Militar. Nacido en Bergara el 7 de noviembre de 1764; fallecido en Madrid el 1 de octubre de 1838.
El matrimonio de Manuel de Mendizabal y Juana Javiera de Iraeta, padres del que será bautizado con el nombre completo de Gabriel María de Mendizabal e Iraeta, no reviste características extraordinarias. Se trata de una unión habitual entre los descendientes de linajes de propietarios rurales que controlan tanto el ámbito político como el económico en sus localidades de origen. En este caso, respectivamente, la villa de Bergara, importante emporio cultural gracias a la presencia en el centro de la población del Real Seminario establecido en 1769, y Antzuola.
Una excelente base, en cualquier caso, para lograr una relativamente rápida ascensión social en la persona de sus descendientes. Como ocurre, de manera especialmente notoria, en el de Gabriel de Mendizabal que será dedicado a la carrera militar desde los 16 años, haciéndolo ingresar en la Academia Militar del Puerto de Santa María y después, el 30 de julio de 1784, en el regimiento España con grado de cadete.
Desde ese momento comenzará una sucesión de ascensos que, naturalmente, se acelerarán a partir del comienzo de la Guerra de Independencia, durante la que se impone en los ejércitos españoles el modelo revolucionario importado desde Francia, según el cual el mérito personal de cada soldado prima por encima de sus orígenes sociales a la hora de recibir promociones en el escalafón.
Los primeros grados militares a partir del de cadete se suceden con cierta facilidad en la hoja de servicios de Gabriel de Mendizabal. Así, el 14 de junio de 1785, sin que apenas haya transcurrido un año de su enrolamiento en el regimiento España, es ascendido a subteniente.
Con ese grado ejercerá sus primeros hechos de armas, luchando en la defensa de la guarnición norteafricana de Orán, en la que el regimiento España está destinado en esas fechas.
Entre 1785 y 1788 no volverá recibir ningún ascenso. El 12 de julio de ese último año se le dará rango de teniente en una compañía de élite del regimiento España, la de granaderos. Tropas de asalto, para las que sólo se recluta a hombres de una talla superior a la media y destinadas a marchar en vanguardia durante los ataques, especialmente contra brechas en fortificaciones enemigas. De ahí pasará con el mismo rango de teniente a otra de las compañías de su regimiento. En este caso la de fusileros.
En el año 1790, todavía destinado en esa compañía de fusileros del regimiento de España, se le dará rango de ayudante mayor hasta que en 12 de julio de 1791 se le promueva al grado de capitán de esa misma compañía de fusileros. Servirá en Orán, según su expediente militar, hasta que concluya el asedio de esa plaza norteafricana. Desde allí será transferido en el año 1793 a Rosellón, para integrarse en las tropas que van a combatir a la recién constituida República francesa conocida como "Convención".
Según su hoja de servicios se distinguirá durante esa campaña en varias acciones como el ataque de Benet, en Perpiñán -donde tomará las baterías del ejército revolucionario francés, en las batallas del campamento de Perestortes y Trullas, en el socorro a la plaza de Argelès y en los ataques contra El Bolo y Villalonga.
Desde ese frente será trasladado al regimiento de Voluntarios de Guipúzcoa, en el que se le otorgará el grado, altamente honorífico, de sargento mayor de esa unidad el 8 de enero de 1793. Ese puesto le ofrecerá, nuevamente, ocasiones de distinguirse en el campo de batalla. Según su hoja de servicios de ese período tendrá un destacado papel tras la invasión del territorio de la nueva república francesa en la batalla en torno a la localidad labortana de Biriatu, que se desarrolla durante la jornada del 5 de febrero de 1794.
Posteriormente, cuando las tropas de la Convención francesa pasen al contraataque e invadan la mayor parte del territorio guipuzcoano, Gabriel de Mendizabal volverá a distinguirse. De hecho, se le dará el mando supremo de la retaguardia del ejército real cuando éste se debe replegar hacia Gipuzkoa ante el contraataque de los revolucionarios franceses. Desde ese puesto cubrirá eficazmente la retirada el 1 de agosto de 1794, permitiendo que las restantes unidades puedan llegar, con relativa seguridad, hasta Tolosa.
