Politicians and Public Officials

Madoz e Ibáñez, Pascual

Abogado y político navarro. Pamplona, 17-05-1805 - Génova (Italia), 11-12-1870.

Pascual Madoz fue un ilustre político -autor del proyecto de desamortización de 1855, ministro de Hacienda, diputado, periodista, escritor...-, además del gran cerebro del progresismo liberal del siglo XIX. No haremos aquí, sin embargo, hincapié en todas esas facetas, sino sólo en la dimensión histórica de su empresa científica.

De hecho, su nombre está, todavía hoy, estrechamente ligado, incluso para los que ignoran a qué se debe su fama, a dos contribuciones a la ciencia: a su Diccionario geográfico y a la introducción de la estadística en la esfera política.

Pamplonés de nacimiento e hijo de tenderos, abandonó Navarra en 1813, siguiendo a su familia que se había instalado, por motivos laborales, en Barbastro. Inmediatamente reanudó sus estudios de humanidades, primero en el Colegio de San Lorenzo de los PP. Escolapios y a partir de 1821 en la Universidad de Zaragoza, donde se tituló en derecho en 1828. Aunque Bachiller en Leyes, no consiguió ejercer la abogacía (la orden ministerial de Calomarde prohibía ejercerla antes de los 25 años), siendo, además, expulsado por jansenista. En febrero de 1831, se exilió en Francia, por su ideología liberal progresista, regresando dos años después, gracias a la amnistía promulgada por la reina Mª Cristina, a quien siempre le agradeció.

Alexandre Moreau de Jonnès (1778-1870), uno de los amigos que conoció en su destierro, le iba a servir como ejemplo destacado. Acopiando datos de un amplio abanico de materias (población, industria, agricultura, ejército, etc.), Moreau redactó una obra, Statistique de l'Espagne (1834), que iba mucho más allá de los diccionarios geográficos españoles de la época. Esta obra de "geografía política" tenía un gran valor como evaluador del Estado en sus diversas actividades; presentaba, además, un meritorio cuadro de la sociedad y la economía de España a finales del Antiguo Régimen. No hay duda de que Madoz se dio cuenta de tal valor; de hecho, no se contentó sólo con traducirla, sino que añadió un sinfín de notas y anotaciones, aumentando en un 45% el tamaño original.

El ejemplo de cómo Madoz utilizó esa metodología estadística se encuentra en la que fue su gran contribución a la ciencia, para la que contó con la inestimable ayuda de 1.484 colaboradores de todo el país, además de organismos oficiales (fue presidente de la Comisión de Estadística, de 1843 a 1844). Se trata de sus 16 volúmenes del Diccionario geográfico, estadístico e histórico de España y sus posesiones de Ultramar.

Madoz tuvo además acceso a archivos y bibliotecas privadas, reuniendo materiales para más de cien volúmenes. Su primera reacción ante aquel cúmulo de datos, cuyo mayor problema era la nomenclatura, fue optimista, mostrando más preocupación por la estadística que por la geografía física. Ésta, afirmaba, proporcionaba datos preciosos a las ciencias políticas, a la historia natural, a la literatura. Sin embargo, él buscaba lo auténticamente certero, lo estrictamente preciso y exacto, y no lo perseguía a la manera del recolector de datos puramente geográficos, como Sebastián de Miñano o Antonio Bergnes (en sus deficientes Diccionarios geográficos), sino, como Moreau, proporcionando cifras, intentando desvelar las causas y efectos de los fenómenos recogidos por la estadística.

En el prólogo de la obra, Madoz mostraba su estimación por la estadística científica. Comenzaba considerándola como -nada más y nada menos- "la balanza del poder de la nación". No hay forma de dirigir un Estado con acierto -afirmaba- sin conocer los elementos de riqueza que encierra, esto es, sin cultivar la estadística, la ciencia que responde a las necesidades de un gobierno racional. Lejos de limitarse a beber de fuentes españolas anteriores (como censos), a monótonos cuadros de cifras inexpresivas, Madoz se inspiró en los nombres de John Sinclair (1754-1835), A. Friedrich Büsching (1724-1793) y A. Ludwig von Schlözer (1735-1809), los padres de la fundación de la estadística matemática, la investigación del método comparativo, la inferencia de leyes. Sin embargo, el foco más influyente de sus ideas es la obra que publicó, en 1835, el sociólogo Adolphe Quételet (1796-1874): Sur l'homme; la estadística recién comenzaba a acoplarse con la sociología, y Madoz no era ajeno a ese movimiento.

Madoz profundizó en las estadísticas del sector agrícola, tal vez porque ese era el sector predominante en España. Encontraba, por ejemplo, que las escalas numéricas proporcionales de Arthur Young constituían una herramienta adecuada para evaluar el valor agrícola de las fincas rústicas. También encomió el interés de Napoleón, en elaborar una estadística general -científico-matemática- de Francia, aunque no pudiera concluirla. Fue, en suma, el extenso conjunto de observaciones e informaciones geográficas, estadísticas, demográficas, históricas y biológicas, entrelazadas todas por el hilo común de la metodología científica, lo que dotaba al Diccionario de Madoz de su fuerza. De hecho, su éxito fue reconocido -incluso antes de que acabara su publicación- tanto desde las filas progresistas como de las moderadas. Una obra fundamental, aún hoy de actualidad y vigencia, para el conocimiento de España a mediados del siglo XIX.