Oiartzun, 1708-1782.
Sebastián Manuel Mendiburu Olano nació en Oiartzun, en el caserío Altza txiki el 8 de septiembre de 1708, hijo mayor de los siete vástagos de Pedro Mendiburu y de M. Juana Olano. A punto de cumplir diecisiete años se dirigió a Loyola con intención de profesar como jesuita. Dos meses más tarde, cuando recibió la respuesta afirmativa a su solicitud de ingreso como alumno en la compañía, comenzó su carrera eclesiástica, y tal como había sucedido con Agustín Cardaberaz y Manuel Larramendi se trasladó al colegio de Villa García a completar el noviciado de dos años. Posteriormente realizó sus votos y fue enviado al colegio de Burgos. Tras un año en el que impartió clases de Gramática realizó estudios de filosofía durante los años 1728-1730 en el colegio de jesuitas de Medina del Campo (Palencia). Un año más tarde se trasladó al Colegio Real de Salamanca con intención de completar los cuatro años de estudios teológicos. Finalizado el tercer año, tomó los hábitos el 7 de noviembre de 1734, y en 1735 tras dejar Salamanca, se trasladó al colegio San Ignacio de Valladolid donde finalizó el año de estudios y los ejercicios espirituales que los jesuitas recién ordenados debían realizar antes de comenzar su labor eclesiástica.
Terminados sus estudios fue enviado a Loyola, pero no por mucho tiempo, pronto recibió la orden de trasladarse a Navarra. En 1737 ejerció como profesor en el colegio de jesuitas de Pamplona donde impartió Gramática, Lógica, Teología, Metafísica, Física..., disciplinas en las que otros maestros profundizaron con anterioridad y en las que él desarrolló algunos tratados para mejorar la calidad de su enseñanza. Escribió numerosas obras de este tipo, en latín como era usual en su época y tomando como tema la Filosofía y la Teología. En 1743, año en el que escribió su primer libro, Cursus philosophici prima pars continens physicam, realizó sus cuatro últimos votos.
En 1741 fue nombrado vicerrector de la casa. Pero destacó sobre todo su dedicación a las misiones durante treinta largos años, empeñándose en revivir la Devoción al Corazón de Jesús, creando congregaciones para el apoyo de las misiones y predicando contra los bailes. En 1745 el padre provincial le ordenó trasladarse a Loyola. Esta fecha de 1745 es la que aparece impresa en la portada del segundo libro en latín: Tractatus de anima.
En 1745 coincidió en Loyola con su primo y paisano J. Lekuona, con Manuel Larramendi y Agustín Cardaberaz. Larramendi publicó ese mismo año su diccionario, pero, por otra parte, fue el único año en el que tuvieron la oportunidad de convivir en el mismo convento. El año resultó sumamente productivo para Mendiburu: allí elaboró su primer libro en euskara, Jesusen Bihotzaren devocioa, publicado por primera vez en 1747. Pero en 1746 sus superiores lo enviaron de nuevo a Pamplona. Se ocupó de la enseñanza de la teología durante nueve años, aunque en algunos periodos se le encomendaron otras funciones: Consejero del Rector (1750-1753), confesor de la casa de la Compañía de Jesús... y entretanto, salía a ejercer como misionero en Navarra y Gipuzkoa. En 1755 recibió la orden de acudir a Madrid a solicitar el permiso para levantar en Pamplona una casa de ejercicios espirituales en el lugar donde los franceses habían herido a San Ignacio. Durante el año y medio en que permaneció en la capital, tuvo la oportunidad de completar su segundo libro en euskara: Jesusen amore-nequeei dagozten cembait otoitz-gai, editado en 1760.
A finales de 1756 se encuentra de nuevo en Pamplona dedicado a sus ocupaciones anteriores, y sobre todo, ocupado en las misiones en Navarra, Gipuzkoa y norte de Euskal Herria. Junto con otros jesuitas como Agustín Cardaberaz, se ocupó en organizar reuniones y congregaciones en torno a la devoción del Corazón de Jesús que en el siglo XVIII aún no se había iniciado. Poseía habilidad natural para la retórica; dominaba la lengua desde sus raíces, gozaba de gran elocuencia, claridad y habilidad.
Al parecer, para 1764 había dado por concluida la preparación de la extensa doctrina cristiana, pero no tuvo oportunidad de verla editada pues fue enviado al destierro. El rey de España Carlos III por medio de un edicto publicado el 2 de abril de 1767 expulsó del reino de España y sus Colonias en América a los casi 6.000 jesuitas que allí vivían. Mendiburu, Kardaberaz, Lizarraga de Elkano y muchos otros se vieron obligados a partir hacia Italia tras permanecer unos días en la prisión de Donostia. A su llegada al Vaticano, no fueron aceptados por lo que fueron enviados a Córcega. Los desterrados debieron cambiar totalmente su modo de vida eclesiástica pues en 1773 el Papa les prohibió totalmente ejercer la confesión, la predicación, la enseñanza... Mendiburu ocupó esos años en estudiar y escribir.