Allí, obedeciendo las órdenes del general en jefe de esas tropas, conde de Colomera, se hará cargo del ala izquierda del ejército y rechazará, una vez más, los ataques franceses, como ha venido haciendo desde que comienza la retirada. Conteniendo ese avance del ala derecha del ejército revolucionario, recibirá su primera herida: un balazo a quemarropa que le atraviesa el cuerpo.
Esa contingencia lo mantendrá fuera de los campos de batalla hasta el mes de noviembre de 1794. En esas fechas volverá a asumir el mando y contendrá nuevamente los avances revolucionarios en la línea del río Deba. De hecho, según la hoja de servicios que se redacta en el año 1802, cuando está integrado en el regimiento Zamora, se señala que al frente de 6.000 veteranos de las tropas levantadas por las tres diputaciones vascas logrará, en los altos de Elgueta, desbaratar el intento del general Moncey de tomar Vitoria.
La operación es llevada con tal acierto por parte de Mendizabal que las tropas convencionales, de 8.000 a 10.000 efectivos, deben retirarse hasta Bergara, para evacuarla apresuradamente, sin poder sacar de ella sus bagajes. El propio Carlos IV remitirá una carta de agradecimiento a Gabriel de Mendizabal por esa brillante acción que recuperaba parte del territorio ocupado tras la retirada de 1794 y ordenará el 27 de junio de 1795 que se le ascienda a comandante del segundo batallón de Voluntarios de Guipúzcoa con grado de teniente coronel de Infantería. Todo ello en recompensa por "los serbicios (sic) y meritos" de que ha hecho muestra en esa campaña contra las tropas de la Convención.
Tras la firma de la Paz de Basilea el rey continuará otorgándole facilidades para conseguir nuevos ascensos: por orden expedida en Badajoz el 4 de febrero de 1796 se le da grado de comandante en el regimiento Granada. El 30 de octubre de 1796 se le transferirá al regimiento Zamora con ese mismo grado, que es el que ostentará hasta que se le ascienda a coronel de Infantería el 5 de octubre de 1802. Asimismo Carlos IV le otorgará toda clase de facilidades para que en el año 1797 se le conceda el hábito de caballero de la orden de Calatrava. Distinción que no le impedirá participar en diversas acciones contra Gran Bretaña en calidad de miembro de un ejército español en esas fechas aliado de la República francesa. Caso, por ejemplo, del desembarco en Rochefort en el año 1798 al frente de un cuerpo de tiradores que mantendrá en poder de los convencionales, ahora aliados a España, el fondeadero de Deix frente a, como señala su hoja de servicios, los esfuerzos de la escuadra inglesa, que bombardea ese puerto y trata de tomar tierra en ese punto. De allí saldrá con la escuadra española y regresará bajo la persecución de la armada inglesa hasta El Ferrol, su puerto de origen.
A pesar de haber participado en el año 1807 en las acciones de defensa ante las lanchas inglesas que se acantonan ante El Ferrol, y ser transferido al ejército de invasión que debe tomar Oporto antes de que se rompan las hostilidades entre la España de Carlos IV y la Francia de Napoleón, no recibirá nuevos ascensos hasta el comienzo de la Guerra de Independencia en el año 1808. A partir de ese momento, se integrará en las tropas que permanecen leales a la dinastía borbónica reinante en 1808, antes de la llegada de José Bonaparte.
Así, Gabriel de Mendizabal se suma a las filas de la Vanguardia del llamado Ejército de la Izquierda. Integrado en esas fuerzas desde los inicios de la campaña de 1808, dará muestras de un arrojo militar que va en aumento a medida que pasan los meses de ese año en el que, tras la derrota de Espinosa de los Monteros en el invierno de 1808 y la mortífera retirada hacia Galicia de las tropas dispersadas de los ejércitos español y británico, toda esperanza de resistir la invasión napoleónica en Europa, incluida Gran Bretaña, parece completamente perdida a pesar de las victorias de Bailén y Zaragoza.
Así, según consta en su hoja de servicios, Gabriel de Mendizabal, que ya ostenta en esos momentos grado de brigadier, logrará rendir el 18 de marzo de 1809 a la guarnición francesa acantonada en Villafranca del Bierzo, compuesta por más de 1.000 hombres de tropas napoleónicas selectas que, sin embargo, se rendirán a discreción tras ser incapaces de resistir el ataque que Mendizabal lanza contra sus posiciones fortificadas.
