborilero gitano de Esquíroz, que tocaba de modo más lento e indígena. Pero a su lado tocaba otro txuntxunero de Anoz. Y sus porrusaldas y zorzicos acusaban ya el mestizaje de la tradición artística; sabían un poco a jotas y polcas. La cantidad de ejemplos de este género, con todo, tampoco aumenta en las páginas de la segunda época de la revista Txistulari, que volvió a aparecer en 1955.

Bien por la mayor proximidad del modelo francés, bien porque aquí las polémicas y la presión del poder eclesiástico y civil en su contra no tuvieron un carácter tan fuerte como en los territorios del sur, lo cierto es que el éxito de la polca fue bastante mayor en Iparralde, y especialmente en Baja Navarra. En los repertorios de músicos populares de la importancia del violinista y clarinetista Faustin Bentaberri (1865-1936) y de su sobrino y también violinista Jean Otheguy Lanyaburu, muerto en 1956, eran, en efecto, muy numerosas. Según José Antonio Quijera(2004:164-165), los bailes dominicales de esa zona hasta la II Guerra Mundial seguían un orden preestablecido, según el cual tras los jauziak, se interpretaban por ese orden una polca, un chotis, una mazurca y un vals. Tras ellas, al menos cuatro kontra-iantzak (así denominadas en el dialecto local) diferentes. Una vez realizadas éstas, volvía a empezar el ciclo con una nueva polca.

Hoy en día, con todo, nadie consideraría a la polca como un género especialmente identificable con lo vasco. Ello no significa que haya al menos dos polcas bastante conocidas en el país: una es la polka de tambores de la Tamborrada de San Sebastián, del maestro Raimundo Sarriegui, que se puede ver en este enlace. La otra, mucho más difundida, es la que se conoce en Valcarlos como polka-pik, en la que los clásicos movimientos talón-punta tienen un papel de gran importancia. He aquí su partitura:

Partitura