En el destierro compuso, además de otras muchas, Igande eta festa-egunetaraco iracurraldiac, obra que no tuvo oportunidad de ver publicada y que P. Altuna editó en 1982. El destierro acabó con otras de sus iniciativas que aún no habían tomado cuerpo, pero no interrumpió la relación con su patria, mantuvo su correspondencia con J.B. Agirre de Asteasu y nunca perdió la esperanza de retornar a Euskal Herria y a sus anteriores ocupaciones. No lo consiguió y murió en Bolonia en julio de 1782.
No es posible saber con precisión las obras que creó. Algunas se publicaron en vida del autor, pero otras no fueron impresas hasta dos siglos después de su muerte, cuando Manuel Lekuona, Koldo Mitxelena y P. Altuna se empeñaron en poner al alcance de todos la obra completa de S. Mendiburu. Hay aún algunas que permanecen manuscritas, y otras que no se han hallado aunque el autor dio cuenta de ellas o se mencionan en los escritos de otros autores.
Mendiburu escribió principalmente en euskara y en latín, escogiendo el idioma según sus objetivos. Sus primeras obras, los tratados o libros de texto de tema filosófico y teológico se publicaron en latín: Cursus Philosophici Prima Pars continens Physicam (1743), Tractatus de anima (1745), Tractatus de Fide divina (1749), Tractatus theologicus de Spe et Charitate theologicis (1750), Tractatus theologicus de aeterna hominis beatitudine (1751),Tractatus theologicus de merito vitae aeternae (1753), Tractatus theologicus de meritis Christi Domini...(1754). En euskara compuso la obra de enseñanza cristiana no incluida en la pedagogía de los colegios jesuíticos, y en castellano algunas obras inéditas: ejercicios espirituales, temas de trabajo para misiones...
Su objetivo al escribir no era la literatura, ni las alabanzas al euskara, lo impulsaban la fe y la religión. Fue un clérigo euskaldun al que preocupaba la situación en la que estaba inmerso, pues apenas si había publicaciones religiosas en euskara y menos aún en el sur de Euskal Herria. Para los predicadores y el resto de los fieles eran necesarias las obras escritas en su idioma, y en este aspecto debemos destacar la labor de Manuel Larramendi pues, además de impulsar a sus coetáneos a escribir en euskara, les ofreció también los instrumentos para ello. Mendiburu se valió, en alguna medida, de esos instrumentos para convertir los fines de aquel en hechos. El primer libro escrito en euskara, Jesusen biotz maitearen debozioa (1747), se editó en dos ocasiones en vida del autor. Este dato da muestras de la fama y la buena acogida de que gozó la obra en su tiempo, posiblemente a consecuencia de la dedicación de su autor a la predicación y a las misiones. La tercera edición la preparó J.I. Arana en 1882, para los actos de conmemoración del centenario de la muerte del autor, y posteriormente se ha continuado editando.
La razón y el objetivo por los que el autor se empeñó en la obra, se expresan con detalle en la introducción: se propuso ofrecer a los euskaldunes que no tenían noticia de la devoción del corazón de Jesús la oportunidad de conocerla, pues las reuniones de las congregaciones no tenían posibilidades de mantenerse sin la ayuda de los libros de oraciones. Por otro lado, los predicadores le solicitaron ayuda para desenvolverse correctamente en euskara. Desde un principio admite la falta de originalidad de la obra, pues en ella se explica aquello que quienes conocen el latín, el castellano o el francés han observado y estudiado en las obras escritas en esas lenguas. Y además de esto: "liburua ez da gucia nerea, ez eta befterena ere....;beguietan iduqui dut gueyenean, Jefuf-en Conpañiaco Aita Juan Croifetec devocio bera-ren gañean eguin zuena". [el libro no es totalmente mío, ni de otros...; la mayoría de las veces he tenido ante mis ojos el que el Padre Juan Croiset de la Compañía de Jesús compuso sobre esta devoción].
Además de estas precisiones añade las dificultades sufridas en el desarrollo de la obra y su actitud en esos casos; debió escoger el lenguaje y adaptarlo, tanto en cuanto al léxico como a nivel lingüístico. Escribe en un dialecto que prácticamente no posee tradición literaria, en navarro-guipuzcoano, pero sin perder de vista la comprensión, escogiendo en cuanto al léxico los vocablos que tanto para guipuzcoanos como para navarros son más semejantes y tomando préstamos castellanos cuando lo ve necesario. Tuvo que adaptar el nivel lingüístico al lector no alfabetizado en euskara. Esta es la característica que posteriormente más ha ensalzado la crítica vasca aunque para algunos estudiosos el estilo de Mendiburu peca de soso.