Meses después, durante la batalla de Alba de Tormes que se desarrolla en noviembre de 1809, Gabriel de Mendizabal, que es ya mariscal de campo desde marzo de ese año, formará con las tropas bajo su mando varios cuadros de Infantería contra los que se estrellarán hasta tres cargas de la Caballería francesa al mando de Kellermann, impidiendo de ese modo una nueva desbandada general -habitual en los efectivos españoles desde que Napoleón retoma la campaña peninsular tras la derrota de Bailén- y garantizando una ordenada retirada de las reorganizadas tropas españolas. Una meritoria labor en un momento en el que la victoria napoleónica parece segura en toda Europa, y cualquier intento de resistencia a la misma completamente inútil, y que será recompensada con el título de Castilla de Conde del Cuadro y que, sin duda, contribuye a su ascenso al grado de teniente general en enero de 1810.
Ese mismo año participará en el socorro a la plaza de Badajoz en funciones de capitán general interino de la región de Extremadura. Asimismo estará presente en la batalla de La Albuera en 1811, donde se distinguirá particularmente, recibiendo como recompensa un sable de honor otorgado por la Regencia que gobierna el país mientras se forman las Cortes Constituyentes. Éstas a su vez, lo declararán benemérito de la Patria por los riesgos que asume repitiendo, en cierto modo, la pauta de Alba de Tormes, esforzándose para impedir que las líneas aliadas sean rotas y se produzca una nueva derrota provocada por una desbandada general.
Será también en 1811 cuando reciba el mando del llamado Séptimo Ejército. Con él se unificarán y regularán las partidas de guerrillas y corsarios terrestres que hasta ese momento han actuado -con escasa eficacia, salvo excepciones como la del cuerpo bien disciplinado y dirigido por los Mina- en el área norte peninsular. En calidad de jefe de ese ejército aliado proclamará la Constitución de 1812 en el País Vasco a medida que sus tropas vayan liberándolo de la presencia de los imperiales.
La campaña napoleónica concluirá para él, con nuevas acciones de mérito, en la batalla de Tolouse en 1814, después de volver a destacarse en la batalla de San Marcial de 31 de agosto de 1813, que rechaza la contraofensiva napoleónica bajo mando del mariscal Soult al Norte del Bidasoa, abriendo así el camino a la invasión del territorio francés a los ejércitos aliados.
Acabada la guerra, Gabriel de Mendizabal contraerá matrimonio en el año 1816 con Josefa Gabriela de Zavala y Mendizabal.
La reinstauración del Absolutismo en 1814 lo condenará a cierto ostracismo, en el que no obtiene nuevos ascensos, quedando relegado a puestos más o menos decorativos como el de representante del Ejército de Tierra en la comisión que, por orden de Fernando VII, se forma en 1814 para diseñar la expedición de socorro a Buenos Aires o el de redactor de hojas de servicios para el Consejo de Guerra en 1815. Aparte de eso en 1819 se le concederá la Gran Cruz de la Orden de San Hermenegildo.
Sus protestas ante el régimen absolutista reinstaurado en el año 1823 lo muestran como un soldado que se limita a servir al régimen legalmente constituido en cada momento, negándose -cosa rara en la España del momento- a intervenir en política.
A pesar de su enrocamiento en esa postura, muchos indicios en la documentación disponible apuntan claramente a que sus simpatías se inclinan más del lado constitucional que del Absolutismo. Su actividad en favor de la Constitución en 1812 y su significación a favor de ella durante el Trienio, especialmente en el año 1822, cuando la amenaza de reacción absolutista arrecia lo delatan en ese sentido a pesar de querer mantener, al menos en apariencia, una neutralidad con respecto a la vida política casi imposible de lograr en un país que, como el resto de Europa post-revolucionaria, basa la legitimidad de regímenes y gobiernos más en la fuerza circunstancial de cada uno de los partidos en liza -reaccionarios o revolucionarios- que en el Derecho. .
Así resulta lógico que en 1820 las autoridades constitucionales lo nombren consecutivamente capitán general de Valencia primero y de Gipuzkoa después y que, desde 1833, la monarquía constitucional de Isabel II le conceda así bien puestos relevantes para recompensar esa inclinación política, tales como el de decano del Supremo Tribunal de Guerra en 1835, presidente de dicho tribunal en 1835 y, finalmente, y hasta su muerte, presidente del Tribunal Especial de Marina y Guerra en 1838.