Cinematográficas

Silencio Roto

Producción de Oria Films fechada en 2001. Por primera vez Montxo Armendáriz asumió la producción y la dirección de un largometraje.

En tareas de producción le ayudó Puy Oria. Silencio roto es una película que tiene de tema central la lucha antifascista del maquis en su intento de restaurar la República española. Con ese sobrio lirismo que caracteriza su obra Armendáriz muestra la lucha vana, quijotesca y agónica de un grupo de idealistas guerrilleros que viven en los montes acosados por la guardia civil y el ejército en su intento baldío de derribar a la dictadura franquista. En ese sentido Armendáriz vuelve una vez más, como en Tasio, en 27 horas, o en Las cartas de Alou, a realizar un emocionado canto a favor de la libertad.

El relato se inicia en 1944. Lucía (Lucía Jiménez) llega a un pueblo de montaña y allí conoce a Manuel (Juan Diego Botto), un herrero que ayuda siempre que puede a los luchadores antifascistas que viven en el monte. Pronto Lucía se enamora de Manuel y de la causa que éste defiende. Llega un momento en que Manuel tiene que partir también al monte y la vida en la zona se convierte poco a poco en un laberinto donde reina el terror y el miedo. El guión se construyó a partir de conversaciones realizadas con personas que militaron en el maquis porque Armendáriz tenía la intención clara de recuperar la memoria histórica de unos hechos desgraciadamente olvidados. La guerrilla del maquis actuó desde el final de la guerra civil española. La falta de compromiso de las fuerzas aliadas al acabar la segunda guerra mundial con la libertad de España supuso un duro revés para sus aspiraciones. Sin embargo siguieron luchando y pasaron a ser considerados simples bandoleros. El último maqui, José Castro Vega, murió en 1965 en un enfrentamiento con la guardia civil. En esos años de lucha, la población civil, incluidos niños y mujeres, fueron encarcelados, sometidos a torturas o directamente asesinados ante la sospecha de colaborar con los guerrilleros del monte. En la película ese ambiente está muy bien reflejado. La llegada del teniente de la guardia civil (papel interpretado con convicción por Joseba Apaolaza), un militar que nada tendría que envidiar a la bestia más desalmada de la Gestapo nazi, crea una clima de terror sumamente logrado por Armendáriz.

Silencio roto es también un homenaje a las mujeres. La historia se narra a través de ellas. En una escena Lucía, la protagonista, contempla en medio del ambiente represivo que vive el pueblo a la esposa de un cabo de la guardia civil parapetada tras una ventana. Luego, el cabo muere y se reproduce ese cruce de miradas, pero el punto de vista y la planificación es inversa. Al igual que los sentimientos de las dos mujeres en las dos situaciones. Las mujeres, así, siempre pierden en esta lucha infame. No hay por otro lado una mirada épica sobre los guerrilleros. La guerra envilece. Y la lucha de éstos, conforme avanza la trama, se torna agónica, quedando convertidos en un momento en alimañas que sobreviven como pueden en la inmensidad del bosque. Es significativa en ese sentido la escena en que Lucía, jugándose la vida, sube al monte para aprovisionar a los guerrilleros y, de paso, para poder ver a su novio. Una vez allí, el jefe de la partida de guerrilleros (gran interpretación de Ramón Barea) sigue comiendo tratándola con absoluta indiferencia, incapaz de agradecer de alguna manera el valeroso gesto de la muchacha.

La crítica se rindió por completo al talento desplegado por Armendáriz. Su carrera en los festivales fue realmente espectacular. Entre otros ganó el premio Olid Meliá de Valladolid, el Premio a la Mejor Película en el Festival de Cine Ópera Prima de Tudela, el Premio del Público en la Semana de Cine Vasco de Vitoria, el Premio Julio Verne, máxima distinción del Festival de Cine Español de Nantes, y cuatro trofeos en la X Gala de Premios "El Mundo" al Cine Vasco, concretamente el premio a la Mejor Película, el premio al Mejor Director, el premio al Mejor Guión y el premio al Mejor Actor de Reparto.