Jesusen amore-nequeei dagozten cembait otoiz-gai (1760) lo compuso en su estancia en Madrid como complemento y soporte de su obra anterior: "Kongregazioen kargudunei lagundu nahiez eta beste euskaldun guztien onerako" [con intención de ayudar a los encargados de las congregaciones y para bien de los demás euskaldunes]. La obra, que se compone de ochenta y ocho meditaciones, se editó de dos formas diferentes: en once librillos diferentes y en tres tomos más voluminosos, siendo este último modo el más mencionado hasta la aparición de la edición de Altuna en 1982.
El tercero se trata de un libro de devoción, Euscaldun onaren viciera, mezaren entzun-vide labur erreza, errosarioco amarrecoen asiera eta cembait bederatz-urren edo novena, publicado en Pamplona en 1762, con anterioridad a su partida al destierro, y que gozó de otra edición en 1765.
Dejó además abundantes manuscritos sin editar. Algunos se dan por perdidos, pero entre los que se conservan hay algunos a los que les faltan fragmentos; algunos de la colección Irakurraldiak por ejemplo, parecen escasos. P. Altuna ha desempeñado un gran trabajo intentando recuperar estos trabajos, muchos de ellos, sobre todo los que se conservaban en el archivo de Loyola, los publicó en dos tomos en 1982, con motivo del bicentenario del fallecimiento del autor bajo el título: Aita Sebastian Mendibururen idazlan argitaragabeak. Lehen liburua eta Aita Sebastian Mendibururen idazlan argitaragabeak. Bigarren liburua. En esta edición aparece en primer lugar la traducción al euskara de la doctrina de Astete Kristauaren Dotrina encontrada en Loyola y cuya autoría ha suscitado muchas dudas, Mendiburu la concluyó antes de su destierro a Italia y Larramendi la modificó, corrigió y completó. Bajo el título Irakurraldiak Altuna recogió la primera edición de las lecturas, sermones y prédicas para todos los domingos y fiestas del año escritos en el destierro de Italia, y San Frantzisko Xabierren bederatziurrena, de 1767, escrito el mismo año de su destierro. Anteriormente a la de Altuna hubo al menos dos ediciones en 1880 y en 1922. El trabajo final de la edición crítica muestra la carta escrita a Larramendi en castellano "Larramendiren zentsurari erantzuna"; texto realmente digno de ser difundido para conocer la personalidad del autor, sus inclinaciones, los altibajos de las relaciones entre Mendiburu y Larramendi, las costumbres del siglo XVIII...
Para terminar con el apartado de su obra, debemos mencionar una última. El propio autor señala que en 1764 había concluido una doctrina cristiana de casi mil páginas. Su publicación pasó por varias vicisitudes, entre ellas los permisos de sus superiores, por ejemplo Larramendi. Finalmente, cuando estaba a punto de publicarse llegó la orden de expulsión de los jesuitas y el proyecto se interrumpió. La obra permanece ilocalizable hasta el día de hoy.
Proceder precipitadamente no era del agrado de Mendiburu. Larramendi en la carta de elogio a Jesusen biotz maitearen debozioa le recomienda lo siguiente: "Atera ezazu beraz zure liburu hori, eta lehen bana ezazu euskalerrietan ...Uste duzun baino on gehiago egingo diozu Euskal Herriari" [Publique pues, ese libro suyo, y distribúyalo por los pueblos de Euskal Herria... Hará a Euskal Herria mayor bien del que supone]. A pesar de todo, no faltaron los pleitos entre ellos pues Mendiburu era partidario de que los fieles emplearan su ocio en la congregación o acudiendo a reuniones en vez de en juegos y bailes. Además de la preocupación que le suscitan los temas de educación religiosa, la lengua es también motivo de cuita para el autor. Achaca a la falta de libros en euskara la disminución del léxico y la diferenciación y fragmentación de las variantes del euskara, aduciendo además la dificultad de su comprensión. En este contexto aclara que ha tomado los vocablos que: "Non nai adi ditezqueanac billatu"[Buscar los que puedan entenderse en todas partes] y "eufcarazcoac utciric, befte cenbait hitz." [algunos otros vocablos, dejando los de euskara]. Pero esto va en detrimento del estilo del autor según el profesor Mitxelena (2001, 98) por la falta de fuerza y empuje de los textos y por las incesantes apelaciones a los sentimientos del lector. Las largas argumentaciones subsiguientes a los planteamientos de los temas, los ejemplos y abundantes citas en latín alargan el desarrollo de los párrafos. Hay que reconocerle, sin embargo, que posee un lenguaje elegante escasamente utilizado en literatura hasta ese momento. El deseo de enseñanza es una de las razones que impulsan al autor, y ese deseo lo ha empujado a mostrar sus reflexiones con la mayor claridad posible.